Capítulo 11: Balón Ígneo

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Narra Yukio: 

—Arion, por favor, no se lo digas a nadie —pido—. Lo seguiré intentando. Es solo que a la primera no se consigue gran cosa. Sólo he podido llegar hasta allí.

—No está mal para el primer día —sonríe—. Seguro que lo acabas consiguiendo.

Sonrío un poco. 

Pasan dos días y llega el partido contra la Royal. Llegamos al estadio y uno de los jugadores me aparece enfrente. Tiene el pelo gris, con las puntas hacia los lados. Ciertamente me recuerda un poco a Shawn Froste cuando jugaba en la selección japonesa.

—Así que tú eres el hijo del difunto Takemi —sonríe—. ¿Veremos de lo que eres capaz?

Me mantengo serio y voy a mi banquillo.

—Chico —me llama—. Takemi era una leyenda en la Royal Academy antes de cambiarse al Raimon. Me gustaría ver cómo juega su hijo.

—Lo verás —le prometo antes de irme.

Llegamos y Mark nos da el once inicial. Parece que Eugene se queda en el banquillo. Salimos Jimmy y yo para cubrir los puestos.

Nadie me pregunta nada del hospital. Igual dan por hecho que fui. O igual Arion les ha dicho que no.

—Yukio —me llama... Arion, como no. Tiene una amplia sonrisa en la cara—. Ganaremos. Tus padres nos están viendo.

—Sí.

Nos colocamos y saca la Royal Academy. Rápidamente les robo el balón y corro hacia su portería. Se lo paso a Arion, pero se lo roban.

—Riccardo —lo llamo—, el trueno ilimitado. Ahora.

Asiente y el equipo vuelve a tener la posesión del balón. Jimmy hace el remate final, aunque sale disparado hacia atrás. Rápidamente despejo el balón. Nos acercamos a él y se levanta sin problemas, pero veo al capitán observar. Traman algo, lo presiento.

Sacan ellos, Jimmy se hace con el balón en un abrir y cerrar de ojos, pero un jugador, de cabello morado, su delantero, le hace una entrada fuerte y lo deja en el suelo. El árbitro no pita nada, así que el partido continúa.

Al final termina el primer tiempo con un dos a cero en nuestra contra. Skie atiende a Jimmy.

—No puede salir —dice—. Tiene mal la pierna.

Mark me mira.

—Yukio, ¿cómo tienes la muñeca? —me pregunta.

—Va mejor —respondo—. ¿Va a salir Eugene?

Pero antes de que responda, Victor llega al banquillo.

—Dejadme a mí —nos pide—. Quiero salir en el segundo tiempo.

Narra Princeton: Estos chicos del Raimon son interesantes. Pueden sernos de gran ayuda.

Ahora mismo estamos en el descanso. Me acerco al baño y veo a un chico apoyado en la pared.

—Perdona, no puedes estar aquí —le digo—. Esta zona es de jugadores.

En ese momento se gira hacia mí y lo veo bien. Tiene el cabello gris, revuelto por detrás como el pelo de Medusa, con mechones cayéndole por la frente y tapando una cinta blanca. Sus ojos son azules mar. Viste una sudadera gris y azul, con los botones amarillos.

—Preston Princeton —dice mi nombre—. Necesito tu ayuda.

—¿Perdón? —alzo un ceja—. ¿Quién eres?

—Eso no importa ahora —se me acerca—. Necesito que encuentres a los jugadores más fuertes del Camino Imperial y formes un equipo. El destino del mundo está en peligro.

Empieza el segundo tiempo. Han metido a Victor Blade. Esto puede ser interesante.

Narra Yukio: El segundo tiempo empieza, tenemos la posesión y ahorasí, con Víctor, intentamos el trueno ilimitado. Echo a correr mientras los demás chutan. Fallan, y Arion me lanza un pase con fuerza.

—Chuta, Yukio —me dice.

Le doy un par de toques al balón, pero antes de tirar, su defensa se me aparece e invoca su espíritu guerrero.

—¡Caballero Dragon Drake! —exclama.

Sigo dando toques hasta que el balón acaba impregnado en llamas, entonces lo chuto contra él.

—Este es mi Balón Ígneo —exclamo.

Le da un golpe, volviéndome el rebote, entonces lo esquivo por un lado y se lo paso a Víctor, que chuta tan rápido que acaba marcando.

Todo el estadio vitorea, y nosotros chocamos los cinto.

—¡Yukio, lo conseguiste! —me felicita JP—. Hiciste tu supertécnica.

—Sí —sonrío—. Acabo de reconvertir el balón ígneo en una supertécnica de regate. Ahora te toca a tí, JP.

Él asiente y el balón queda en el aire. JP duda sobre si saltar o no.

—¡JP! —gritamos Mark y yo.

Él señala al techo del estadio.

—Adelante, JP, no lo pienses. Sólo tú puedes hacerlo.

Él se pone serio, salta y despeja el balón. Vuelven a intentar el trueno ilimitado, funcionando esta vez. Riccardo chuta, y marca gol.

La jugada se repite y acabamos remontando. Su portero se acerca a mí y extiende la mano.

—Bien hecho, hijo de Takemi —me felicita.

—Lo mismo digo —estrechamos la mano—. Pero llámame Yukio, por favor.

Él sonríe y mira hacia las gradas como buscando a alguien. Yo también miro y veo al lado de mi madre a un chico. Se gira y solo me da tiempo a verle el cabello gris y revuelto.

—Debo irme —me dice el portero de la Royal—. Nos veremos en otro momento, Yukio.

Él se marcha y me acerco a ella, que me sonríe.

—Felicidades, hijo. Habéis ganado.

—Sí, gracias por venir, mamá.

—No me lo perdería por nada. Has conseguido usar la técnica de Takemi de una forma diferente. Estaría muy orgulloso de ti.

Sonrío y nos marchamos cada uno a su casa.

Ya en casa, esperamos para hablar con Shawn por teléfono y comentamos el partido mamá y yo.

—Por cierto, Yukio —se pone seria un momento—, el otro día viniste al hospital a verme.

Me sorprendo, igual ya sabe lo que pasa realmente.

—Y hoy te vi en el campo pendiente de no chocar con nadie con el brazo. Dime, ¿el otro día viniste realmente para pedirme que fuera al partido o fue por otro motivo? 

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora