Capitulo<3

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Ophelia

El campo verde adornaba mi vista, eran las tres de la tarde y el sol quemaba como fuego, pero aún así no nos detuvimos.

Spencer y yo teníamos entrelazadas las manos, atrás nos seguía Rosalie y mi tía Lucía, caminábamos hacia el campo cerca del lago. Ese era el favorito de mi mamá, lo descubrí en la carta del armario.

Era una carta que mi mamá le escribió a Emily Evans, junto con otra que Emily le escribió a mi madre. Me sorprendí cuando descubrí que el gran amor de mi mamá fue una mujer, y mucho más que su mamá sería la anciana de la floreria.
Amelia murió un mes después de mi mamá, fue accidente de auto, la señora Evans dice que fue cosa del destino. Mi mamá y Emily eran almas gemelas, eran su más grande amor y aunque pasaron más tiempo separadas que juntas, una no puso vivir sin la otra.

Y lo entiendo, Spencer significa todo para mi, me hubiera gustado conocerla.

Nos detuvimos en el campo
-¿Estas lista?- me pregunto Rosalie mientras me deba una sonrisa
- Lo estoy-
Entre todos lanzamos las cenizas al aire, se esparcieron por todo el exterior, veía como se iba cada carta que le escribí a mi madre, cada lágrima, cada cosa que le dije, cada te amo, cada te extraño.

Había quemado las cartas que le escribí en forma de despedida, era hora de dejarla ir y le parecía que esa era la manera, encontré su lugar favorito en el mundo, y ahora mis recuerdos con ella perseveran para siempre en el aire.
Con cada carta escrita expresaba mi amor, ahora la deje ir, es tiempo de que descanse en paz con Emily.

- Te amo mamá, hasta luego- dije en el aire.

Spencer me dio un abrazo y luego mi tía Lucía hizo lo mismo. Nos quedamos un rato más hablando en medio de campo hasta que vimos el atardecer.

Sufrí mucho la muerte de mi mamá, pero si algo aprendí fue que el dolor nunca es permanente, y que no es necesario olvidar a esa persona, basta con recordarla como un gran amor y una gran alma, para que puedas tener paz. Mi mamá fue una persona triste, ahora espero que donde sea que este, sea muy feliz. Ella se lo merece.

- Vamos - dijo Spence, tomó mi mano y volvíamos a casa. No pude evitar mirarle, era muy afortunada de tenerlo, y ahora me doy cuenta de lo feliz que soy.

Mamá, es hora de ser felices.

Cartas de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora