♤52♤ SALTO EN EL ESPACIO

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Ustedes leyeron la primera parte de este capítulo en un adelanto que publiqué con anterioridad. Pero por favor, lean lo que sigue hasta terminarlo para conocer con exactitud qué le sucedió a Arthur.

julio 24, 2021.
Westlake Village,
Estados Unidos.

El neurocirujano se acomodó su bata blanca antes de hablar. Ciertamente, dar malas noticias nunca había sido su fuerte pero en aquel preciso momento resultaba más engorroso que todas las veces anteriores juntas porque debía darlas nada menos que a los Kane y como si no fuera lo suficientemente grave, en el día que Arthur cumplía veintiún años.

Cuando fue llamado por el señor Alioth debido a una «urgencia» de su hijo, él intuyó que se trataba de algo serio. ¿De qué otra forma sino lo harían ausentarse de sus obligaciones para traerlo a Mansión Fortress en el cumpleaños del primogénito? Y luego, al enterarse que el muchacho llevaba varias citas perdidas con Sergio, el fisioterapeuta, por una debilidad muscular excesiva y un adormecimiento regular en los miembros afectados, tuvo que mandar a que Arthur se sometiera a una resonancia magnética de la columna para así poder descubrir qué había detrás de dicha alteración de la sensibilidad.

Pero los resultados no arrojaron más que malas noticias.

—Habrá que operar —informó despacio, esperando que padre e hijo asimilaran la noticia con la mayor calma posible.

Hubo un silencio en el que el más joven se dedicó a contener la potente emoción que escondía su corazón. El color rojo se apropió de su frente y el médico perdió la cuenta de las venas que salieron a relucir. La tensión en Arthur lo tenía a punto de estallar.

—Tiene que haber un error —dijo bajo el heredero Kane, quizás para él mismo.

Arthur estaba seguro que había algo malo con él, sin embargo las palabras se deslizaron fuera de sus labios por inercia. Desde la fatídica noche de la cena de los Kane, aquella en la que su primo Adrián se había ausentado y Arthur sospechó que la cosa encerraba desastre, su cuerpo había caído en un retroceso preocupante. Empezó cuando tuvo que arrastrarse hasta el compartimento secreto donde Alioth guardaba la energía Oserium que se había repuesto por la que Aaron tomó sin avisos para comprobar que efectivamente, el hijo mayor de Adara se la había robado. Fue esa noche, en ese momento, que el que había sido la joven promesa de Estados Unidos sintió cómo se le quebraban todas las vértebras hasta el alma.

Ignorando el dolor, las náuseas y falta de oxígeno, ordenó a Jackson que lo llevara hacia la Academia y el resto de los sucesos habían tenido lugar con bastante fuego, literalmente. Destrozar y reducir añicos el santuario morboso que alguien de su propia sangre tenía para venerar a Khristen exigió un esfuerzo sobrehumano de su parte. Arthur se reafirmó que ira y rabia legendarias eran las que lo habían sostenido mientras agotaba la poca energía de su organismo. Se concentró en dichas sensaciones negativas para hacer caso omiso de la asfixia, escozor y la compresión del pecho.

Pero allá en su subconsciente, en un remoto rincón alejado del pensamiento principal en esos momentos (el pensamiento que él a voluntad había entregado a la mujer que más amaba a manos de un trastornado obsesivo) se guardaba la alerta que algo realmente malo estaba pasándole a su cuerpo, que su médula tenía una afectación grave que le acarrearía negras consecuencias más adelante. No obstante acalló esa insistente vocecita que se hacía eco del dolor. Arthur creyó —o se obligó a creer— que con reposo bastaría; que las fisioterapias seguirían ayudando y él se repondría antes del año.

LEGENDARIOS2️⃣MIENTRAS TE LLEVO CONMIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora