Recibo llamadas de mis amigas durante la tarde, incluso de Héctor, pero no tengo fuerzas para hablar con ellos porque esta vez soy incapaz de disimular, no tardarían en notar mi aflicción y tendría que descubrir los últimos acontecimientos para luego escuchar sus reiterados reproches diciéndome, una vez más, que esto pasaría, que solo era cuestión de tiempo que él me hiciera el mismo daño que los demás; es más de lo que puedo llegar a soportar. Como una cobarde, silencio el móvil y me siento en el sofá. No hace frío, pero me envuelvo en la manta cual gusano de seda en su fase de crisálida.
No dejo de temblar, es obvio que estoy muy afectada. Trato de encontrar un argumento que me ayude a encajar lo sucedido en el bar, pero mi voluntad está mermada y soy incapaz.
Afuera el cielo se ha vuelto gris de repente y ahora caen chuzos de punta, una densa cortina de agua emborrona el paisaje urbano que se ve desde mi ventana. Todo permanece en silencio, todo menos el sonido de la lluvia repiqueteando contra los cristales y el latido desbocado de mi corazón desde el interior de mi pecho.
¿Y si Aitor no solo se acuesta con Denís? ¿Y si llegan a gustarse y deciden iniciar una relación formal? ¡Dios! ¿Y si se van a vivir juntos?, o peor aún, se casan. ¡¿Y si acabamos siendo familia?!
¡No! Jamás estaré preparada para algo así, ¡ni en un millón de vidas! Me iré, lo juro, me iré lejos, a Italia tal vez, siempre he querido vivir en Nápoles.
Cierro los ojos, derrotada, deseando que en uno de los prolongados parpadeos encuentre la paz que tanto anhelo y me quede dormida, dormida para siempre.
Mis ojos se abren de golpe al escuchar el brusco aporreo de unos puños contra mi puerta. Pienso en mis amigas, tal vez están preocupadas por mí, pero ¿por qué no usan la llave como en otras ocasiones?
Me levanto con torpeza y voy arrastrando los pies hasta el recibidor cuando los fuertes golpes vuelven a producirse.
—Abre o tiro esta puta puerta abajo, te lo juro, Sara.
Esa voz me deja paralizada a mitad de camino, sopesando si ceder o no a su violenta demanda.
—¡No puedes venir a mi casa y amenazarme! ¿Quién te crees que eres?
—¡Vamos! No seas cría y abre de una puñetera vez esta maldita puerta.
Gimo dolida, pero una fuerza superior me empuja a no dejar pasar un segundo más para abrir la puerta.
Aitor aparece frente a mí con la misma ropa que llevaba en el bar, pero está completamente empapado y la expresión de su rostro denota un importante cabreo. Su pelo cae hacia abajo por encima de los ojos, por lo que mueve la cabeza varias veces para apartar los molestos mechones de su campo visual. Además, por su errática respiración, parece como si hubiera subido las escaleras corriendo en lugar de usar el ascensor.
—¿Qué quieres? –demando con rabia, todavía temblando por su inesperada visita.
—¡Maldita sea, ¿acaso no lo ves?! Estoy aquí, ¿no?
—Sigo sin saber qué quieres –musito apartando la mirada con aire avergonzado.
Bufa desesperado, cierra la puerta con el pie y avanza con decisión hacia el salón, ignorando mi mosqueo.
—Tu prima es un personaje peculiar, ¿lo sabías? –farfulla irritado–. Se me ha insinuado de todas las formas posibles.
Tras esas palabras, la rabia se apodera de mí abrasándome por dentro como una llamarada sin control.
—No es nada nuevo –le suelto mientras contengo las ganas de desatar el llanto–. Pero no toda la culpa es suya, tú también tienes lo tuyo...
Se detiene en el acto y me mira con intensidad. Sus ojos relampaguean con súbita fiereza.
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Friend Zone
RomanceSara García no tiene nada: ni un físico envidiable, ni un trabajo bien remunerado, ni una familia unida y mucho menos unas amigas normales, pero sí tiene un sueño: conocer al hombre perfecto a la vuelta de la esquina. ¿Lo conseguirá? ... Esta soy yo...