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Cojo el móvil y lo primero que veo es un mensaje de mi prima Denís, tan simpática como de costumbre:

«Buenos días, Lili, ¿estás preparada para la fiesta de este sábado? Yo tengo un buen lío, no sé si llevar a Edu o a Jorge, ¿tú qué opinas?»

Mi prima tiene la gentileza de adjuntarme fotos de los presuntos candidatos a entrar dentro de la secta familiar. No sabría decir cuál de los dos es más guapo, son asquerosamente perfectos. Si mi intención era olvidarme de Álvaro, con esto acabo de hundirme. Vuelvo a dejarme caer a plomo sobre la cama, enterrando la cabeza en la almohada; a esto se le llama una gran putada.

Es injusto que haya mujeres con dos novios cuando aún queda población femenina soltera, pienso fervientemente que esto debería estar penado por la ley.

Emito un sonoro bufido y desconecto el teléfono para pasar de todo. Estoy cansada de estas situaciones, de la gente que disfruta haciéndome la vida imposible. ¿Por qué? ¡¿Qué mal tan grande he hecho para merecer este castigo?!

Cuando consigo recobrar la compostura, enciendo la radio y la primera canción que se escucha es Talk about you, de Mika; me gusta, es lo suficientemente animada para distraerme mientras me visto con mi ropa habitual: camiseta lisa, vaqueros desgastados y zapatillas de deporte. Es una costumbre heredada de papá, ya que vestir de forma funcional hace que me sienta mucho más cómoda. No soy de esas que se embuten en un vestido de lycra y se suben a unos zapatos de tacón de aguja, las escasas ocasiones que he intentado feminizarme un poco, estoy tan rígida y me siento tan desubicada que... ¡Bah! ¿Para qué esforzarse tanto? Ni vestida así la gente llegaría a fijarse en mí, a veces pienso que una de mis mejores cualidades es la invisibilidad.

Antes de acabar de domar mi pelo, atándolo en una coleta alta para que se alborote lo menos posible, escucho el timbrazo del interfono y me apresuro a descolgar el telefonillo; aún albergo la vaga esperanza de que pueda ser Álvaro, que en un arrebato de sensatez y arrepentimiento, ha reconsiderado su decisión y ha decidido acompañarme a la fiesta como acto de solidaridad.

—¿Nos abres, marmota, o vamos a tener que usar la llave?

Sonrío más animada. Me pongo las gafas de pasta que anoche dejé en el mueble del recibidor y me apresuro a abrir, deseosa de recibir a mis mejores amigas: Raquel y Gina.

Raquel:

Treinta y cuatro años. Soltera. Padece hipocondría crónica, motivo por el cual, sus costumbres y rituales de desinfección y limpieza son un tanto extravagantes.

Trabaja desde casa escribiendo artículos de opinión para una editorial, ya que le cuesta salir debido a que las aglomeraciones y multitudes le generan mucha ansiedad.

Como dato de interés, lleva años acudiendo a un psicólogo para intentar solventar parte de sus problemas.

Gina:

Treinta y cinco años. Soltera. Lesbiana que aboga por la prevalencia de la mujer sobre el hombre, por ello los odia a todos sin excepción, y si por ella fuera, los castraría a todos con una catana oxidada y sin anestesia; palabras textuales.

Es una escultora que empieza a despuntar en determinados círculos sociales, aunque prefiere mantenerse en el anonimato, por eso hasta ahora sus apariciones públicas han sido contadas.

Como os podéis imaginar, mis amigas y yo formamos un trío de lo más variopinto, cariñosamente nos he bautizado con el sobrenombre de X-Girls; no descarto la posibilidad de que seamos mutantes, tan raras y distintas que puede que formemos parte de alguna otra especie manipulada genéticamente o, también barajo la posibilidad de que hayamos sido expuestas a altas dosis de radioactividad en el útero materno. Sea como sea, nuestro principal objetivo es pasar desapercibidas, con mayor o menor éxito, entre los humanos.

Friend ZoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora