Capítulo 18: Después del quince de agosto

11 0 0
                                    

Año 2018

"Dieznoches", Humbe.

<<Y por más que odie el olor a cigarro, con gusto respiro el humo de tus labios. No me gustan esos vicios, pero me gustas tú>>

Tras aquel primer beso, no nos separamos durante toda la noche. Por un momento, se nos olvidó que nos conocíamos desde hacía años, que llevábamos meses sin hablar, que probablemente aquella intensidad se acabará en cuanto él se fuera. Pero era inevitable que en el momento en el que Jordi y yo nos mirábamos, saltaba la chispa.

Acabamos la noche sobre las nueve de la mañana, desayunando con mis amigos churros con chocolate. Sentada en aquella plaza, veía como Mónica y Ainara nos observaban, con algo parecía al amor, con esperanza de aquella vez tuviéramos un final diferente.

Jordi me acompañó a casa, no nos soltamos de la mano en ningún momento del camino. No nos hacía falta hablar, íbamos en silencio, cómodos.

Se nos olvidaron muchas cosas aquellos días que estuvimos juntos: se me olvidaron todas aquellas noches que desee no haberle conocido, las tardes en casa de Mónica, llorando y hablando de Jordi, se me olvidaron todas las veces que te escribí y borré el mensaje por miedo a lo que pudieras contestar. En aquel momento, no quería pensar, solo quería tenerle un poco más. Alargar el momento, que sabía que llegaría, de que tuviera que irse.

Jordi me dejó en la puerta de casa, donde al entrar, mi hermana Andrea me preguntó que tal había ido la noche. No estaba cansada, tenía las hormonas revolucionadas y el corazón acelerado, pero en cuanto mi cuerpo tocó la cama, caí rendida. A la tarde fui a la casa de Jordi sin avisar y me abrió la puerta con los ojos entrecerrados y lo único que pude hacer, fue abrazarte.

Te vi recién levantado y todo en lo que no había pensado antes, me vino de golpe. Sabía que te ibas a marchar, que no hablaríamos durante meses y que tenía que tomar la decisión de si seguir con esto, o cortarlo de raíz. Cuando me devolvió el abrazo, besé a Jordi con miedo, con ansiedad. Pero sonreíste y seguiste besándome, y el miedo se redujo un poco. Pasamos la tarde echados en el sofá, besándonos y riéndonos, sin hablar de las cosas importantes.

Estuvimos juntos dos días más, donde parecía que sí que estábamos juntos; pero al final, todo llega a su fin. Te marchaste, no tardaste ni un día en desaparecer y aquella tarde, echada en la arena, prometí a Mónica y Ainara que sería la última vez que dejaría que Jordi me hiciera daño.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora