Capítulo 28: Amigos

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Jordi

"Pá quererte", Rels B.

<<Lo siento baby, me mandaron a este mundo pá quererte,
no para ver como con otro te diviertes>>

— ¿No las has quitado nunca? —preguntó Elena, mirándome fijamente.

— Elena, eres parte de mi vida y eso no lo van a cambiar cinco años sin vernos.

Vi como sonreía sin poder evitarlo y algo dentro de mí dio un vuelco.

— Yo sí lo hice, no soportaba verte en la estantería. —lo dijo sin maldad, sonriendo pero ahora con cierta tristeza.— Pero aunque no estuvieras seguía viéndote en todos lados y al final las volví a poner.

— ¿Siguen estando dónde siempre?

— Sí, siguen entre mis libros.

Noté como Elena quiso decir algo más, pero antes de perder la oportunidad, hablé.

— ¿Por que no me dices dónde harás la carrera? —aunque realmente, la pregunta sobraba. Pero quería que Elena volviera a tener confianza en mí como para contarme aquellas cosas.

— ¿Por qué te interesa tanto?

Conocía a Elena desde los catorce años, la conocía tan bien que a veces me hacía replantearme eso de las vidas pasadas, porque era imposible haber vivido más de una vida y no haberla querido en todas ellas. Y no, Elena no tenía ningún tic nervioso que la delatara cuando mentía.

— Porque te conozco y sé que es una decisión importante. Y no me gustaría que te equivocaras por razones erróneas.

Lo que quise decir en realidad, era que me daba miedo que Elena se negara a vivir en una ciudad que adoraba por mi culpa. Por mi presencia en ella. Temía que no eligiera una vida que sabía que deseaba por el simple hecho de tener que estar pendiente de si tenía que cruzarse conmigo; porque aunque Barcelona era enorme, Elena y yo siempre terminábamos encontrándonos.

Yo quería que Elena eligiera su lugar seguro, su refugio sin pensar en nadie más que en ella. Quería que fuera feliz.

— Es una decisión que solo me incumbe a mí, Jordi. No lo olvides.

— No lo hago, solo me preocupo por ti.

— Pues deja de hacerlo. —soltó, molesta.

Elena se marchó de la habitación tan rápido como había entrado. Estoy seguro que lo que le había molestado no habían sido mis palabras, sino cómo la habían hecho sentir. Sabía que no debía ir tan rápido, que ahora mismo estábamos en un punto de la relación nueva y extraña: ser amigos. Aquella palabra se me atascaba en el pecho siempre que intentaba conjugarla con su nombre.

Salí de la habitación detrás de ella, sin dejar de sentir como Asher pasaba su mirada entre los dos, preocupado.

— ¿Vamos un rato al pub? ¡Yo ayer no fui! —se quejó Lara.

Salimos de casa mucho antes de que llegaran mis padres, y para ser completamente sinceros, lo hice adrede. No porque Elena se llevara mal con mis padres, sino todo lo contrario: habíamos pasado tantos años juntos sin estarlo, que tarde o temprano tuve que presentársela a mis padres. Y les ocurrió lo mismo que a mí, que la quisieron al instante de conocerla. Siempre buscaron hacerla feliz, que se sintiera como en su propia casa en aquel piso.

La primera vez que Elena vino a Barcelona y se quedó en mi casa, fue todo muy natural. Como era de esperar, a Elena le comieron los miedos y las inseguridades al principio, pero mi madre siempre tuvo el don de hacer que la gente confíe en ella nada más conocerla. La quisieron mucho, la quieren mucho. Por eso cuando lo dejamos, en casa fue bastante duro. Al principio no paraban de preguntarme por ella y yo reaccionaba enfadándome, marchándome a la habitación con un portazo.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora