Narra Yukio: Me dejan de forma brusca en el calabozo y al poco rato meten a los demás, que gruñen y protestan.
Riccardo levanta las cejas al verme, sorprendido. Ilek solo me mira con el ceño fruncido y me señala con el dedo.
—¿Qué hiciste?
—Nada —gruño—. Yo no hice nada.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —pregunta Barry de forma calmada.
—No mucho —me siento en el suelo con las piernas cruzadas y les cuento lo que pasó.
Barry frunce el ceño, enfadado. Acto seguido le da una patada a la pared.
—Ese asqueroso... —murmura.
—Barry, ¿de qué lo conoces? —pregunto.
Tengo muchas preguntas que hacer, pero siento que esa es la más importante ahora mismo.
—Steven lesionó a dos amigos míos, y parece que va a por tí. Dinos de qué os conocéis y te ayudaré. También quiero devolverle la jugada.
Él suspira y se sienta también en el suelo.
—Steven era amigo mío —dice en voz baja—. Éramos muy amigos. Los dos jugábamos al fútbol...
Esperamos que siga. Se ve que le cuesta.
—...Después de construir los dispositivos esfera, cambió de actitud. Me engañó y se los regaló a El Dorado. Yo le había pedido algo de ayuda para crearlos, pero él los tomó como suyos única y exclusivamente y los vendió. Desde entonces lucho contra ellos y él me persigue.
Hay algo más, lo noto. Barry da por concluida la explicación. No quiero forzarle.
—Pues debe de estar muy dispuesto a arruinarte —continúa Ilek—. Porque al decir eso nos ha metido en un buen lío.
—Saldremos de esta —les prometo—. Dijo que lucharíamos contra su equipo, ¿no?
—Para eso tenemos que salir de aquí —añade Ilek—. Sino, no podremos jugar con nadie nunca.
Agacho la cabeza. Tiene razón. Debemos encontrar una forma de convencerlos de que nos dejen salir y de que no somos malvados. Y luego tenemos que descubrir sobre cómo hacer el miximax, cosa que no parece sencilla. Y todo en dos días. Genial.
Nos quedamos en silencio. Dos guardias se acercan a nosotros y abren un poco la celda.
—Ilek y el rubio —dice uno de ellos—. Los faraones quieren veros.
—¿El rubio? —Arqueo una ceja.
—No recuerdo tu nombre —contesta sin más—. Andando.
Nos sacan de ahí por la fuerza y nos empujan hasta la sala del trono. Escucho a Riccardo decir que quiere acompañarnos y a los guardias responder con un rotundo no.
Finalmente, llegamos al salón del trono. Nos obligan a hacer una reverencia, y noto las miradas de tanto los dos faraones como la de los guardias en el cogote.
—Aquí están —dice el mismo guardia.
—Retiraos —ordena Cleopatra.
Ellos obedecen, dejándonos solos.
—Levantad la cabeza —sigue ella.
Obedecemos también. Cleopatra está sentada en el trono, con el codo apoyado en el brazo, y Marco Antonio a su lado, posando como un soldado listo para el ataque.
—Marco Antonio me ha contado algo de prestar su poder y un disparo. Por favor, explicadnos de qué va eso.
Ilek me mira. Claro, ella es nueva y no conoce el miximax. Cojo aire y les explico lo que de verdad ocurre. Que venimos del futuro, de un futuro mucho más lejano de lo que puedan imaginar, que queremos salvar el fútbol (señalo el balón que tienen delante del trono) y les cuento cómo funcionan las pistolas miximax (lo que he visto, al menos). Ellos escuchan atentamente, sin hacer ningún amago de ataque.
—Ese muchacho se llamaba Steven. Quiere impedir que logremos nuestro objetivo —concluyo—. Por eso debemos enfrentarnos a él.
La sala queda en silencio. Ilek me mira también algo incrédula. Igual espera que nos tomen por brujos y nos manden a la hoguera, o peor, pueden pensar que somos romanos y nos manden de comida a los leones. Solo de pensarlo se me pone la piel de gallina.
—Así que es eso —murmura Marco Antonio—. ¿Podéis explicarnos cómo es eso del fútbol?
Coge el balón con las manos y con escepticismo, y nos lo lanza. Ilek se levanta a tiempo de cogerlo, y sonríe con orgullo. Decido dejarle hablar a ella.
—Es un combate. Nuestra única arma es este balón —lo levanta un poco—. Tenemos que introducirlo en la portería de nuestro adversario, y quien consiga introducirlo un número mayor de veces, gana.
Ellos no entienden. Normal.
—Se forman dos ejércitos de once personas —sigue ella—. Esos equipos tienen cuatro posiciones. Unos atacan al enemigo e intentan llevar el balón. Esos son los delanteros. Otros defienden la línea defensiva. También llamados defensas. Yukio y yo nos encargamos de esa parte.
Me parece apropiado recordarle que estoy probando diferentes posiciones, pero me lo callo y le dejo continuar.
—Los centrocampistas son el puente entre el ataque y la defensa, y los que se encargan de las estrategias. Y luego está la máxima defensa: el portero. Es el encargado de proteger nuestro fuerte cuando los demás fallan.
De pronto, todas las piezas del puzzle encajan.
—Barry busca centrocampistas —digo, tal vez en un tono más alto del necesario—. Ejem, perdón.
Ilek parpadea un poco. No tarda en volver la vista hacia los adultos, que lo piensan.
—Es más sencillo de entender en una batalla de verdad —promete Ilek—. Dejad que nuestros amigos salgan de la celda y os demostraremos como funciona. Si no estáis satisfechos, podéis encerrarnos de nuevo.
Lo meditan.
La sala vuelve a quedarse en silencio, uno bastante incómodo. Marco Antoni clava sus ojos dorados en mí, y yo me veo obligado a tragar saliva.
—¿Y qué hay de las bajas? —pregunta Cleopatra.
—¿Bajas? —contesto.
—No hay —interviene Ilek—. O al menos, no demasiadas. El único objetivo es introducir el balón en la portería enemiga. Suele ser una batalla bastante limpia.
—Oh...
—Está bien —sentencia Marco Antonio—. Cleopatra, si lo que dicen es verdad, las estrategias del fútbol podrían ayudarnos en la batalla contra los romanos.
Lo dudo, pero ella tiene esperanza, y la última palabras. Acepta.
Los guardias van a sacar a nuestros compañeros. que al poco rato se reúnen con nosotros en la sala del trono.
—Bien, pues —dice Cleoptra—. Enseñadnos eso del fútbol.
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La revolución del fútbol
FanficEl instituto Raimon se enfrenta al Sector Quinto tras la llegada de Arion Sherwind. Yukio ve en su nuevo compañero cierto parecido con una persona muy importante para él y decide seguirle. Echa de menos poder jugar con libertad, como cuando era pequ...