Capítulo 32: Auténtico fútbol.

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Narra Yukio: Al portero no le da tiempo a moverse y acaba siendo gol. Con esto hemos recuperado un punto. Podemos hacerlo.

Volvemos a nuestros sitios, y Mark hace otro cambio. Adé también está que no puede más, así que lo cambia por Fletch. Subaru y los demás lo miran con algo de desprecio.

Narra Fletch: No veía el momento de salir al campo. El entrenador cambia a Adé por mí, que me ato las botas con fuerza.

—Fletch —me dice—, demuéstrale el auténtico fútbol.

—Sí, entrenador.

Sacan ellos. Pentona, el número 11, corre con el balón hasta que se lo quito sin problemas. Corro con él hasta que me encuentro de frente a Cinco y Viisi, los números 5 y 3 respectivamente, que me rodean sin pensarlo dos veces.

—Te arrepentirás de habernos traicionado —dice Viisi.

Frunzo el ceño mientras recuerdo mi temporada en la isla Santuario.

Flashback:

Todos entrenábamos al fútbol, bajo las órdenes del Sector Quinto. Quentin y los demás, mis amigos, entrenaban para sacar espíritus guerreros, pero yo, por mucho que hiciera, no era capaz.

Empecé a creer que no sería capaz de sacarlo, nunca, y decidí pedirle consejo al fundador Cinquedea.

—Si no eres capaz de sacar un espíritu guerrero, es que no nos sirves como imperial

Su frialdad no me gustó para nada, así que me escapé de las instalaciones y di de casualidad con Mark Evans y sus compañeros de Inazuma Japón.

Ellos, a pesar de no conocerme, me acogieron en su refugio. Me enseñaron un fútbol mucho más divertido y sentí pena por mis propios compañeros.

—Eres un imperial, ¿no? —preguntó uno de ellos. Su pelo era castaño y largo. Era Caleb Stonewall.

—Sí, pero soy incapaz de sacar un espíritu guerrero y me acabarán echando de entre los imperiales.

—¿Pero a tí te gusta ese fútbol? —seguía Nathan Swift, que tenía el pelo largo, azul, con el flequillo tapándole un ojo—. ¿Un fútbol en el que los resultados se conocen desde el principio?

—Tampoco puedo hacer gran cosa —les respondí con toda la pena que tenía—. Vivo aquí. No puedo escapar. Y aunque me fuera, no tengo amigos más allá que Quentin y los demás, me quedaría solo.

—Vete al Raimon —dijo Mark—. Ellos juegan al auténtico fútbol y te acogerán sin problemas.

—¿Cómo sabe eso? —lo mire a los ojos.

Él sonrió de una forma muy radiante.

—Porque son el instituto Raimon, por supuesto.

Fin del flashback:

Siento decirlo, pero se equivocaba. No han tardado nada en dejarme de lado y tacharme como el enemigo. Bueno, todos menos Yukio.

Llego a la portería de Quentin y chuta, pero me lo para sin problemas.

—¿Eso es todo lo que sabes hacer, Fletch? No deberías haber dejado el entrenamiento. Mira a donde te ha llevado.

—Este fútbol está mal, Quentin, chicos. Tenéis que daros cuenta —les digo.

—Tú tienes que darte cuenta —contesta Viisi—. Gracias al Sector Quinto, el fútbol le llega a todo el mundo por igual, y no hay desgracias por perder un partido.

—Pero tampoco alegría por ganar —protesto—. Y esa es precisamente la esencia del fútbol. ¿Es que ya no os acordáis?

Quentin le lanza el balón a Cinco, y él lo chuta hacia mí, dándome un golpe fuerte, aunque no consiguen tirarme.

Lo que sí que consigues es acercarse a la portería del Raimon. Corro hacia allí. No soy lo bastante rápido, no llegaré.

—¡Subaru, defiende al número 10! ¡Gabi, al 8! ¡Aitor, atento al número 5! —los llamo.

—Tú no nos das órdenes —responde Aitor, aunque va a defender a Cinco.

—Fíjate, ni tu propio equipo te quiere —escucho hablar a Viisi—. Eres patético, Fletch Blitzen.

Me bloqueo. Mis piernas se paran en medio de la carrera, dejándome quieto en el medio del campo.

Narra Yukio: Esto no va a acabar así. Fletch es uno más del equipo, les guste o no, y les voy a demostrar que es los buenos.

Aitor les quita el balón y me lo pasa, pero su número 9 hace una entrada y acaba saliendo fuera.

Entonces miro a Fletch. Está decaído. Claro, sus compañeros no confían en él. Cierro los puños con fuerza y miro a todos mis compañeros.

—¡¿Pero se puede saber a qué demonios estáis jugando?! —les grito—. ¿Es que no veis que Fletch nos está ayudando?

—No podemos confiar en él —habla Subaru—. Por su culpa Riccardo ahora no está en el partido.

—¡Pero bueno! ¿desde cuando el Raimon guarda rencor? —me enfado—. Ni siquiera tenéis pruebas de que haya sido Fletch, solo lo estáis dejando de lado por ser un chico misterioso.

—Es un imperial —habla Gabi.

—Pues igual que yo —interviene Víctor.

—Tú no lesionaste a Riccardo.

—Tienes razón, solo provoqué que el equipo B desaparecieran y el Raimon acabase con ocho jugadores —lo mira con seriedad.

Nadie se atreve a mirarle a los ojos. No me extraña, este chico les ha dicho las cosas como son, y lo más extraño, ha defendido a Fletch.

Sacamos de banda. Le pasan el balón a Víctor y él a Arion. Corro hacia Fletch, hasta estar enfrente de él.

—¿Piensas quedarte ahí para siempre? El partido aún no ha terminado, espabila.

—No me necesitáis. Nadie. —Murmura—. Ellos no confían en mí.

—Yo sí confío. Sé que quieres ganar el partido, igual que los demás.

Él me mira con un pequeño brillo en los ojos (en el que se ve al menos).

—¿De... verdad?

Asiento.

—¡Yukio! —me llama Víctor—. ¡Fletch!

Corro hacia él, mientras que nuestro compañero se queda en silencio. Víctor le pasa el balón, por lo que se sorprende.

—Eres del Raimon, ¿no? Pues deja las dudas y juega —le grita.

Fletch entra en razón, corre con el balón pegado a los pies hasta colocarse a mi lado.

—Ahora, Yukio.

—Vamos, Fletch. Ganaremos el partido.

Los dos corremos el uno hacia el otro mientras nos rodeamos, él de fuego, y yo de hielo.

—¡Fuego helado! —chutamos a la vez.

Acaba siendo gol. Chocamos los cinco, y después Fletch se acerca al portero.

—¿Lo entiendes ya? El poder del Raimon. De mis amigos.

—¡No! —grita—. El Dragon Link es el mejor equipo de todo Japón, no podemos perder.

Sacan ellos, pero nosotros tenemos el ánimo bastante alto y no pensamos rendirnos. El balón le llega a Subaru, que se lo pasa a Fletch.

—Marca gol, chaval.

Y en efecto, ahí empieza la remontada del Raimon. Primero marca Fletch, luego uso el aullido de lobo y remato el empate, y Víctor lanza con la estocada de Lancelot combinándose con Arion, y marcan el gol de la victoria.

El árbitro pita el final del partido. 

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora