Capítulo 15: Quince de agosto

13 0 0
                                    

Año 2017

"La noche se pasa", Sebastián Cortes.

<<No sé porque me pongo nervioso, si ya te conozco>>

Llegaste en verano, como cada año. Estuvimos hablando durante semanas por teléfono, donde sentí que volvíamos a reconectar. Era como si el tiempo no hubiera pasado entre nosotros, creo que siempre tuve esa sensación.

Quedamos por la noche donde siempre, en nuestra placita. Estaba realmente nerviosa, pero creo que me acostumbré a asociar el verte con los nervios. Hablamos de mil cosas que no tenían mucho sentido, pero que para nosotros sí lo tenía. Tonterías, nada importante. Recuerdo que una vez que te fuiste a casa, Mónica me mandó un mensaje preguntándome qué tal había ido, si nos habíamos besado, si lo íbamos a intentar de nuevo. Mi respuesta fue un intento de auto-engañarme.

Elena:

Hemos estado bien, juntos después de tanto tiempo. No, nos hemos besado... Y creo que está vez podremos ser amigos. Creo que no siento nada más allá de una amistad.

Mónica, que me conocía como nadie por aquel entonces me dejó mi espacio para que averiguara algo que en el fondo ya sabía. Algo que todos los que nos rodeaban sabían: que Jordi y yo nunca podríamos ser solo amigos.

Nada más entrar en casa, me escribiste preguntando si al día siguiente tenía algo que hacer. Te contesté la verdad, que no. Y tú me confesaste que está vez te quedabas una semana; iba a ser la primera vez que íbamos a estar tanto tiempo juntos. Una semana en la que me enteré de muchas cosas; que habías empezado a fumar -cosa que odié-, que llevabas años escribiendo en carpetas que escondías al fondo de un cajón y que solo ahora, más mayor habías empezado a sacar, releer y escribir. Pasaron los días, dando paseos, hablando y riendo sin parar, acercándonos el uno al otro. Y al quinto día ocurrió.

Quince de agosto de 2018.

En Huelva teníamos la costumbre de hacer una pequeña fiesta y casualmente, el quince de agosto también era el cumpleaños de mi padre. Cada año, yo me marchaba con mis padres, mi hermana y mis abuelos a una casa rural a celebrarlo, pero aquel año convencí a mis padres para quedarme. Íbamos a quedar con mis amigos de toda la vida; Mónica, Ainara, Raúl y Miriam. Pasé a recogerte a ti primero, cuando abriste la puerta me miraste de arriba a abajo, y al llegar a mis pies sonreíste.

— Vas muy guapa, pero ¿no podrías ponerte algo que no sean unas converse?

No me molestó porque lo dijiste sonriendo, sabiendo de antemano lo que te respondería.

— Jordi, quiero que sepas que algún día me casaré con unas converse blancas.

— Entonces espero no ser el novio. —respondiste, guiñandome un ojo.

A partir de aquel día, aquello se convirtió en una broma nuestra. Y decía completamente en serio lo de casarse con converse.

Nos marchamos con mis amigos, con los que te llevábamos muy bien porque así habías sido tú siempre. Sociable, amable y encantador. Todo el mundo te adoraba. Pasaron las horas donde ellos bebieron un par de copas, nos reímos, fuimos dejando bromas entre nosotros, miradas que se encuentran. Y entonces, Miriam, que ya iba bastante borracha, se nos acercó y empezó a llorar.

— ¿Qué te pasa? —pregunté, asustada.

— Que quiero estar con Raúl.

Miriam lo soltó de golpe y no voy a mentir, aquello me pilló desprevenida. Era cierto que Raúl era un chico que enganchaba a cualquier persona, sabía hacerte sentir segura y tranquila aunque no lo conocieras mucho, era siempre amable y sabía hacerte reír. Y era guapo, para que engañarnos. Pero me sorprendió porque Miriam nunca había mostrado ningún interés en él.

— Pues díselo, Miriam.

— ¡Sí hombre! Para que me diga que no. ¡Que vergüenza!

Aquello último quizás lo dijo más alto de la cuenta. La agarré suavemente del brazo, llevándola a un banco de piedra que había en una esquina. Ella se sentó y yo me puse enfrente de ella, de cuclillas para poder mirarla a los ojos. Miriam aún lloraba un poco, pero estaba empezando a tranquilizarse.

— Miriam, no veo por qué no puedes decírselo. No siempre tiene que ser el chico quien de el primer paso.

— Exacto. —susurró Jordi.

Cuando levanté mi vista, vi que me estaba mirando fijamente porque en realidad, ninguno de los dos hablaba de Raúl o Miriam.

— ¿Y si me dice que no? —preguntó mi amiga, secándose las últimas lágrimas.

— ¿Y si te dice que sí? —contesté.

Miriam me miró durante un par de segundos, sonrió como si no hubiera estado llorando y se levantó de un saltó. Hizo un escáner por el parque, localizó a Raúl y se acercó a él; lo agarró de la mano y se lo llevó vete tú a saber donde. Lo que ocurrió después, solo ellos dos lo saben, porque no volvimos a verlos en lo que quedó de noche.

Jordi y yo nos echamos a reír, porque, ¿qué más podíamos hacer? Pero entonces, Ainara llegó casi corriendo, se enganchó a nuestros brazos y nos gritó que nos quería.

— ¿Me acompañáis a mear? —preguntó, poniéndonos ojitos.

— ¡Yo también me estoy meando! —chilló desde la otra punta Mónica.

Fuimos los cuatros agarrados de las manos, mientras Ainara, que nunca fue muy sutil, le preguntó por el camino a Jordi en baja -o al menos, lo que ella consideraba voz baja-, si me había besado.

Quise matarla.

Al llegar al cuarto de baño, Jordi entró en el de los chicos, pero el de las chicas estaba ocupado así que las tres nos sentamos en un escalón a esperar. Al cabo de un minuto, Mónica se levantó, llevándome con ella al cuarto de baño que acaba de quedarse libre. Ainara se quedó fuera, esperando con Jordi, quien había tardado menos de dos minutos.

— ¿Sigues creyendo que podéis ser solo amigos? —preguntó mientras sacaba del bolso los pañuelitos— Elena, es Jordi. Siempre vas a sentir algo por él.

— ¿Crees que no lo sé?

— ¿Y a qué esperas? Si vieras como te mira...

— Creo que me da miedo que vuelva a hacerme daño.

— Pues con el miedo no vamos a ninguna parte, Elena. Y han pasado años, no puedes seguir negándote a ti misma lo que sientes por él.

Salimos del baño y me senté en el escalón con Jordi pensando que Mónica y Ainara se sentarían con nosotros. Pero ellas dos se sonrieron.

— Mónica, ¿me acompañas a buscar a Miriam? Creo que aquí sobramos.

¿Para qué quiero enemigos teniendo a mis amigas? Jordi se echó a reír y no se me pasó desapercibida la mirada cómplice que le echó a Ainara. A saber de que habían estado hablando el tiempo que yo estaba en el baño con Mónica.

No recuerdo si hablamos de algo, pero sí recuerdo que estaba tan nerviosa que ni siquiera era capaz de mirarle a los ojos. Miraba al frente, mientras sentía los ojos marrones de Jordi en mi rostro. Estábamos sentados el uno junto al otro, con unos centímetros separándonos, pero Jordi movió su rodilla e hizo contacto con la mía. No dijo nada, no hizo falta. Sentí las manos de Jordi a mis costados, moviéndose hacia mis manos, que estaban en mis rodillas. Poco a poco, fui girando mi rostro hacía él, mientras nuestras manos se entrelazaban.

Jordi no me besó, quería que fuera yo quien decidiera si quería o no hacerlo, y en ese momento la frase de "solo somos amigos" me estalló dentro. Me di cuenta que Jordi y yo, nunca podríamos ser amigos por la sencilla razón de que siempre estaría enamorada de él. Pasará el tiempo que pasará.

Nos besamos después de años sin hacerlo, olvidándonos de la distancia y de todos nuestros errores.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora