Nunca olvides que te quise

Capítulo 42: La última vez

Año 2020

"Las cosas que no pude resolver", Marwán y Rozalén.

<<Porque decides que te quieres volver loca cuando yo me he vuelto cuerdo, porque intentamos avanzar mirando de reojo lo que pudo ser>>

Seis meses. Seis meses pueden parecer pocos, pueden pasar excesivamente rápido. Medio año: medio año era lo que llevaba sin tener una conversación decente con Jordi.

En noviembre me llamó para decirme que Alejandro, una de sus mejores amigos, había fallecido. Una caída en bicicleta por culpa de la lluvia. Después de eso, Jordi empezó poco a poco a desaparecer y quise darle espacio y tiempo, quería que hablará conmigo cuando él estuviera preparado; pero en vez de eso, empezó a alejarse. Y no sabía como hacer que dejara de hacerlo.

Intenté llamarle, hablar por WhatsApp... Pero todo parecía inútil. Dejé pasar un mes entero y me escribió pidiéndome perdón por estar ausente, pero me juró que era lo que necesitaba. Y le di otro mes. Y dos más. Cada cierto tiempo volvía a escribirme, siempre diciendo lo mismo <<Lo siento, ahora mismo no estoy en mi mejor momento. Necesito espacio>>. Y yo se lo daba, pero en el fondo no lo entendía.

Él era mi ancla, mi apoyo y no comprendía por qué para él yo no podía serlo.

Me sentí muy sola esos meses. Con Mónica las cosas iban cada vez peor y era algo que tampoco entendía, ¿cómo una amistad de prácticamente toda la vida podía deteriorarse tan rápido? Kenia estaba centrada en sus estudios y Ainara tenía problemas en casa y con su madre. Cada una tenía sus problemas.

Elena:

No entiendo por que no puedes abrirte conmigo.

Jordi:

No es lo mismo...

Elena:

¿Por qué? A mí si me pasa algo, eres el primero a quien quiero contárselo. Eres en quien pienso para desahogarme...

Jordi:

¡Porque no es lo mismo, Elena!

Elena:

¿¿¿Pero por qué???

Jordi:

Porque a ti no se te ha muerto uno de tus mejores amigos.

Era una de las pocas conversaciones que habíamos tenido a lo largo de cuatro meses. Me dolió profundamente que se enfadará conmigo cuando lo único que intentaba era ayudarlo. Al ver que no respondía a ese mensaje, me pidió perdón. Y le perdoné porque no sabía que otra cosa hacer. No podía escaparme para ir a Barcelona porque estaba liada con las clases y los exámenes, no podía hablar con él porque no me dejaba, no me contestaba y cuando lo hacía, era para darme los buenos días y volver a desaparecer.

Solo esperaba que se estuviera apoyando en sus amigos porque al final, eran los únicos que podían entender y compartir su dolor.

Al quinto mes me llamó.

— Hola... ¿Qué tal?

Cinco meses y un ¿qué tal? Me cabreé. La preocupación inicial pasó a ser enfado.

— Bien.

— ¿Qué estás haciendo? — preguntó, intentando hacer como que aquellos cinco meses no hubieran pasado.