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Al llegar a la oficina saludo a Juanjo, el jefe, y a Laura, que está frente al ordenador actualizando la página web, antes de dirigirme con discreción hacia mi puesto y empezar a trabajar.

Sigo igual que ayer, hay tanta faena que parece que no acabaré nunca; hasta ahora, no me había encontrado con tantos documentos y tan mal clasificados como en esta empresa.

Todo marcha divinamente hasta que, como el día anterior, escucho unos nudillos aporreando la puerta y alzo la mirada.

—Buenos días.

Alberto se mueve seguro hacia mí, tiene una sonrisa que da repelús nada más verla; si solo fuera eso lo que no me gusta de él... Pobrecillo, es más feo que yo ¡y mira que eso es mucho decir! Tiene un aspecto enclenque, el pelo repeinado hacia un lado y unas grandes gafas de pasta. Lleva una camiseta con el logo de la empresa y pantalones de trabajo, su vestimenta ancha no hace más que acentuar su extrema delgadez. Además, no es un chico muy alto, pero tiende a caminar encorvado y, según la postura que adopte, parece un interrogante. ¡Y pensar que tengo que ligármelo! En fin, dudo mucho que haga caso a Aitor; dejando a un lado mi timidez, este tío no me gusta.

—Buenos días, ¿cómo estás? –saludo al fin.

—Muy bien. Estoy en el descanso, ¿te apetece un café?

Debo integrarme con los compañeros, hacer ver que soy normal y que no tengo problemas para relacionarme, por lo que asiento y le acompaño al office.

Laura nos ve pasar y me guiña un ojo. ¡Mierda, ahora creerá que entre nosotros está empezando a aflorar algo!

Permanezco anclada cerca de la puerta, no vaya a ser que tenga que salir corriendo.

—¿Cómo lo quieres? –pregunta subiéndose las gafas con el dedo índice.

—Con leche, gracias.

Vierte un chorrito de leche en la taza y me la entrega, mostrando nuevamente una lánguida sonrisa.

—¿Qué tal lo llevas? ¿Hay mucho trabajo? –pregunta solo por intentar entablar conversación conmigo, y aunque valoro el esfuerzo, la verdad es que no es necesario...

—Lo normal en una empresa que empieza a abrirse camino...

—Imagino...

Se hace el silencio. Bebemos un sorbo de café y él me mira, le sonrío y disimulo mirando el reloj. Tengo ganas de decirle que me voy, pero al mismo tiempo siento la necesidad de poner en práctica alguna de las técnicas de coqueteo que me ha referido Aitor. No sé, me gustaría ver si soy capaz de despertar algo en los hombres, este parece predispuesto, aunque sea un poco soso...

—Y dime –continúa tras el prolongado silencio–, ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

Reprimo las ganas de reír. Qué pregunta más absurda, doy gracias a Dios por no haber caído en esa rutina con mi querido desconocido.

—Me gusta salir, leer, viajar... –Recuerdo el consejo de Aitor, debo ser enigmática, aunque no sé cómo coño se hace eso, pero vamos a probar–. Me gusta hacer muchas cosas, Alberto. –Me inclino un poco sobre la mesa y alzo la taza de café, llevándomela lentamente a la boca mientras le miro por encima de las gafas... ¡Joder como quema el puñetero café! Retiro la taza rápidamente y la dejo sobre la mesa antes de preguntar en tono cantarín:

—¿Y a ti, qué te gusta hacer?

Se le ve nervioso, aunque no creo que sea por mí, seguramente ese ligero tembleque debe ser principio de Parkinson aún no diagnosticado.

—Mm-me-me... –tartamudea– me gusta leer y el cine. ¿Sabes?, me recuerdas a un personaje, ¿has oído hablar de Kagome Higurashi?

¡No! ¿En serio he dado con otro friki? Me quedo con la boca abierta, seguro que en mi cara se refleja una gota de sudor gigante al más puro estilo Manga.

—No me digas más, te recuerdo a un dibujo animado –constato sin demasiadas ganas.

—¡Pero no es un dibujo cualquiera! Verás, Kagome encuentra un pozo del tiempo...

No hace falta decir que desconecto de la conversación a los cinco segundos maldiciendo mi mala suerte, ¡esto es increíble! ¿Es que ya no quedan tipos normales? Pero cuando mi compañero empieza a hablar de un monstruo mitad mujer mitad ciempiés, es cuando me doy cuenta de que acabo de tocar fondo. Me levanto de la silla, alegando tener faena por hacer y, por primera vez, cierro la puerta de mi despacho.

—¡Menudo friki de los cojones!

Y entonces, como si hubiera estado presenciando toda la escena, Aitor me envía un mensaje. Es la primera vez que lo hace en horario laboral, ¿eso significa que también me escribe desde el trabajo? Me acerco al ordenador y me preparo para leer.

De: Aitor M.

Para: Sara G.

Fecha: 28 de agosto de 2014 11:13

Asunto: Recuerda ser sutil...

Querida desconocida,

Solo quería saber qué tal iba la misión, espero que mis consejos te estén resultando y sepas sacarles provecho.

Atentamente,

Aitor M: filósofo, profesor, guía espiritual y ahora también recordatorio personal.

Me afano a responder con una sonrisa de oreja a oreja.

De: Sara G.

Para: Aitor M.

Fecha: 28 de agosto de 2014 11:18

Asunto: Sí, sutil... sabía que se me olvidaba algo...

Querido desconocido,

¿Qué puedo decir, que he intentado flirtear y no ha ido del todo mal? El problema es que he descubierto que este tío no me gusta, tras hacerle un profundo repaso y constatar que es un friki que me compara con un dibujo japonés, mi libido ha descendido notablemente.

Atentamente,

Sara G, lo reitero: especialista en mala suerte.

Como de costumbre, su respuesta vuelve a ser inmediata.

De: Aitor M.

Para: Sara G.

Fecha: 28 de agosto de 2014 11:23

Asunto: ¡Mejor así!

Querida desconocida,

No deberías rendirte a la primera de cambio, aún tienes mucho por aprender y creo que es momento de que empieces a poner en práctica todo lo que puedes llegar a hacer.

Si no es el tipo de hombre que te intimida, mejor, eso hará que te sientas más segura. Intenta quedar con él, proponle una cita, solo para charlar, tal vez así descubras cosas de él que te gusten. Recuerda que todo esto lo haces por un fin, ya va siendo hora de que te des un homenaje.

Espero que tengas un feliz día,

Aitor M, el "profe" ha vuelto.

Me quedo un rato mirando la pantalla en silencio. No sé cómo sentirme, cómo expresar todo lo que me pasa por la cabeza en estos momentos, entre todas las cosas que me inquietan, está el hecho de intentar "seducir" a un hombre, "jugar" con él; eso no está hecho para mí.

Emito un sonoro suspiro y vuelvo a concentrarme en mi trabajo; ahora no tengo tiempo para estas cosas; diga lo que diga Aitor, todavía no es el momento.

Friend ZoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora