Todo es real, él lo es

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Su alma y su corazón, con sombríos pensamientos.

Nadie querrá saber el secreto. Te consumirá. Como él lo hizo conmigo.

Ahora, ¡corre!

🥀

Corriendo por el pasillo del hospital, mi mente no dejaba de pasar las imágenes que acababa de ver, ese hombre siniestro con su brazo extendido y en su mano un arma... La sangre.... El muerto. Yo no pude hacer nada... no pude ayudarlo, no pude.

Todo en mi cabeza era un caos, llegando a la recepción del ya solitario hospital, temía por mi vida, ¿Y si me encontraba? ¿Me mataría? ¿Me vio la cara? ¡¡Pues claro que me vio la cara!! Su sonrisa perversa y sus ojos penetrantes aún los tengo grabados en lo más profundo de mí ser.

Miro la hora en el reloj de la recepción del hospital y me doy cuenta de que es tardísimo, son las tres de la madrugada, y no he dormido ni comido nada, estoy agitada y desesperada, de repente me dieron mareos y escalofríos. Siento como si ese hombre maligno está observándome.

No veo a nadie, es como si el mundo se haya desaparecido y solo quedemos esa persona y yo, ni los policías, ni las enfermeras o enfermeros, ni gente en los pasillos, no veo a nadie en este lugar cuando los necesito.

El hospital en el que trabajo casi siempre está lleno de personas, no muchas en realidad, pero si las suficientes como para mantenerte ocupado.

Es tarde — pienso — Quizás están todos en sus consultorios, si, definitivamente, si los están — trato de consolarme a mí misma y convencerme de que todo lo que vi, no fue real. — No es real... No es real... Nada de esto pasó, todo lo imaginé por el cansancio y la fatiga, si es así. — Tanto fue el shock que tuve que me tire al piso y abrace mis rodillas.

Oigo voces en los pasillos, asustada, me levanto pensando que es aquella persona y mi respiración se detiene. Gracias al cielo, eran los policías que esperaban por el paciente ya fallecido para que diera la declaración.

— Doctora, que bueno verla. – Me dice uno de los policías. — Doctora, la veo muy pálida, ¿Está usted bien?

— S... Si – Tartamudeo nerviosa, mis manos no paraban de temblar — Señores, y... Yo, acabo de ver algo muy grave. — Dije asustada, hablando cada vez más bajo, con lágrimas en mis ojos tomo la valentía posible y les digo — Vi como una persona encapuchada, mató al paciente herido de cu... Cuatro balas. — Solté finalmente, mis lágrimas caían cada vez más y sentí la necesidad de sentarme.

— ¿Doctora, usted vio a la persona? — Soltó el otro policía que no había hablado y se me acerco a mí. — ¿Cuál es la habitación? — Me dijo, mientras me miraba sospechosamente.

— 306 — Respondí temblorosa. Corriendo hasta la habitación, observo como los enfermeros de sus respectivos turnos aparecían de a poco. Esto es impresionante.

— Aquí, esta es — Les dije, con una señal para que entraran. Pero lo que más me desconcertó fue que en la habitación no había nadie, ni cuerpo, ni sangre. Nada, no había rastro de aquella persona.

— Doctora, ¿Nos toma el pelo? En esta habitación no hay nadie, si lo que acaba de decir es verdad, entonces usted es sospechosa de un posible homicidio. — Menciono cruelmente, mirándome como si viera a la peor basura de este mundo. — Por favor colabore y díganos en donde está el cuerpo. — Me dijo su compañero.

— ¡Lo juro! Yo vi a esa persona matarlo... Yo... Yo — Tartamudeaba, me temblaba todo el cuerpo y las palabras no me salían. — Aquí está, ¡¡Debería de estar!!

— Doctora, por favor acompáñenos a la estación de policía. Usted tiene que dar una declaración concreta de lo sucedido.

— Y posiblemente también este en problemas, por mentirle a un oficial de policía. O quizás por complicidad... – Había dicho el otro policía mirándome.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora