Capítulo 38: Soledad

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Año 2019, Septiembre

"¿Dónde estás?", KYR 4.

<<No hay manera de maquillar las horas sin dormir que me causa tu falta>>

Triste. Así se me veía desde fuera.

La conversación que tuve en navidades con la madre de Jordi no dejaba de darme vueltas en la cabeza. ¿Así me veía la gente? Se lo pregunté un día a Kenia y como siempre, pecó de sincera.

— A ver, Elena, pienso que pasas mucho tiempo triste. Es verdad que no lo estás siempre... Pero muchas veces te miro y es como si fingieras. Muchas veces cuando estás en un sitio, te veo reírte y cuando crees que no mira nadie, tu cara se vuelve muy...

— ¿Triste?

— Sí. — Kenia me sonrió como pudo, intentado que no me sintiera peor.

— ¿Crees que tiene algo que ver con mi dependencia hacia Jordi?

Como respuesta, una carcajada.

— Tú eres tonta, no eres codependiente. Es verdad que cuando pasas tiempo con Jordi se te ilumina la cara; pero eso es amor. Y es lo normal. Al fin y al cabo, pasáis una semana entera abrazados porque después os lleváis tres o cuatro meses sin veros. Yo no sería capaz.

— No sé muy bien que hacer con mi vida...

Y lo confesé muerta de miedo, porque era algo que rondaba en mi cabeza desde hacía muchísimo tiempo. Sabía que me gustaba leer y escribir, que prefería pasar tiempo fuera de casa, en la naturaleza. Y que me apasionaba el cine y el teatro... Pero ya está. 

No tenía ninguna vocación en concreto. Mis padres habían sugerido un par de veces lo de ser profesora, pero es que si tengo que ser sincera, no me gustan los niños. Me siento insegura rodeada de niños pequeños y en menos de veinte minutos ya tengo la necesidad de salir de allí corriendo. Los adolescentes... Bueno, eran insoportables como solo los chicos de quince, dieciséis o diecisiete años podían serlo.

Así que, tenía veinte años y aun no sabía a que quería dedicarme. Ninguna idea de futuro clara y eso me asustaba. Pero Kenia siempre supo calmarme.

— ¿Y quién sabe lo que quiere?

Después de despedirme de Kenia esa tarde, tuve la sensación de quedarme algo dentro del pecho. Un secreto para mí. Un pensamiento que no fui capaz de decir en voz alta, ni con ella ni con Jordi.

Y era que, en efecto, me sentía muy sola. Y no era normal, porque aun rodeada de mis mejores amigos, sentía que me faltaba algo. No voy a mentir, busqué lo que me faltaba en mi relación con Jordi; y para sorpresa de nadie, no lo encontré. 

Pero yo me sentía sola; quizás porque no conseguía encajar en ninguna parte, quizás porque había demasiadas versiones de la mujer que podía ser y no me decidía por ninguna. Me sentía sola aún sin estarlo.

Y no lo decía en voz alta porque yo sabía que no era justo. Y entré en un círculo de callarme las cosas, algo que no hacía más que crear obstáculos en mi relación. Y una de ellos, fue el miedo: miedo porque hacía meses esa sensación de soledad me sobrevino y se lo dije a Jordi, aunque no de la mejor manera.

Le eché en cara que no tuviera tiempo para mí, que no me contestara a los mensajes al momento. Le dije que trabajaba demasiado, más de lo que su cuerpo podía aguantar; que siempre estaba cansado para hablar por teléfono algo más de media hora por la noche, nuestro único momento del día donde podíamos hablar tranquilos.

Me enfadaba conmigo mismo y él pagaba los platos rotos. Es injusto, lo sé. Pero cuando no sabes cómo expresarte en voz alta, al final acabas siendo una bomba que tarde o temprano, explota.

Y como él siempre tenía tanta paciencia conmigo, no lo vi venir.

— Elena, ¿sabes por qué trabajo tanto? — me pregunto irónico, una de las veces que acabó por explotar. — Porque es la única manera que tengo de ganar dinero; dinero que utilizo para ir a verte, por cierto.

Me sentí como una mierda y me harté de llorar esa noche. Y la siguiente. Y entre en un bucle donde todos los malos pensamientos me ahogaban. <<No haces lo suficiente por la relación. Él se esfuerza y ¿tú que haces? Quejarte. Es lo único que haces>>

Por eso, ahora que el sentimiento de soledad volvía a tocar mi puerta, fui incapaz de volver a decírselo. Puse una coraza entre los dos, una mentira. Y una parte muy grande de mí, esperó que un día él sacará el tema, porque Jordi siempre me pillaba las mentiras.

Pero todos tenemos preocupaciones y sentimientos que no sabemos controlar, que nos desbordan y no gestionamos de la mejor manera.

Y con las mentiras, vinieron los miedos. Miedos a no ser suficiente para él, a que un día se levantará y se diera cuenta de que la relación que teníamos no le llenaba, que nos veíamos muy poco y hablábamos menos.

Pero nunca se lo dije.

El problema siempre fui yo, que estaba jodida desde hacía demasiado tiempo y nunca supe decírselo.

Nunca olvides que te quiseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora