Capítulo 36: La cuenta atrás para el desastre

4 0 0
                                    

Año 2018

Jordi

"Destino o casualidad", Melendi.

<<Él la miró, ella contestó con un suspiro y el universo conspiró para abrazarlos>>

El verano se había terminado y se fueron los días calurosos. Y con ellos, Elena. Debía marcharse para seguir con su vida en Huelva y así, empezar a la misma vez con nuestra historia. La de verdad, la de dos personas dispuestas a quererse pese a todo.

Yo estaba listo para demostrarle que lo único que quería hacer, era estar con ella.

Pero creo que ahí estaba el problema. Lo único que tenía claro en mi vida, era ella. No sabía que hacer con unos estudios que no me llenaban para nada, no sabía que esperar de mi futuro. Me pase a trabajar para no tener que estudiar durante cuatro o cinco años, para después acabarlos y darme cuenta que había perdido el tiempo en algo que no me gustaba. Con mis padres no fue nada fácil. Eran personas conscientes de que aun no había encontrado mi camino en la vida, pero eso de que tu hijo deje los estudios... Tampoco tiene que ser fácil.

Trabajé con mi padre en la obra, trabajo duro que sin lugar a dudas, en un principio me vino grande. Grande no porque no pudiera hacerlo, sino porque al final, un trabajo físico te desgasta de una manera demasiado rápida. Con mi padre el horario era de ocho de la mañana a seis de la tarde; y para colmo, al principio me vine arriba con eso de ganar mi propio dinero y también acepté un trabajo de siete de la tarde a nueve, entrenando a los niños de mi club de baloncesto.

El resumen de aquel año fue, sin lugar a dudas, estar completamente apático. Apático por las pocas ganas (inexistentes en realidad) de salir de casa, de hacer planes con mis amigos, de trabajar. De absolutamente todo.

Lo único bueno de trabajar con mi padre, era que el jefe era él... Por lo que siempre que podía le pedía un par de días libres para irme a ver a Elena. Tampoco abusaba de ello, pero oye, ya que tenía cierta libertad, la aprovechaba.

Elena y yo pasamos cuatro meses sin vernos, cuatro meses donde estuvimos prácticamente pegados al teléfono siempre que podíamos. Hasta que llegó diciembre y pude volver bajar.

En cuanto salí del tren, oí como tres chicas que ya conocía a la perfección, gritaban.

— ¡Ahí está Jordi! — gritó Ainara.

Empezó a correr por toda la estación para abrazarme, pero Elena la cogió del chaquetón para frenarla. Me hicieron reír; no era que Ainara quisiera quitarle protagonismo a nadie, es que era muy intensa con todo y me había cogido mucho cariño. Elena se acercó riéndose, mientras Ainara volvía poniendo pucheros hacia Mónica y hacia otra chica que no conocía.

— Por fin. — susurré, mientras abrazaba a Elena.

La besé todo lo que me dejó, abracé a Mónica y Ainara, y Elena me presentó a Kenia. Su reciente descubrimiento gracias a Raúl. Kenia era una chica aparentemente tímida, pero que cuando te cogía confianza, veías por qué se llevaba tan bien con aquel grupo. Estaba igual de loca; era divertida sin pretender serlo, buena persona y se notaba que entre Elena y ella había algo especial. Una conexión que Elena no tenía con nadie más.

Me alegré por ella. En los últimos meses, Elena había tenido un par de problemas con Mónica, no porque se llevaran mal, sino porque chocaran. Y déjame decirte un secreto de Elena: le cuesta horrores decir las cosas que le hacen daño. Es una persona a la que le puedes hacer diez putadas seguidas, porque ella seguirá buscando algo para excusarte y seguirá diciendo que probablemente esa persona lo haga sin darse cuenta.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora