El inicio

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Esta fórmula maldita que me tortura el alma me hace ver que el amor con dolor es el verdadero amor, ese que nos desequilibra, que destroza y que nos cambia. Siendo esto un sufrimiento que él goza. Y a mí que me desarma...

🥀

— Pinzas — le dije a la enfermera que me acompañaba en la operación. — Bien ahora haremos sutura— Dije llevaba más de seis horas en el quirófano y por fin habíamos terminado con éxito la cirugía del pequeño Miguel, un niño de doce años con un tumor en el hemisferio derecho de su cerebro, por suerte pudimos intervenir antes de que se haya esparcido más, mientras me quitaba las protecciones, los guantes, el tapabocas, la bata, la cubierta del calzado y el gorro protector de mi cabello, Angelina se me acerco a hablarme.

— Por Dios, déjame besar esas manos benditas. — Me decía a lo lejos mientras se acercaba a mí con los brazos abiertos, al parecer con ganas de pegarse a mí como una garrapata. Así es Angelina tan extrovertida, divertida, muy hermosa y por supuesto muy habladora. — En verdad que bendigo tus manos, mujer, acabas de darle una oportunidad a un niño de volver a sentir lo bonito que es vivir.

— Realmente estoy agradecida de que esta operación fue todo un éxito— Dije con un largo suspiro, cansada, pero satisfecha, llevaba organizando muy bien esta cirugía para que todo saliera a la perfección y el pequeño Miguel pueda volver con sus padres y pueda correr en un parque o ir a la escuela a hacerse amigos nuevos como lo ha estado ansiando desde hace muchísimo tiempo. — ¿Qué hora es? — Dije levantando mi muñeca y mirando la hora — ¡Por Dios! Las nueve de la noche, iré a casa a descansar, no he dormido bien — Le dije a Angelina sobresaltándome de lo tarde que era. Saliendo de mi consultorio y tomando mi cartera me encontré con los padres de Miguel esperándome.

— Doctora, en verdad muchas gracias por todo este esfuerzo que ha hecho en salvar a mi hijo. — La madre de Miguel me abrazo con lágrimas en sus ojos. — En verdad, infinitas gracias, doctora. — El padre de Miguel también se me acerco a abrazarme, observo las lágrimas en sus ojos y no puedo dejar de sonreír, satisfecha e intrigada de que por fin Miguel ya no está en peligro. — Sin embargo, tenemos que esperar a que despierte y observar su recuperación, pero por el momento está fuera de peligro, en verdad es un niño muy fuerte y con deseos de vivir. — Dije aceptando el abrazo de ellos y calmándolos. — Por favor váyanse a descansar, no esperen aquí, todo salió y saldrá bien, tienen que recibir a Miguel en las mejores condiciones.

— La doctora tiene razón, mujer, deberíamos ir a descansar, doctora no la molestaremos más, por favor, váyase a descansar, usted también se ve agotada. — Me dijo.

— Buenas noches — Les dije tomando mi camino, últimamente he estado muy cansada y he querido meterme a la cama a pegarme un buen sueño. Entrando en el parqueadero del hospital me dirigí a mi carro entrando en él, tome camino para ir a casa. Mi casa no es la gran cosa, situada en un barrio tranquilo y normal donde los vecinos son chismosos pero buena gente. Nada de ruido, solo hay tranquilidad, mucha de hecho.

Me he dado un baño y me dirigí a la cama, lo único que tengo en el estómago es una pasta, no tengo hambre, pero lo que en verdad me molesta es que desde hace mucho tiempo tengo la sensación de que algo malo sucederá. Sin embargo, soy ignorante y prefiero seguir con mis cosas tratando de olvidar ese sentimiento. Observo mi celular y le mando mensajes a Gabriel de que estoy bien y he comido bien.

Gabriel es mi novio, lo conocí en la universidad y nos volvimos amigos muy cercanos, realmente llevamos solo dos meses siendo novios, pero yo he estado enamorada desde la primera vez que hablamos, nunca le dije, me hice la tonta y cuando él se me declaro me confesó que me empezó a mirar con otros ojos desde que cada uno encontró trabajo, se dio cuenta de que no podía separarse de mí y pues sucedió.

Me imagino que ya estará durmiendo.

Y con más razón eran las once y media, Alessandra deja de fastidiarlo y duerme tú también.

Pero no tengo sueño maldita sea, camino a casa estaba que me derrumbaba del sueño y justo cuando me acuesto no me da sueño. Me levanto y me dirijo a la cocina a tomar un vaso con agua cuando entro a mi cuarto noto que me entra una llamada de Angelina.

— ¿Qué sucede? — Contesto la llamada preocupada, ella nunca me llamaría a estas horas a menos de que sea realmente algo urgente.

— Alessandra te necesitan en el hospital, ha llegado un hombre con herida de bala en la espalda — dice alterada — el hombre está muy malherido y ruega por querer vivir.

— ¿Y los demás? — Conteste rápidamente cambiándome y corriendo a la puerta por mis llaves y mi bolso.

— Alexander está en cirugía — Dice, por todos los santos, ¿esto era lo malo que iba a suceder?

Llegando al hospital me dirigí a la sala de cirugía ya preparada, empecé a operar al hombre desconocido que venía por impacto de balas, cuatro balas en total sacadas con éxito. Realmente tiene suerte de estar vivo. Pensé, parada frente a él, la operación termino hace unos diez minutos y cuatro policías están aquí esperando que despierte para interrogarlo.

— Señores, por favor, no pueden estar adentro, tienen que esperar afuera — Dije dirigiéndome a ellos — El paciente aún está dormido y esta sala está esterilizada, por favor tienen prohibido la entrada aquí solo personal indicado. Esperen a que lo pasemos al cuarto indicado. — Dicho esto por suerte los policías me hicieron caso y salieron.

— ¿Sabes quién es él? — Le pregunte a Angelina en mi consultorio. — ¿Un ladrón, asesino o algo?

— Realmente no tengo idea, solo sé que llego aquí desesperado pidiendo ayuda y que lo salven — Dijo — Parecía asustado de sus heridas.

— O de quien quería matarlo... — Dije casi en un susurro — Tenemos que esperar su declaración, hagamos el papeleo. — Dije invitándola a sentarse en la silla que tenía al frente.

Después de un largo rato y que el sueño se me haya desaparecido por completo, lo único que tenía por hacer era seguir trabajando. Saliendo de mi consultorio me dirijo hacia donde está la habitación del pequeño Miguel, monitoreando su suero aún seguía dormido, salí de la habitación y algo dentro de mí ansiaba querer ir a la habitación del paciente hombre que acaba de operar hace algunas horas.

Me dirijo a su habitación a ver como estaba y lo que veo en la ventana me hace paralizar, un hombre al frente de la cama vestido de negro completamente. Tuve que parpadear varias veces para no imaginarme lo que estaba viendo.

¿Lo peor? Es que tenía una pistola.

Le estaba apuntando al hombre inconsciente con esta y tan solo unos minutos después como si el tiempo se hubiera detenido en este instante. Le disparo.

Lo atemorizante fue que el hombre que le disparo no dejaba de mirarme. 

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Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora