Capítulo 19: Un partido de fútbol sobre la nieve.

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Narra Yukio:  Durante el camino en el tren, Njord y yo nos miramos muy seriamente. Shawn también parece afligido.

Llegamos al campo y ahí va la primera sorpresa, es un campo formado por hielo. Intentamos calentar, pero nos caemos. Me fijo bien en el instituto Alpino, sus jugadores no parecen tener problema.

—Están acostumbrado a la nieve —escucho a Adé—. Por eso van tan bien.

—Pues yo no seré menos —respondo comenzando a correr.

Empieza el partido. Sacamos nosotros. Michael me pasa el balón y echo a correr con él. Poco a poco voy acostumbrándome al campo. Mantengo el equilibrio con algo más facilidad hasta que me encuentro de frente con Njord.

—De aquí no pasas —me dice.

—Ya lo veremos —contesto muy serio.

Empezamos un duelo. Veo de reojo como los demás intentan correr por el campo, pero son frenados por el instituto Alpino.

Tengo el control del balón todo el rato. No pienso dejarle ganar. Njord me hace una entrada, y yo salto. Consigo esquivarlo, aunque al caer al suelo apoyo mal. En ese momento le lanzo el balón a Arion.

La posesión nos dura poco, el 9 del Alpino le roba el balón y se lo pasa a Njord. Rápidamente voy hacia él.

No pienso dejarle ganar. No después de lo que dijo de él.

—¿Cómo has...? —se sorprende al verme.

—No me ganarás. Te demostraré que ese hombre, mi padre, no es un traidor.

Él frunce el ceño.

—¿Tú qué vas a saber? —me contesta.

Narra Njord: Maldito mocoso. ¿Cómo se atreve a defender a alguien así?

Admito que es bueno en el campo. A pesar de estar en desventaja, no tiene demasiados problemas con el equilibrio.

—No sabes lo que me hizo —le digo—. Tú no sabes lo que ocurrió, así que no hables.

—Mi padre no es un traidor —responde con una mirada muy seria—. No pienso tolerar que hables así de él.

—Sí que es un traidor —me lo quito de encima, aunque rápidamente me alcanza.

—¡Mentira!

—¡Yo jugaba solo en el Alpino! No tenía a nadie —le paso el balón a Yule y miro a Yukio—. Shawn Froste me conoció y empezó a entrenarme. Yo pensaba que no llegaría a nada, y ese hombre me dio la oportunidad de no rendirme. Pero un día... —agacho la cabeza cerrando los puños con fuerza y lo miro con más seriedad—. ¡Un día él no apareció en el entrenamiento! Se marchó del instituto sin decirle nada a nadie, y me quedé solo. Hasta que apareció el Sector Quinto. Ellos no me traicionarán como hizo él. Ellos estarán siempre a mi lado.

Yukio se queda en silencio unos segundos. Aprovecho para correr y uso mi propia supertécnica.

—¡Leopardo de la ventisca!

Su portero es tan inútil que no puede pararlo. Miro otra vez al chico. Está inmóvil. Mejor así. Así no me dará problemas y podré demostrarle el auténtico fútbol en el que creo. Luego miro al banquillo del Raimon.

Shawn Froste, atento, voy a acabar con el fútbol absurdo y traicionero que tienes, acabando con tu hijo en el campo. Te arrepentirás de haberme traicionado. El instituto Alpino será el ganador.

Narra Yukio: Njord me esquiva y marca gol. Me quedo bloqueado. No entiende que él no tuvo opción.

No aguanto la ira y grito con fuerza llamando la atención de todo el estadio. Luego señalo a Njord.

—¡Snio! ¡Escúchame, te pienso demostrar que estás equivocado! Mi padre no es un traidor. El Sector Quinto te dejará de lado cuando no te necesite.

—¡Cierra el pico! —contesta.

Sacamos. Michael me pasa el balón y recorro todo el campo yo solo. Intento chutar, pero acabo perdiendo el equilibrio.

El balón le llega a Njord otra vez. Rayos, no me va a dar tiempo a alcanzarlo.

Gabi y Aitor van a por él y Aitor usa sus tacos para deslizarse por el hielo, despejando el balón fuera.

—Oye —me llama—, en el fútbol jugamos once. Los problemas de pareja mejor resuélvelos fuera del campo.

Vuelve a su posición. Me quedo quieto otra vez. Aitor tiene razón, si quiero demostrarle que está equivocado, que Shawn Froste no es un traidor, tengo que jugar en equipo. No puedo ir yo solo. Así no se juega al fútbol.

Arion tiene el balón y rápidamente regatea a unos cuántos. Yo no me quedo atrás, corriendo también.

—Arion, aquí —le digo.

Él me pasa el balón y yo a Michael, que chuta con su supertécnica.

—¡Cascabel!

Sin embargo, el portero lo para sin problemas. Lanza un pase que intercepto, y, ahora sí, lanzo el balón al aire. Ya está bien de querer jugar solo.

—¡Aaah! ¡Aullido de lobo! —chuto con fuerza. 

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora