Un orgasmo

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Tu cuerpo.

Tus gemidos.

Tu rostro llenándose cada vez más en un mar de expresiones.

Pensamientos ocultos se generan en mi.

Quiero romperte.

Y después reconstruirte para que al fin seas completamente mía.

Qué  obsesión.

Qué  amor.

Qué  locura.

Me vuelves loco.

Mi hermosa fantasía.

Mi maldito ángel.

-

-

Samael me carga en sus brazos, caminando en el estacionamiento directo a su carro, estoy cansada y sudada por lo que paso. Los espasmos en mí entre pierna aún siguen presentes, con esto aprendí que no debo provocarlo. Nunca más volveré a creerme más fuerte que él.

Mierda.

Estoy tan avergonzada.

¿Por que a mi?

Pero... mi cuerpo admite que le fascinaba esa sensación.

Esta adrenalina.

Y el imbécil de Samael no hizo nada.

Lo odio tanto.

40 minutos antes...

¿Qué podría ser?

—Esto que tengo aquí... —Dice alzando la cajita en sus manos. —Es un vibrador.

¿Un qué?

—Un... ¡¿un vibrador?! —Pregunto angustiada. — ¿Por qué traes un maldito vibrador?

¡¡Definitivamente, es un pervertido!!

Mis oídos escuchan una risa. —Esto... angelito, al principio sería un regalo, pero como te portaste mal... será una tortura placentera.

Mi cuerpo tiembla.

Sé lo que es un vibrador, mis amigas de la universidad trajeron un montón de vibradores cuando cumplí veinte años. Antonella hizo la fiesta, ella planeó esa locura, pero nunca he probado uno. Admito que a veces me daba curiosidad saber esa sensación, ellas decían que era algo maravilloso para alguien que no había empezado su vida sexual, nunca compre uno. Estaba tan sumida en mi trabajo que se me olvidaba lo que mi cuerpo necesitaba.

Ahora este idiota planea meterme esto.

Y eso no es lo peor.

Lo piensa hacer en el hospital, en mi consultorio.

Está completamente loco.

Uno de sus brazos sostiene mis manos atadas con su cinturón, y con el otro abre la caja y saca una bolita pequeña color rosada de una bolsita trasparente. Es diminuto. No creo que me haga nada.

Estoy acostada a la fuerza en mi escritorio, mientras que Samael mira mi entre pierna sonriente. —Esta cosita se ve que no sirve para nada angelito, pero cuando este adentro de ti, te mandara al maravilloso mundo de locura. —Su sonrisa se ensancha más, mientras yo trago saliva.

—No vas a hacer eso en este lugar por Dios... —Intento hacer que caiga en cuenta de donde estamos.

—¿No es más excitante eso? —Me da un corto beso en mis labios. —Que la gente escuche tus gloriosos gemidos. Pensar en eso no me gusta, pero siempre es bueno demostrarles que solamente yo te permito sentirte así. —Cambia su cara a una más seria. —Se una buena chica y gime bajo, que solo yo escuche. — Su mano deja de sostener mis manos atadas, en cuestión de segundos arranca mi ropa interior, dejándole a la vista mi vagina mojada.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora