Deseo ardiente

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Disfruto verte volviéndote loca.

Esta noche me entretengo con tus ojos saltones.

Pero mañana te devoraré.

Sigue corriendo de mí.

Siempre te encontraré, donde quiera que estés...

🔥

Rasguños, césped y mucho barro, tengo en mis pies descalzos, he estado corriendo alrededor de una hora, trato de calcular el tiempo, me quité las zapatillas que tenía y corrí lo más que pude, el grande y muy largo jardín que rodeaba el castillo donde me encerraron estaba completamente solo. Al principio me pareció extraño, pero trate de calmarme pensando que es porque están en esa fiesta.

Por ahora me encuentro en un bosque, estoy perdida, desubicada, tengo miedo y frío, pero ya no hay vuelta atrás, me tranquiliza saber que estoy fuera y lejos de ese maldito lugar donde me tenían prisionera, estoy sentada encima de un tronco caído de un árbol, trato de tomar aire, calmarme, el dolor de las ramas enterradas revientan en mis pies. Estoy adolorida de tanto correr.

Quizás Samael y la gente de allá adentro ya se dieron cuenta de que no estaba y me están buscando, pensar en eso solo me hace temblar. Si Samael me encuentra... Trato de no pensar en las posibilidades de que lo haga. Aquí es cuando viene el arrepentimiento, mi hermana está en riesgo por mi culpa. Si me encuentran es definitivo que le hará daño, no fui para nada astuta al salir a correr de esta forma. Lo sé, maldita sea, lo sé. Pero estoy tan desesperada, puesto que, no actué con el cerebro, reaccione de esta forma por el miedo. Respiro hondo y me levanto del tronco en el que estoy sentada, necesito salir de este bosque. Encontrar una carretera donde pasen carros o algo que me ayude a ir a la casa de mi hermana o al aeropuerto.

Todo esto fue una mala idea.

Eso me queda muy claro.

No tengo un plan en concreto.

No sé qué hacer.

Trato de caminar, pero el dolor de mis pies es tan severo que me tumba al suelo. Hago los intentos de levantarme, no me puedo rendir, sigo caminando hasta llegar a un árbol gigante, empiezo a escuchar ruidos a mi derecha. Mierda.

No lo pienso más y camino más rápido, no estoy asustada si es un animal, me asusta más pensar que sea Samael. Prefiero enormemente morir aquí, que permitir que él haga lo que quiera conmigo. Me rehusó, al menos sé que es mi decisión morir acá.

El ruido de antes ya no está, y frente a mí veo una luz, corro hacia esa luz y una tranquilidad enorme inunda mi ser. Por fin logré salir a la carretera, unas ganas de llorar ahora me invaden. Lo hice, logre al menos salir del bosque.

Tú puedes Alessandra.

Empiezo a escuchar autos pasar e intento parar alguno que pueda llevarme.

—¡Señor! —Grito y los cielos me bendicen cuando este para.

—Señorita — Habla el señor desde la ventana del auto, es un auto viejo y el que lo maneja es un señor adulto. — ¿En qué puedo ayudarla?

—Señor, necesito ayuda, ¿Usted puede llevarme a la ciudad? — Le pregunto desesperada.

—Si claro, hacia allá voy, por favor entre y siéntese en los asientos de atrás.

No digo nada, solo le agradezco con toda mi alma, abro la puerta y me siento en la parte trasera del auto, empiezo a temblar, aún no me la creo, estoy buscando mi libertad, una libertad que casi me la arrebatan, pero que ahora, la he recuperado. El señor no dice nada, lo único que me comento fue sobre el clima, que hace mucho frío, y solo me pregunto hacia donde me dirijo.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora