Capítulo 29: ¿Un nuevo enemigo?

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Narra Yukio: Fletch me sigue corriendo. Casi llegando al parque de la ciudad, donde muchos niños juegan, hay una escena que nos deja bloqueados.

—¿Pero qué...? —dice Fletch.

Veo sobre cinco chicos haciendo un círculo. Están rodeando a alguien, estoy seguro.

Los médicos de la ambulancia intentan hacerse hueco para llegar al centro del círculo. Fletch y yo nos miramos y llegamos a un acuerdo silencioso: vamos a colarnos a ver qué pasa.

Nos abrimos paso a la gente, lo cual no es muy difícil teniendo el uniforme del Raimon. Y entonces...

—¡Princeton! —salgo corriendo hacia él.

Está tirado en el suelo, lleno de arañazos por todo el cuerpo. Su ojo izquierdo está más cerrado y con un moratón. Tiene toda la pinta de que le han dado una paliza.

—¿Qué ha pasado? —pregunto.

—Yukio, esos chicos—murmura—. Han sido ellos.

—¿Te han pegado? —añade Fletch ayudándome a levantarlo.

—No, solo... solo hemos jugado al fútbol.

—Sí, fútbol —dice uno de ellos—. ¿Este es el equipo que ese chico quiere usar? No vale la pena.

—¿Chico? ¿Gerd tal vez? —pregunto.

—Así que ahora se llama Gerd —sonríe con picardía.

—¿De qué conoces a Gerd? —le miro a los ojos.

Su pelo es rubio, revuelto, y sus ojos son de color azul mar y lleva unas gafas de aviador sobre la cabeza.

—Dadle un mensaje de mi parte a ese chico, ¿vale? Decidle que no podrá ganar. Es inútil. Él y los suyos acabarán perdiendo, y no podrá hacer nada. Mejor es que se rinda.

Se marcha de allí, junto a sus compañeros. Princeton decide que es un buen momento para echarse una siesta, y se desmaya.

Lo llevan al hospital y nos vamos a avisar a los demás del equipo. Decidimos reunirnos en la torre Inazuma. Vienen con Gerd, quién no parece muy contento.

—¿Qué ha pasado ahora? Deberíais estar entrenando —nos dice.

—Relájate, chaval —le responde Fletch—. Que lo que ha pasado es culpa tuya, que lo seas.

—Fletch, ya basta —le riño.

Él mira hacia otro lado.

—¿Y bien? ¿Para que nos llamasteis? —pregunta Njord.

Entre los dos le contamos lo ocurrido en el parque. Los chicos se sorprenden. No me extraña. Langford se gira hacia Gerd y le agarra de la camisa, levantándolo del suelo.

Su hermano suspira y trata de separarlos.

—Ya nos estás diciendo de qué va todo esto. O de lo contrario... —lo amenaza Langford.

—¿O que? —se suelta—. No sé quién os ha atacado ni qué pretende.

—Pues él te conocía —me cruzó de brazos—. No se dice algo así si no conoces a alguien.

—¿Por qué no nos dices ya de qué va todo esto? Hoy ha sido Princeton, pero en cualquier momento podría ser otro, y Fletch y Yukio tienen que ganar un partido en dos días. Espero que nos estemos entendiendo —sigue Njord.

—No os preocupéis. No sé quién era ese chico, pero vosotros no debéis preocuparos por nada, que yo me encargo —da media vuelta hacia la salida del parque—. Decidle a Princeton que se recupere pronto. E id a por Saturn.

Y se marcha. Los demás nos quedamos confusos. Langford le da un golpe a la barandilla.

—Yo esto no lo veo. Bradford, tú y yo lo dejamos —suelta.

—Pero... No quiero. Me lo paso bien. ¿Es que tú no, Langford?

—Es peligroso.

—Podemos jugar al fútbol con chicos de otros institutos —sigue protestando.

Njord y yo intercambiamos una mirada seria, llegando a un acuerdo silencioso.

—Quedaos —les pido—. Si cuando acabe el torneo Camino Imperial no quedáis satisfechos, entonces haced lo que queráis.

—Mientras respetes la opinión de tu hermano —añade Fletch—. Él también debe decidir qué hace.

Brad sonríe un poco.

—Venga, Langford —nos apoya Laurel—. No pierdes nada por aguantar un poco. La final es dentro de dos días. Piénsatelo al menos.

—Bien —bufa—. Vámonos, Brad, tengo hambre.

Él se marcha despacio con las manos en los bolsillos. Brad se despide y se marcha también.

—Gracias, Laurel —sonrío.

—No es nada. Tengo curiosidad por saber cómo acaba todo esto.

También se marcha. Y luego Jimmy. Al final, nos quedamos Fletch, Njord y yo. Me apoyo en la barandilla y suspiro.

—¿Tenéis problemas con la final? —sonríe Njord.

Le contamos lo ocurrido. Fletch se sienta en un banco algo alejado. Njord de vez en cuando lo mira de reojo, pero no dice nada.

—Tranquilo, Yukio, ganaréis. Ya lo verás —me anima—. Fletch puede tener un juego difícil, pero sé que no es un mal chico. Podéis con ello.

Asiento.

—Venga, entrenemos —se acerca a Fletch—. Tú también.

—¿Qué? ¿Yo? —se sorprende.

—Claro —lo levanta—. Eres uno más del equipo, y juegas en el Raimon, así que tienes que volverte más fuerte.

—Acabo de llegar, solo soy un suplente.

—¿Y? Tienes que estar atento. Puedes salir en cualquier momento.

—Ahora Riccardo no está, Fletch. Tienes que estar más alerta que nunca —digo también.

Él nos mira unos segundos, y al final asiente.

—Vale. Vamos a entrenar —sonríe. 

La revolución del fútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora