Capítulo 10: Hospital.

118 11 0
                                    

Narra Yukio:

—Entrenador —dice Riccardo—. ¿Está seguro? La Royal Academy ahora...

—Está claro que el Sector Quinto pretende destrozarnos —murmura Eugene—. Así no podemos ganar. Esto no ha servido para nada, lo sabía.

—¿Qué pasa con la Royal Academy? —pregunta Arion.

—Es el mayor rival del instituto Raimon —explico—. Estuvo cuarenta años siendo el mejor equipo de Japón, hasta que hace once años el Raimon de Mark Evans los derrocó.

—Son un equipo muy fuerte —sigue Michael—. Están entrenados como un ejército. Tienen una defensa casi inexpugnable.

—Nada dura para siempre —les recuerdo—. Sea la Royal, sea cualquier otro equipo, podemos ganar.

—Yukio tiene razón —sigue Mark—. Me da igual que esté bajo el Sector Quinto o no. El Raimon no perderá contra ellos.

Veo como Celia nos mira al entrenador y a mí.

—Bien —sigue diciendo Riccardo—. Para romper la defensa de la Royal Academy necesitaremos el trueno ilimitado. Os diré el orden y entrenaremos. Gabi, Eugene, Yukio,. Wanli y yo remataré.

—¡Si! —respondemos todos.

Nos vamos al campo de fútbol cubierto. Allí, nos empezamos a pasar el balón mientras Riccardo baja a la defensa. Escucho a Celia explicarles la supertecnica a Mark y los de primero.

—Los jugadores se pasan el balón, llenándolo de energía y luego un jugador remata hacia la defensa rival, para debilitarla. Se necesita un chut muy fuerte para que así el delantero pueda terminar y marcar gol.

El balón le llega a Riccardo, chuta, pero sale volando hacia atrás.

—¡Capitán! —vamos a por él.

—Riccardo, ¿estás bien? —pregunta Gabi.

—Sí —se levanta—. Mi remate no es lo bastante fuerte.

—Lo intentaré yo —se ofrece Jimmy.

Volvemos a probar, pero el resultado es el mismo. Jimmy se agarra la pierna y le ayudamos a levantarse.

Rayos. Algo se debe de hacer. El trueno ilimitado no está completo sin un jugador que chute con fuerza. Soy defensa, pero...

—Esta vez voy yo —digo en alto.

—¿Tú? —pregunta Michael—. Si eres defensa.

—Tengo una pierna fuerte —contesto con seriedad—. Riccardo, déjame probar, por favor.

—Está bien, Yukio, Adé ocupará tu lugar.

Asiento y volvemos a intentarlo. Me llega el balón lleno de energía. Tengo que conseguirlo.

—¡Aaaah! —grito con todas mis fuerzas.

Pero el balón tiene demasiado poder y salgo volando hacia atrás. Me apoyo con la mano y noto dolor. Maldición. Es la misma que con la que me di cuando salvé al niño. Espero que no sea nada.

—¿Estás bien? —pregunta JP.

—Ni siquiera tú has podido —murmura Riccardo.

Arion me tiende la mano y se la doy, aunque enseguida me suelto cayendo al suelo de culo. Inconscientemente me agarro la muñeca izquierda con fuerza.

—¿Te has hecho daño? —pregunta Eugene.

—N-no —me vuelvo a apoyar para demostrar que estoy bien, aunque caigo de nuevo.

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora