Capítulo 12: La Royal Academy

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Narra Princeton: Al acabar el partido me voy corriendo a buscar a ese chico, no sin avisar al comandante Samford.

—¡Eh, tú! —detengo al chico de antes.

Él se gira y nos observa bastante rato, como si nos estuviera analizando en profundidad.

—¿Quién es? —pregunta.

—El Comandante Samford, le he pedido que nos ayude con lo que me dijiste. Es un buen estratega.

El chico cierra los ojos y se encoge de hombros.

—Como quieras.

—Chico —interviene el Comandante—, explícame eso del equipo.

Mira a los lados. Es un chico realmente extraño.

—No hay mucho más que decir —se encoge de hombros de nuevo—. Necesito que Princeton organice un equipo con los mejores jugadores del torneo Camino Imperial.

—¿Con qué objetivo? ¿pretendes derrocar a Alex Zabel?

—No, el Sector Quinto no me interesa en estos momentos. Hay otras personas enfrentándose a ellos de cara —permanece serio—. No debo ni quiero deciros qué pretendo, pero como persona... —duda un momento—... como jugador de fútbol, os pido ese favor. No tienen porqué ser jugadores titulares de los equipos, con tal de que sepan jugar me sirve.

Sin decir más, da media vuelta y se marcha del estadio. Miro al comandante, que tiene la mano en la barbilla, pensativo.

—¿Qué hacemos? —pregunto.

—Seguirle el juego. Quiero ver qué pretende. Pero hay que ser prudentes, Preston.

—Sí, comandante.

También nos marchamos.

Narra Yukio: Me quedo en silencio ante la pregunta de mamá. Agacho la cabeza, y ella se acerca y se sienta a mi lado.

—Entonces sí es por eso, no te encontrabas bien.

—Perdona —me disculpo—. Me hice daño cuando salvé al niño en la Ribera, pero pensé que podría aguantar.

—Yukio, no debes aguantar el dolor, nunca.

—Ya lo sé. Solo... no quería ir al hospital. Pensaba decírtelo, en serio —la miro—, pero...

—No iremos al hospital —me acaricia la cabeza—. Te la puedo mirar aquí, para que no lo tengas que pasar tan mal.

—¿De verdad?

Ella asiente con la cabeza. Suspiro aliviado y le enseño la muñeca. Ella la mira y después me da hielo.

—No vuelvas a callarte nada así, ¿de acuerdo?

Asiento.

Al día siguiente vamos a las instalaciones de la Royal Academy, llamados por Jude Sharp.

En la puerta nos esperan el comandante Samford y el portero del equipo.

—Bienvenidos —saluda el adulto—. A partir de aquí, todo lo que veáis será confidencial —mira a Rossi—. Tú, chica, prohibido sacar fotos.

—Está bien —responde en voz baja.

—¿Por qué nos habéis llamado? —pregunta Riccardo.

—Después del partido de ayer, todos los imperiales han abandonado el equipo —explica el portero—. Gracias al Raimon. Me divertí mucho en el partido.

Todos sonreímos y acompañamos al señor Samford. Bajamos por el ascensor mientras los adultos hablan.

—Hay una persona a la que tenéis que ver —explican.

La puerta se abre y allí está él.

—Abuelo —salgo del ascensor y lo abrazo.

—¿Usted es la persona a la que debemos ver? —dice Riccardo.

—No —responde el abuelo—. Esa persona está allí dentro.

Abre la puerta que tiene detrás y vemos a unos cuántos adultos más. El entrenador Travis entra corriendo.

—Señor Hillman —saluda.

Están hablando un buen rato. Sinceramente, no les hago caso. Me empieza a doler la cabeza un poco, pero no le presto atención.

—Lo único que debéis hacer es seguir ganando —resume el abuelo—. Para que así Seymour pueda derrocar al gran emperador.

—Entonces seguiremos ganando —dice Arion.

Asentimos y volvemos al instituto. 

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora