Capítulo 34: ¿Y ahora qué?

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Jordi

"The loneliest",  Maneskin.

<<You'll be the saddest part of me, a part of me that will never be mine>>

¿Y ahora qué se suponía que debía hacer?

Elena salió corriendo de la habitación, cerrando la puerta de entrada con un portazo. Yo seguía en el cuarto, quieto sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Casi lo habíamos hecho, había faltado muy poco... Y no sabía si aquello era algo bueno o un auténtico desastre.

No sabía si lo mejor era hacer lo que había sugerido Elena; dejarlo pasar, hacer como si aquellos diez minutos nunca hubieran sucedido... O si salir por la puerta en busca de Elena, para obligarla a subir otra vez y hablar. Pero sabía que nunca podría obligarla a hacer nada que ella no quisiera.

— Que mierda...

Fue un suspiro, una queja y una maldición dicha en voz alta.

Me tumbé en la cama, dejándome caer. En realidad, la culpa había sido de Elena, ¿no? Ella había sido quien me había besado.

Sí.

Aunque... Yo la había acorralado contra la puerta y había sido yo quien se había acercado tanto a su cuerpo. Y para ser justos, iba a besarla en cualquier momento. No era capaz de tenerla tan cerca, de oler su perfume, de tener sus manos en mis brazos; no era capaz de sentirla tan cerca y dejarla marchar.

Todo era un desastre, ¿qué se suponía que debía hacer en un par de horas? ¿Ir a buscarla al hotel con el coche y hacer como si nada?

Mi cabeza daba mil vueltas por segundo, planeando lo que diría, lo que haría o cómo me despediría de ella en el aeropuerto. Empezaba a agobiarme de verdad, empezaba a faltarme el aire poco a poco e hice lo que llevaba haciendo cinco años: desahogarme. Escribir. Plasmarlo todo en un folio que probablemente nunca saliera de aquella habitación.

Cogí el cuaderno que Elena me había regalado ya hacía muchos años atrás, y ya casi en las últimas páginas, empecé a escribir.

<<Otro día más que no contestas,

otro mensaje que no tiene respuesta.


Era la apuesta perfecta:

yo experto en cagarla

y perdonando maestra.


Y sí, entiendo que estés molesta,

que todo esto te afecta;

pero piensa un segundo,

no estoy seguro que fuera la decisión correcta.


Pon las cartas encima de la mesa

aunque pesa, sabes que aquí quien no arriesga

no gana.


Y perdieron los dos que más arriesgan.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora