Capítulo 59. La pareja del desierto.

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Narra Yukio: Vuelvo a sentirme rodeado de la luz, pero esta vez, cuando remite, veo en mis manos cierto tono moreno. Mis fuerzas también han aumentado.

Le toca a Ilek. Me pasas el balón, que, después de la sorpresa, Steven reacción y se lo intenta quitar.

Mientras ella hace el miximax, yo corro con el esquivando a todo el que se me pone por delante.

Tras unos instantes. Ilek con el pelo negro y mos ojos dorados aparece a mi lado. El miximax ha sido un éxito.

—¡Adam! —grita Steven con desesperación.

—¡Njord, Fletch! —exclamo yo.

Ellos corren hacia la delantera. Ilek y yo nos pasamos el balón de forma frenética mientras nos acercamos hacia nuestro rival, el chico del pelo de dos colores. Se queda algo aturdido por el momento. ¿Dónde está el balón, eh?

—¿Las alas gemelas? —pregunta Lucian.

—No —responde Riccardo—. El balón se divide.

—Esta es nuestra supertécnica —dice Ilek—. Regate...

—...Dual —termino yo.

El balón se divide en dos, consiguiendo que ambos podamos esquivar a nuestro rival. Ilek me pasa su balón y vuelven a fusionarse en uno solo.

Le paso el esférico a Njord, que chuta con su supertécnica.

—¡Leopardo de la ventisca! —exclama.

Fletch y yo corremos hacia allí, vamos a hacer nuestro tiro combinado.

—¡Fuego helado! —chutamos.

El tiro es tan potente que mete a Hotel en la portería.

Choco los cinco con Fletch y Njord y luego con Ilek. Volvemos a nuestras posiciones y ellos sacan. Beta no tiene muy buena cara.

—¡No! ¡No ganaréis! —exclama.

Corre a velocidad de la luz hacia nosotros. Tokki le salta con una mirada seria.

—No pasarás —exclama y le quita el balón.

Nos pasa el balón. Corremos con el, regateamos a todos, y a escasos metros de la portería termina el partido.

—¡No! —exclama Steven—. Sois unos inútiles. Solo teníais que aplastarlos.

—Se siente, Steven —responde Michael—. No deberías meterte con estos chicos.

—¡Cierra el pico, Schwarz!

—Devuélvele a Barry lo que es suyo.

—¡Esos balones no son suyos!

Le mira con furia. Ellos se acaban marchando, casi teniendo que agarrar a Steven para que no pelee.

Nosotros agradecemos a Cleopatra y Marco Antonio por la ayuda.

—Gracias a vosotros —nos dice él—. Hemos podido comprobar cómo es el fútbol y tened por seguro que usaremos esas estrategias en nuestra batalla.

Ilek y yo sonreímos.

Marchamos a la caravana, y toda despedirse de nuestros amigos.

—Volveremos a vernos —promete Michael.

Tokki llora.

—No quiero despedirme. Quiero jugar con vosotros.

—Jugaremos, Tokki, ya lo verás —le animo—. Barry tiene un partido pendiente con nosotros.

Él se encoge de hombros. Ellos se marchan con Aitor, Fletch, Njord y Saturn, no sin antes saber cómo está Brad. Dice que está mejor, y que Princeton le pidió a el venir para poder recuperarse de la lesión. Me alegra que estén mejor.

Subimos a la caravana y volvemos a la época de Francia.

Cuando llegamos, y como Barry nos prometió, los chicos aún no han vuelto del castillo de Chinon, así que les esperamos.

Entrenamos unas horas hasta que vuelven. Barry sale el primero, corriendo a por Fei y Goldie, a quien abraza sin vergüenza.

—Qué linda pareja —susurra Ilek.

Nos cuentan como fue. Todo son buenas noticias. Van a llevar refuerzos a Orleans. Partimos hasta allí y nos encontramos a los habitantes, contentos con la llegada de Juana. Ella les explica lo ocurrido y los dos caballeros nuevos se niegan a atacar ahora. Dicen que deben esperar a que se calmen los ingleses.

Nosotros no compartimos esa opinión. Y Juana tampoco, está claro. Pasamos el día en Orleans, descansando, mientras los caballeros se llenaban las tripas de comida.

Gabi y Goldie se presentan delante de ellos y les piden explicaciones. Pero nos advierten otros caballeros que Juana ha cogido a su escuadra y están de camino a la batalla.

Rápidamente nos vamos todos a por ella.

—Será insensata —gruñe uno de los que llegaron con ella después.

Por el camino, un chico nos detiene. Su pelo es azul muy oscuro, casi negro. Su piel está bronceada y sus ojos son rojos.

—Bueno bueno —saluda con algo en sus manos.

—Un dispositivo esfera —se sorprende Barry—. ¿Cómo lo tienes tú también?

—¿El qué? ¿Esto? Lo... tomé prestado.

—¿Quién eres? —pregunta Fei.

—Mi nombre es Zanark Avalonic, miembro de la clase media-baja sin nombre.

—¿Clase media-baja sin nombre? —suelta Ilek—. Pero si tienes nombre.

Barry está pensativo, como si le sonase su cara.

—Déjanos pasar —le ordeno.

—¿Una panda de críos se va a meter en una guerra? Sois muy pequeños para morir —lo considera—. No, ¿qué tal si hacemos un trato, mejor? Creo que os gusta el fútbol. ¿Por qué no echamos un partido? Si ganáis, os dejamos pasar.

Intercambiamos miradas. No nos apetece un partido a unos cuántos. Todavía nos estamos recuperando del último.

—Vale —dice Arion—. Aceptamos.

Goldie mira a Barry.

—Así podréis enseñarnos lo que hicisteis —sonríe.

Él también.

—Por supuesto.

—Sabía que dirías eso —le contesta a Arion.

Le da a un botón y crea un campo de fútbol. De detrás de él salen jugadores de un equipo de fútbol que conocemos bien: Protocolo Omega 3.0.

Nos preparamos. Carlos se ofrece a ser el entrenador del equipo. Le dejamos. Saca el protocolo Omega 3.0, y en un abrir y cerrar de ojos se colocan frente a la portería.

Ilek y yo vamos a defender, pero Gamma tiene otros planes.

—Lobo maldito, Licaón —chuta, nos manda a volar y el balón acaba dentro de la portería.

—Maldición —murmuro—. No pudimos...

—A la siguiente  —dice Ilek—. Todavía no han visto nuestro nuevo poder.

Asiento y se reanuda el partido

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora