Narrador Omniscente
La lluvia no paraba, gotas caían por el cristal de la ventana. Ophelia estaba en la sala, veía un programa de televisión intentando olvidar el hecho de que su mamá llevaba encerrada en su habitación más de 5 días. Su mamá había dejado de comer, lloraba cada noche y aunque quisieran hacer algo, la depresión crónica no tenía cura alguna.
Ella amaba a su hija con toda su alma, pero el hecho de respirar le dolía mucho. Quiso vivir por ella, pero no era suficiente, ella no quería vivir.
Un trueno resono por toda la sala, Ophelia saltó en su lugar, las tormentas siempre le ponían los pelos de punta. Esa noche dieron indicaciones de precaución, pues había pronóstico de tornado, sin embargo algo más fuerte azotaria la casa de la familia Harper. La chica y su mamá llevaban viviendo solas toda su vida, sin embargo la residencia no se imaginaria lo que pasaría esa noche.
Una llamada al 911 bastó para que la vida de Ophelia diera un giro de 180°, Ophelia tenía rato escuchando la regadera de la habitación de su madre, sus instintos de supervivencia le indicaron peligro. Tomó las llaves de la encimera y tocó la puerta, ella no le contestaba. La llave dio la vuelta escuchandose un *clic*.
El agua había inundado la habitación de su madre, las cosas del suelo estaban mojadas, Ophelia sentía como el corazón le palpitaba muy rápido. Dio la vuelta a la manija, giraba lento como si no quisiera abrirla.
Su mundo se vino abajo, el mundo se detuvo, su vida de derrumbo en mil pedazos, sentía como un vacío se extendía a lo largo de su pecho. Lágrimas y lágrimas recorrían sus mejillas, sus pupilas se dilataron y su corazón se detuvo.
La imagen de su mamá con sus muñecas cubiertas de sangre la perseguirá toda su vida, la navaja hacía un lado de ella, Ophelia se apresuró a cerrar la regadera, con una toalla que estaba en el baño apretó su muñeca izquierda, se quitó su blusa para apretar la derecha, con el fin de parar la sangre. Tomó el teléfono de su madre que estaba en la cama de ella y marcó al 911.
Sirenas, paramédicos, una mujer dándole una cobija para taparla del frío, pues aún estaba en sostén, y aún así Ophelia no sintió frío alguno, no escuchaba las voces, no escuchaba lo que le decía el paramédico, sólo veía a su mamá cubierta de sangre con sus ojos celestes casi negros por sus pupilas dilatadas, sólo miraba a su mamá amarilla por toda la sangre que perdió. Ophelia no escuchaba a nadie excepto lo que le dijo el paramédico
*No se pudo hacer nada, lamentamos su pérdida*.Esas últimas palabras le dolerían toda la vida, Ophelia vivirá el resto de su vida con la imagen muerta de su más grande amor, su mamá.
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Cartas de verano
Teen FictionOphelia a tan sólo tres meses de cumplir sus 18 años, decide pasar el verano en un pequeño pueblo donde su madre solía vivir de niña. Su tía Lucía la amaba tanto como podía hacerlo, y aunque la madre de Ophelia no estaba a su lado, siempre podía hab...