No sé si alguna vez os habéis sentido como un coche usado, traqueteante y pasado de moda, en el que una bandada de aves ha descargado un montón de mierda de forma simultánea, pues bien, hoy soy yo ese coche.
Llego a la oficina y me encierro en mi despacho. No me apetece ver a nadie.
—Algo te pasa –comenta Laura dando un enorme mordisco a su bocadillo de mortadela durante la hora del desayuno.
—Tienes razón, supongo que no sé disimular.
—¿Es por Alberto?
—¿Qué? ¡No! –Me apresuro a negar.
—Menos mal. Supongo que entonces puedo decirte que el muy idiota ya está con otra. Esta mañana le he visto en su coche despidiéndose de una chica en actitud cariñosa.
—¿De verdad? ¿Tan pronto?
Se encoge de hombros y asesta otro mordisco a su bocadillo, masticando el trozo con fuerza con la boca cerrada.
—Supongo que se cansó de esperar a la gran Sara. –Me mira y ambas nos echamos a reír.
—Hombres... Para ellos es sencillo, admiro la facilidad que tienen para pasar página.
Me quedo reflexionando sobre este hecho durante unos minutos, hasta que Laura se encarga de devolverme a la realidad.
—¿Sabes quién es?
—¿Cómo? –pregunto distraída.
—La chica con la que sale Alberto.
—Ah, no, ¿quién?
—Es la camarera del Petit cafè –¿Ves?, ya sabía yo que ese sitio me daba mal rollo–. Alberto llevaba un tiempo intentando salir con ella, pero no sabía cómo decírselo. Y entonces llegaste tú y le trastocaste por completo. –Se me escapa la risa–. Parece que al ver que no tenía nada que hacer contigo se ha tirado de cabeza a la piscina y se ha declarado; por lo que he visto le ha ido bien.
Asiento apenada. Él ha sido capaz de contener sus miedos y confesar abiertamente sus sentimientos a alguien que siempre despertó su interés y, por alguna razón, creyó que no tenía posibilidades. Me alegro por él, pero ¿qué hay de mí? Dejé pasar mi oportunidad, le rechacé, y ahora él vive la felicidad junto a una mujer que podría ser yo.
Supongo que así es la vida, un conjunto de pequeñas y grandes decisiones que cambian el rumbo de nuestro destino. Alberto no me gustaba, no quería estar con él, pero al mismo tiempo, pienso en cómo podría haber sido mi vida con él si Aitor no se hubiese cruzado en mi camino. Tal vez le habría visto con otros ojos, y al no tener a nadie mejor, mi corazón le habría dado una oportunidad. Posiblemente con el tiempo hubiese aprendido a quererle, a amarle con locura y a verle de una forma especial. Quién sabe si junto a él hubiese sido feliz construyendo una familia y siendo una persona completamente diferente. Ahora nunca lo sabré.
Sigo escuchando a Laura, pero parece como si el mundo se hubiese detenido. Nada parece tener sentido, a mi alrededor todos siguen con su vida, se recuperan de las adversidades y encuentran el amor. Pero para mí no hay ni un poco de eso, nací con mala suerte, ¡qué le vamos a hacer!
En cuanto llego a casa, corro a encender el ordenador. Siendo completamente sincera, aún albergo la esperanza de tener un mensaje de Aitor; tal vez un correo. En un pensamiento desesperado, se me ha ocurrido que tal vez no tengo mucha cobertura en el trabajo y por eso no he recibido su mensaje en el teléfono, así que aferrándome a esa remota posibilidad, como si fuera mi único amarre en mar abierto, sostengo la esperanza de recibir noticias suyas. Pero hoy no he recibido ningún correo, su última conexión a skype fue hace un mes y no tengo ni una mísera noticia de él.
Releo como una tonta los mensajes antiguos, fragmentos de conversaciones descontextualizadas, y analizo todo lo que nos dijimos cuando creíamos que podíamos ser solo amigos, cuando nos sentíamos despreocupados y simplemente disfrutábamos del momento, porque teníamos la certeza de que la persona que había al otro lado jamás llegaría a ser algo más.
Quedan atrás todos esos momentos felices, divertidos, amenos... Acabamos de complicar las cosas de una forma estúpida, rompiendo los bonitos lazos que nos unían.
Densas lágrimas resbalan por mis mejillas mientras mi temor más arraigado, ese que me ha estado acechando por los límites de mi conciencia en los últimos días, sale finalmente a flote: «tengo que dejarle marchar», pienso mientras mi corazón, apenado y triste, acepta la derrota y comprende, al fin, que todo ha terminado.

ESTÁS LEYENDO
Friend Zone
RomanceSara García no tiene nada: ni un físico envidiable, ni un trabajo bien remunerado, ni una familia unida y mucho menos unas amigas normales, pero sí tiene un sueño: conocer al hombre perfecto a la vuelta de la esquina. ¿Lo conseguirá? ... Esta soy yo...