Las fases de un tormento

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Caí de nuevo en un cuerpo.

Solo para encontrarte.

Qué astuta es la noche.

Qué astuta es la vida.

Las memorias de un ángel caído me atormentan.

Siempre me encuentro con tus ojos.

Perdidos en un mundo de olvido.

Tú no me olvidas.

No puedes.

Siempre terminarás cayendo en mí.

Siempre.



La oscuridad.

Decidí empezar a entrenar a mi angelito esta misma tarde, después de haber comprobado unos documentos para las personas que rescatamos tengan protección. Explotamos tres locales en donde se veía más venta de órganos que prostitución, ahora mismo me encuentro sentado en mi despacho con mi angelito descansando en mis piernas mientras yo reviso las carpetas que me dejo Morgan.

Tiene los ojos cerrados, está sonrojada a medio vestir y mechones rebeldes de su cabello están en esparcidos en mis brazos, mientras su cabeza se apoya en mi pecho, admito que esta reacción no era la que esperaba de alguien tan inocente como ella, después de contarle a que me dedico en realidad, la verdad es que lo tomo muy bien, esperaba una reacción a la defensiva, quería ver como huía de nuevo y quería que se diera cuenta como la atraparía nuevamente.

Ya no puede escapar.

Pero no huyo.

No lo hizo.

Está más calmada, reacciono asustada, pero un brillo de valentía se veía en sus ojos.

Ese brillo que me fascina de ella.

Da largos suspiros mientras espera que termine con mis cosas, sigue agotaba por lo que hicimos en esta mesa. Su olor a lavanda y pureza inunda mis fosas nasales mientras que se crea de nuevo el deseo de consumirla. Pero tengo que controlarme, mis impulsos solo harán que se canse más y no tenga la energía para entrenar, aunque no me parece mala idea verla cansada en nuestra cama, rogándome por más.

Termino de revisar el último documento, y acaricio su cabello para despertarla.

—Angelito, no te duermas. —Le susurro. —Tenemos que reponer energías, vamos a almorzar juntos. —Le propongo entusiasmado.

Mi angelito levanta perezosamente su cabeza, me encuentro con sus preciosos ojos verdes, esos ojos me regalan un brillo que no permite que le quite la mirada de encima, da un asiento cansado y se levanta de mis piernas.

La ausencia de su peso se hace presente, así que me levanto de donde esto sentado, observándola dar un bostezo, suelto una pequeña risa y la tomo de la cintura para devorar sus labios.

Cuando corto el beso, ella me mira callada, se pone más roja y yo sonrió. —Vamos angelito. —Digo ofreciéndole mi mano, ella duda si en tomarla o no, pero al final termina tomándola.

Salimos de mi despacho y rápidamente nos encontramos con las diferentes caras de: Erika con su cara perversa, sabe lo que hicimos, pero no lo hace notar, Morgan siempre tan discreto e indiferente, Simón con su sonrisita pervertida, se ríe y el imbécil lo hace notar y por último Eliot, callado y observador, mira a Alessandra y después me mira a mí, cada uno sabe lo que hicimos en mi despacho, oyeron los gemidos de mi angelito, volteo a mirar a mi angelito y efectivamente está sonrojada y avergonzada, estoy satisfecho con esa reacción y vuelvo a verlos a ellos. Pongo mi mejor cara de seriedad y paso por su lado, ignorándolos, tomando fuertemente de la mano a mi angelito.

Tentación siniestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora