—Te vamos a echar mucho de menos –dice Lourdes, dándome un fuerte abrazo. Montse se coloca a su lado y me acaricia la espalda con cariño.
—Lo hemos pasado muy bien juntas, ha sido todo un placer trabajar contigo. Espero que las cosas te vayan bien y recuerda que estamos aquí para cualquier cosa.
—¡Eso! –exclama Lourdes, dejándome recobrar el aliento tras el abrazo–. Y no olvides mantenernos informadas cuando encuentres al décimo.
Me echo a reír.
—Así lo haré, descuida.
Montse me da dos besos en las mejillas y me acompaña hasta la puerta. Es extraño abandonar el lugar en el que he trabajado cinco meses, pero tarde o temprano esto iba a suceder, ninguna suplencia dura tanto, pero al menos esta ha sido bastante larga y he podido conocer a gente especial, con la que me he sentido a gusto.
Miro la pequeña caja que llevé a la oficina con las cuatro cosas para acondicionar mi mesa y me doy cuenta de que esta es la triste historia de mi vida. Siempre voy de aquí para allá con cosas, no tengo nada estable: ni empleo, ni apartamento. Me muevo continuamente en busca de un alquiler más bajo, ya que odio pedir dinero prestado a mi padre, pero en los tiempos que corren, no me queda otra.
El semáforo se pone en verde y avanzo por el paso de peatones a toda prisa, estoy a punto de llegar a la otra acera cuando tropiezo con el bordillo y aterrizo con las rodillas en el suelo; la caja cae conmigo esparciendo todo su contenido por el suelo. Me da una vergüenza tremenda y empiezo a recoger todos los bolígrafos, papeles y clips gigantes de colores que han quedado desperdigados por todos los rincones.
Mientras recojo con nerviosismo, me veo reflejada en el cristal del escaparate de una zapatería y la imagen que proyecta me resulta patética. Un hombre pasa por mi lado, me esquiva y pisa una de mis hojas estampando su huella del cuarenta y tres.
—¡Eh, capullo! –Recojo rápidamente la hoja e intento limpiarla con los dedos.
El hombre ni siquiera se disculpa, se limita a emitir un sonido de desprecio, una especie de "Puaj" entre la nariz y la garganta, antes de darse la vuelta y continuar por su camino.
Y esto es lo que pasa siempre; soy la chica invisible, la que está ahí pero nadie ve. Entonces, por si albergaba alguna duda respecto a mi posición en la escala social, una despampanante morena tropieza en el mismo bordillo que yo dos metros más abajo, y tengo el dudoso privilegio de presenciar cómo un hombre detiene en seco su vehículo para prestarle ayuda. El que está delante de la tienda, mirando el escaparate, retrocede en un movimiento veloz, apresurándose a recogerla del suelo como si fuera un tesoro que acaba de desenterrar y encima, un tercero que va en bicicleta por su carril, se estampa contra una farola por girarse a ver el escultural culo de la chica mientras esta se inclina hacia delante para ponerse en pie.
Todo esto ha pasado en menos de cinco segundos, y yo llevo más de diez minutos recogiendo papeles del suelo que sirven de alfombra para las suelas de los zapatos de estos desconsiderados.
«¿Qué se sentirá al ser como un ángel de Victoria's Secret? –me pregunto sin apartar la mirada de la chica que acaba de cautivar la atención de la población masculina».
«Eso ya te lo digo yo, Sara: ¡hambre! –grita mi voz interior, que ya ha alcanzado el tope de lamentos diarios».
Me recoloco las gafas y evalúo los daños: ambas rodillas magulladas, ¡genial! Al menos no me he roto ningún hueso, porque con la suerte que tengo, seguro que no hay un jodido médico que pueda atenderme.
Retomo el camino hacia mi edificio a paso ligero y.... ¡míralo, ahí está el capullo que ha pisado mi hoja!
Cojo carrerilla, me coloco a su lado y le hago la zancadilla. El gilipollas acaba de rodillas en el suelo y alza la voz dedicándome improperios de todo tipo. Pero ya estoy lejos, y lo creáis o no, tras mi pequeña venganza me siento un poco mejor; si es que en el fondo estoy hecha toda una cabrona.
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Friend Zone
RomanceSara García no tiene nada: ni un físico envidiable, ni un trabajo bien remunerado, ni una familia unida y mucho menos unas amigas normales, pero sí tiene un sueño: conocer al hombre perfecto a la vuelta de la esquina. ¿Lo conseguirá? ... Esta soy yo...