Capítulo 35: Barcelona

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Año 2018

"Tregua", Xavibo, Babi.

<<Yo que te canto to' lo que siento, yo que me lanzo si estamos juntos>>

Iba montada en el avión con Jordi y no podía estar más nerviosa. No por el hecho de ir en avión y estar a mil metros de altura, sino porque íbamos dirección Barcelona, iba a conocer a sus padres, a su hermano y a sus amigos.

— Elena, no tienes que estar nerviosa. Todo saldrá bien.

— Eso es como decirle a alguien que tiene depresión, que no esté triste.

Jordi quiso ocultar su risa, intentando toser para que no la oyera.

— Perdona si no todo el mundo tiene tus habilidades sociales. — comenté, irónica,

Estábamos a punto de aterrizar y aun no me había mentalizado de que estaba a menos de veinte minutos de meterme de lleno en el mundo de Jordi. En su vida.

— ¿Ya estarán tus padres esperándonos?

— Mis padres están trabajando. Viene Asher con el coche a buscarnos.

— Ah, genial. — contesté, aun más nerviosa.

En ese momento, Jordi no lo aguantó más y se echó a reír. Le di un codazo para que se callará, pero solo conseguí hacerle seguir haciéndole reír.

— No tiene gracia...

— Elena, les vas a caer bien. No sé por qué te poner así.

Bajamos del avión y antes de ir a las puertas de recogida, tuve que pararme en el cuarto de baño.

El hecho de conocer gente nueva siempre me ponía muy nerviosa; me consideraba una persona tímida, a la que no se le daba bien integrarse y me daba miedo no saber hacerlo con la familia de Jordi y con sus amigos.

Además, en casa había habido problemas con aquel viaje, porque por primera vez tuve que hablar de Jordi a mis padres. En realidad, ya sabían de su existencia, pero siempre creyeron que era algo pasajero; un amor de verano que nunca llegaría a nada más porque una relación a distancia era muy complicada.

Eso, se unía al hecho de que mi madre era bastante sobreprotectora y no le hacía gracia que me fuera a la otra punta del país con un chico al que no conocía, y a una casa con una familia que tampoco conocía.

Entendía su punto de vista, no debe ser fácil ver como tu hija pequeña se aleja. Pero debían darme más espacio para tomar mis propias decisiones.

Al final, me habían dejado venir, pero en casa las cosas se habían quedado mal; hasta el punto que mi madre ni siquiera se despidió de mí al marcharme por la mañana.

— Elena, ¿Estás bien? — preguntó Jordi, desde la puerta.

— Sí, ahora salgo.

Me lavé la cara, intentando refrescarme y bajar mis pulsaciones. Me dolía un poco el pecho, pero ya estaba acostumbrada a la sensación de agobio y ansiedad.

Salí del baño, sonriendo y agarrando la mano de Jordi para irnos. Una vez cruzada las puertas del aeropuerto, él alargó su cuello para buscar a sus amigos, quienes llevaban esperándonos veinticinco minutos. Jordi se adelantó un poco para saludarlos y Cristina fue la primera en presentarse, dándome dos besos. Luego vino Lara, sonriéndome y dándome también dos besos.

Jordi y Asher estaban junto al maletero, Jordi se acercó para agarrar mi maleta y cuando fui a darle otros dos besos a Asher para presentarme, sonrió, poniendo su mano entre los dos para interceptar mi saludo.

— A mí dame un abrazo.

No me dio tiempo a reaccionar, porque Asher me empujó contra él para abrazarme.

Me hizo gracia y la verdad, me relajó bastante que me tratará de una forma tan familiar aun sin ni siquiera conocerme de nada. Les bastaba saber que hacía feliz a uno de sus mejores amigos.

Nos montamos los cinco en el coche y durante el camino fuimos hablando de cualquier cosa. La verdad es que consiguieron que me tranquilizará, pero al aparcar enfrente del piso de Jordi, los nervios volvieron a mí con la misma rapidez que se habían ido.

— Jordi, tus padres están enfrente. En el bar.

— ¿No estaban trabajando? —pregunté.

— Ya habrán salido. Vamos.

Jordi me agarró de la mano para cruzar a la acera de enfrente sin preguntarme. Al vernos, una mujer morena con una coleta bien alta, apagó el cigarro en el cenicero y se levantó de la silla. No sin antes darle un toque en el hombro a un hombre que estaba sentado a su lado, fumando también.

— ¡Cariño! — exclamó la mujer. — ¿Qué tal el viaje?

Obviamente no era a mí, sino a Jordi. ¿Te imaginas?

— Mamá. — Jordi abrazó a la que era su madre, Alba. — Genial, el vuelo sin retraso. Menos mal.

Alba le dio un beso enorme a su hijo mayor y para cuando Jordi se estaba preparando para presentarme, ella ya me había dado un abrazo que terminó por descolocarme por completo. No me esperaba para nada que fuera a ser una persona tan cercana. No porque tuviera la sensación de que fuera una persona fría ni nada por el estilo; sino sencillamente, porque soy humana y tendemos a comparar.

Comparé a Alba con mi madre sin aun conocerla y me salió el tiro por la culata. Me esperaba llegar allí, dos besos sin más, amabilidad porque era la pareja de su hijo, pero ya está. Esperaba una cama separada para mí, que no durmiéramos juntos.

Nunca pensé que bajo el techo de Alba y Sergio, me convirtieran en una hija más. No esperaba dormir junto a Jordi todas las noches, ducharnos juntos sin que hubiera problemas, que al llegar y abrir la nevera, estuviera llena de chocolate o Cacaolat, porque Alba sabía que tenía una adicción casi enfermiza con el chocolate.

No esperaba para nada que a partir de aquel día, Diego me saludará gritando y abrazándome como si me hubiera echado de menos durante un año. Que Alba, al irse a trabajar, entrara a las cinco de la mañana en nuestro cuarto, y nos DIERA a los dos, un beso de buenos días.

Nunca esperé tanto de una familia que se suponía que no era la mía; pero que al final, acabe eligiendo.

Me hicieron sentir querida, segura y en casa.

Pasamos aquella semana besándonos todo lo que pudimos, en cada rincón, en cada calle. Fuimos a pasear por Barcelona y he de admitir que me enamoré aun más de Jordi. Me enamoré del hijo que era, del responsable pero divertido que no dejaba de hacer bromas. Me enamoré del hermano mayor, que se convirtió en un referente y un modelo a seguir con el paso de los años para Diego. Me enamoré del amigo, que siempre te decía las cosas a la cara, sin querer hacer daño pero siendo sincero hasta decir basta.

Me enamoré de Jordi durmiendo, comiendo, duchándose e incluso un poco enfadado.

Fuimos al Park Güell, a la Sagrada Familia, al Park de la Ciutadella... Nos recorrimos Barcelona como dos turistas enamorados. Incluso me emborraché un poco con dos mojitos después de cenar unas pizzas cerca del barrio gótico.

Fue una semana increíble. Comíamos casi siempre en casa de Jordi, todos echados al rededor de una mesa baja enfrente de la televisión, donde aceptaron que me sentará en el suelo del comedor con un cojín porque me gustaba estar en el suelo. La tarde la pasabamos andando, riéndonos o haciendo el amor. Y follando también. Aunque llegó un punto en el que para Jordi y para mí, esos dos verbos se mezclaron y llegaron a ser lo mismo.

Por las noches cenábamos solos, o con Cristina, Asher y Lara; que después de aquella semana, también pasaron a ser mis amigos.

Al final de aquel viaje, no me fui solo aun más concienciada de que estaba enamorada de Jordi; me di cuenta que también lo estaba de su familia y de sus amigos.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora