Pesadillas

2.2K 92 6
                                    

No pensé salir de aquella oscuridad.

Pero fui capaz.

Ahora me siento indestructible.

Me siento un poco feliz.

Es mi turno ahora.



Elena me dejo en la habitación después de contarme sobre su hija, se le veía muy triste y yo lamento tanto haberla hecho recordar, se despidió de mí con una sonrisa tranquilizadora, pero sabía que esto la atormentaba.

Tuve una conexión muy bonita con ella y sentía un refugio cuando estaba cerca de ella, me sentía protegida y, mi cuerpo estaba liviano ahora que pude soltar todo lo que me tenía guardado, sin embargo, empecé a sentir el temor en mi pecho cuando Elena salió de la habitación.

Ahora estaba sola.

Era tarde y estaba muy cansada, después de ducharme me acurruque en las cómodas sabanas para intentar descansar. Mi cuerpo estaba ligero, había caído rendida en la cama y luego me deje llevar por el profundo abismo que me obligaba a entrar en un profundo sueño.

O más bien una pesadilla.

Estaba en el castillo, pero no era el mismo castillo que había conocido. Ahora me arrastraba una oscuridad sangrienta en el cual veía puros cuerpos, Adara, Erika y sus esposas, mi hermana y junto a ellos estaba de pie una silueta que reconocería aun si estuviera ciega. Samael.

Corrí para alcanzarlo y cuando finalmente pude tomar su brazo, desapareció. Mire por todos lados para intentar encontrarlo y cuando me voltee a los cuerpos sin vida, se encontraba ahí, tirado junto a Morgan y Simón. Y fue cuando una risa me estremeció.

Ismail reía detrás de mí. -¿Te das cuenta? -Dijo entre carcajeadas. -Fuiste tú quien los llevo a esto.

¿Pero yo que tenía que ver en todo esto?

Gritaba desesperadamente, Ismail saca una enorme daga de metal de no sé donde y cuando menos me lo espero, está en frente de mí, hacía intentos de correr, pero no podía, estaba completamente tiesa, ningún musculo se movía, mi cuerpo no me obedecía. Entonces, Ismail enterró la daga en mi pecho. Lograba sentir el dolor de aquella daga, clavaba justo en mi corazón, sentía la angustia de despertar, sabía que esto era un sueño.

Como también sabía que en aquella pesadilla siempre era yo la marioneta y hasta que el titiritero tuviera suficiente satisfacción con mi dolor, no podía despertar.

El escenario cambió a un enorme lago de rosas rojas y fue cuando me di cuenta de que Ismail siempre fue el hombre de capucha negra de aquella vez.

Él siempre vigilaba mis pasos...

Las caras de todos mis abusadores estaban en un círculo a mi alrededor y con sus asquerosas bocas pronunciaban mi nombre.

— Alessandra...

— Alessandra...

— Alessandra...

Algo me tomo del tobillo y mi caída no tenía fin.

Y entonces desperté de un salto.

— ¿Alessandra?

Escuche de nuevo mi nombre, como si me hundieran en un lago evitando que respirara, voltee lentamente mi cabeza hacia la persona que repetía mi nombre de nuevo.

— Estás sudada y pálida niña — El viejo que me salvo de la calle estaba frente a mí.

— ¿Qué? — Susurre, todavía con aquella sensación de pánico, la pesadilla se repetía una y otra vez en mi mente.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora