Capítulo 17: Familia

11 0 0
                                    

"No te lloro más", Marc Seguí.

<<Tú y yo discutiendo nos quedamos sin voz, tus heridas no las cura el alcohol>>

Diego tenía seis años menos que Jordi, en ese momento, tenía diecisiete años. Era un chico increíblemente revoltoso, pero lo compensaba con su buen corazón. Cuando lo conocí Diego tenía casi catorce años y aún recuerdo lo que pensé la primera vez que lo vi: que nos íbamos a llevar bien. Y así fue.

Yo siempre tuve mucho miedo de no encajar con los amigos de Jordi, no los conocía, yo siempre fui una chica tímida y Asher, Cristina y Lara eran más mayores que yo.

Pero otro gran miedo que me acompañó en mi relación con Jordi, fue su familia. Tuve miedo de no caerles bien, de que vieran nuestra relación como una pérdida de tiempo; y aquel miedo se instaló en mi pecho fuertemente. Creo que fue una de las razones por las que tardé tantos años en ir a visitar a Jordi a Barcelona. Pero ese miedo me lo arrancaron desde el primer instante en el que pisé aquél piso, en el que conocí a su familia.

Alba y Sergio, los padres de Jordi, me trataron desde el primer día como si fuera una hija más. Y con Diego siempre tuve una relación especial, surgió una conexión muy rápida. Vi en Diego a un chico que puede parecer tímido al principio, pero si le dabas la oportunidad, era capaz de hacerte llorar de la risa en menos de un minuto. Vi un chico precioso, tanto por dentro como por fuera. Y en cierto modo, siempre lo traté y lo quise como a un hermano pequeño.

Por eso, cuando volví a verlo después de cinco años, mis piernas reaccionaron solas y no lo pensé. Diego estaba de espaldas a mí, pidiendo una Coca-Cola en la barra, así que aproveché que no me había visto para acercarme en silencio y abrazarlo por la espalda.

— ¡Joder! —Diego se retorció hasta darse la vuelta y al verme sonrío, devolviéndome el abrazo. — ¡Elena! Que susto me has dado.

Ambos nos reímos, me separé de él, apoyándome en la barra para hablar con él.

— Perdona por asustarte, no he podido evitarlo.

— ¿Qué haces aquí? —Diego me sonreía como siempre, pero al preguntárselo, giró su cabeza hacía donde estábamos todos sentados y al ver a Jordi a la mesa se le iluminó la cara— ¿¡Habéis vuelto!?

— No. —contesté rápidamente— Nos cruzamos ayer de casualidad y hemos quedado para tomar algo. Así no se hace tan extraño.

— Ah, que bien. Supongo.

Estuvimos hablando un rato hasta que oí como alguien de nuestro grupo arrastraba la silla hacía atrás. Sentí su presencia a mi lado antes de verle.

— ¡Eh! Enano, ¿qué haces aquí?

Por supuesto, era Jordi.

— He quedado con unos amigos en media hora y he bajado a por algo de cenar.

Jordi se quedó hablando con su hermano, preguntándole por sus padres y Diego le contó que estaban cenando con unos amigos. Me quedé absorta en mis pensamientos hasta el punto en el que no noté que Diego se alejaba hasta nuestra mesa, para saludar.

— ¿Volvemos?

La voz de Jordi me sacó de golpe de mi cabeza, haciéndome notar por primera vez que estábamos solos. En mi cabeza pasaron miles de recuerdos, miles de respuestas, y en cambio, solo me quedé mirándole.

— Elena, en algún momento tendremos que hablar, ¿no? ¿Por qué no ahora?

— Que maduro por tu parte. —lo confieso, se me escapó, no quise decirle con aquel tono.

— No soy la misma persona que hace cinco años y creo que eso lo sabes perfectamente. Otra cosa es que no quieras verlo.

— ¿Perdona? Hablas de cambiar cuando has sido el primero en atacarme en cuanto has tenido oportunidad.

— Claro, porque tú no has contestado de la misma forma, ¿verdad?

Sentía la mirada de todos los que estaban en la mesa en nosotros, pero sencillamente, no podía apartar mis ojos de los de Jordi. Y cuando creía que iba a soltar otra burrada de las suyas, suspiró.

— Siento lo de antes, en serio. No quería decirlo.

— ¿Me estás pidiendo perdón? —pregunté, incrédula.

— Ya te he dicho que he cambiado.

— Sí, lo has hecho... —Jordi pareció satisfecho con mi respuesta y con su disculpa, se giró para volver a marcharse a la mesa, pero algo dentro de mí se apoderó de mí y...— ¿Es lo único por lo que me vas a pedir perdón?

Quise retirar la pregunta en cuanto la hice. Quería correr a esconderme en el hotel, quería pedirle yo misma perdón por lo que acaba de preguntar. Por lo que significaba.

Jordi se giró despacio hacia mí, visiblemente molesto. Y entendía el por qué, en serio.

— Te pedí perdón por todas las cosas que hice mal, Elena. Que te acuerdes o no, no es problema mío.

— Sí me acuerdo. —solté a la defensiva.

— Entonces, ¿a qué coño viene esto? —acabó desesperándose.

Quería contestarle que no lo sabía, que aquella pregunta llena de rabia venía de una parte de mí que creía ya superada. Aquella pregunta venía de hacía cinco años, de nuestra última conversación en la que habló él y yo callé, porque no sabía expresar todo lo que tenía dentro. Cuando fui a contestar, Kenia y Asher se acercaron casi corriendo, temiéndose lo peor.

— ¿Queréis esa cerveza o no? —preguntó Kenia, interponiéndose entre Jordi y yo.

— Yo quiero otra. —contestó Asher, pasando un brazo al rededor de Jordi. — ¿Y vosotros?

Jordi calló, mirándome durante un largo rato, probablemente esperando una respuesta que no iba a darle. Y lo peor de todo, era que él lo sabía. Me conocía lo suficiente como para saber que darle las respuestas que necesitaba me iba a llevar tiempo, que delante de todo el mundo no iba a hacerlo. Y entonces, sonrió. Y a mí me entraron ganas de soltarle una hostia.

— Sabéis que no sois muy sutiles, ¿verdad?

Después de aquello, Jordi se alejó hasta la mesa, donde se volvió a sentar junto a Kenia, que se había marchado con él, esperando que yo también la siguiera.

— ¿Estás bien?

— Sí. Estoy bien. —Asher se quedó mirándome con una sonrisa que no supe descifrar— Es complico...

— Lo sé, con vosotros siempre es así.

— ¿Así cómo? —quise saber.

— Pues así, sin saber si os vais a matar o...

— No termines la frase, por favor. —le corté, levantando mi mano izquierda.

Asher se rio, pero alargó su mano hasta cogerme de la camiseta para atraerme hacia él, me abrazó y literalmente, me arrastró de nuevo hasta la silla.

— Muy sutil, sí. —le susurré cuando se marchaba hacía su sitio, parándose un segundo para darle un beso en la frente a Cristina.

Sonreí por el gesto de cariño, me encantaba la pareja que hacían. Eran una pareja que al principio, o al menos a mí, no me pegaban mucho; pero eso era desde fuera y sin conocerlos. Una vez que los veías juntos, entendías que Cristina, con su fuerte carácter, encajaba a la perfección con la personalidad de Asher.

Aunque aquello no significaba que no se pelearan o no tuvieran problemas, todas las parejas los tienen. De hecho, recuerdo que Jordi siempre me contaba que la mayoría de peleas que tenían Cristina y Asher, era porque él no sabía parar las bromas a tiempo.

— Yo te puedo chinchar y gastarte una broma, pero si veo que te estás enfadando de verdad, paro. Asher sigue hasta que Cristina explota. —me contó un día Jordi. — Pero claro, eso solo es la parte mala. Luego los ves juntos, te das cuenta de como Asher mira a Cristina... Y te entran ganas de matarlos de lo monos que son.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora