♤27♤LA FIGURA DEL VIENTO

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Año 6
10Ka, 50Ma.
Bajo Mundo.

Mofa no era que Bajo Mundo traicionaba. Su entorno cambiante, su ambiente tóxico y la sensación de estar muriéndote a cada paso contribuían a abandonar todo intento de escape.

Pero yo había pasado años —según el tiempo de Irlendia— con un experto cazador, uno que me enseñó a estudiar el terreno y analizar factores como la posición del sol, el silbido del viento y la intuición personal. Forian me enseñó a confiar en mí.

Estaba segura que la nave debía estar pasado el árbol torcido. A pesar que el cielo en ese momento se mostraba entre amarilloso y anaranjado, y que la inclinación de las sombras se rendía a una contradictoria a su naturaleza, yo estaba convencida que los charcos de agua turbia eran los mismos que me enfangaron los zapatos cuando llegué.

Sin embargo cuál fue mi asombro al darme cuenta que la nave había desaparecido. ¡Desparecido! Una nave enorme con un diseño extravagante en medio de un mundejo de pesadillas. ¿Podía ser posible?

—¿La han robado? —especuló Eskandar después de que le jurara por el trono supremo que el Y90s Pro debía estar justo a pocos palmos de nuestra posición.

—¡¡Quién diantres se roba una nave en medio de la nada!!! —repliqué sintiendo la energía verde que se apoderaba de mis dedos.

Estaba enojada y eso en Irlendia detonaba el fulgor verde en mi cuerpo.

Eskandar caminó unos metros alrededor del lugar. Se agachó y comenzó a inspeccionar el terreno, el barro de allí debía darnos respuestas. Me acerqué y me fijé en las marcas frescas que Eskandar siguió con atención. En silencio y concentrados, ambos caminamos a donde las pistas nos llevaban.

Bajo Mundo continuaba haciéndole honra a su título del mundo más ignoto producto a su estado cambiante. Fue en aquellos minutos que seguíamos las pistas, que el cielo se despojó de los colores propios del otoño para adquirir un teñido azul oscuro que se alumbraba con millones de puntos. Tal vez eran estrellas pero no podía asegurarlo. La temperatura ambiental cambió de húmeda y cargada, a fría y seca. El terreno dejó de ser fangoso para asemejar las dunas de un desierto; esa condición se combinó con un panorama inhóspito y cenizo, con suma oscuridad y sin rastro que seguir.

—Termina aquí —anunció Eskandar frunciendo el entrecejo.

—Algo anda mal. —Observé con sospecha la tranquilidad del sitio.

A donde quiera que mirara solo veía la arena de desierto levantada por momentos por las débiles ráfagas que aparecían y desaparecían; el viento tenía un silbido lejano cuando soplaba. Excepto por eso, todo permanecía en quietud y dicho estado inhabitual me encendió el sentido de alerta.

—¡Mira! —La señal de Eskandar fue dirigida a una roca de mi derecha, a pocas millas.

—Eso no estaba ahí hace un instante. —Entrecerré mis ojos tratando de definir mejor.

—No, no estaba —confirmó él—. Como tampoco eso. —Su dedo señaló en un lado diferente a una roca exactamente igual.

—Ni eso. —Capté una tercera roca.

También una cuarta. Luego una quinta, y sexta. De repente empezaron a aparecer una cantidad atemorizante de ellas. Contraje mis músculos, lista para atacar. Forian me había enseñado a agudizar mi visión, usar mis poderosos ojos como lupas y detallar objetivos. Pues bien, vi con precisión que en realidad aquello no eran rocas, sino bultos. Bultos peludos que de concentrarse el tiempo suficiente en ellos se descubría el lentísimo sube y baja de su respiración.

LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLEVO CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora