18 (I)

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¡Hola! He dividido este capítulo en dos partes porque es el más largo que he escrito por ahora (y en toda mi vida, creo), y porque como subo dos capítulos a la semana si no divido este voy a tener que empezar a escribir a ultravelocidad si no quiero quedarme sin contenido JAJAJAJ

Además, hay dramita doble así que he dejado uno para cada parte del capítulo ;)

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—¡Visca la festa major! —exclamó el señor Palomar, propietario del bar más antiguo del pueblo, dando por terminado el pregón, el discurso inaugural de las fiestas mayores que este año le había tocado dar a él.

La gente de la plaza se deshizo en aplausos, gritos y vitoreos. Empezó a sonar la música típica de esas fiestas, y la abuela sonrió.

—¡Qué bien nos lo vamos a pasar! —dijo, entusiasmada.

—Tiene que venir de fiesta al Refugio, Dolores —bromeó Samu.

—Uy, esas cosas os las dejo a vosotros, los jóvenes —respondió ella, negando con la cabeza, pero sin dejar de sonreír—. Yo he quedado con mis amigas en cinco minutos, así que daos prisa, que el espectáculo empieza muy pronto y no me lo quiero perder.

Tanto Jan como Samu y yo habíamos prometido acompañar a la abuela al espectáculo de habaneras, y estaba muy emocionada por ir con nosotros. Parecía que nos íbamos a aburrir pero, sorprendentemente, nos lo terminamos pasando bien. Resulta que Samu se sabía la mayoría de canciones, y no se cortaba al cantarlas, ganándose el corazón de todas las amigas de la abuela. Jan y yo nos sabíamos alguna que otra, porque los días en los que la abuela estaba contenta las cantaba mientras cocinaba, y se nos habían terminado pegando.

Después del espectáculo, fuimos al bar con la abuela y sus amigas. Ellas pidieron tés, y nosotros cerveza. Nos enteramos de todos y cada uno de los cotilleos del pueblo, la señora Moreu intentó convencer a Jan de salir con su nieta, que vivía en otra ciudad, y poco antes de la hora de comer nos fuimos al Refugio para ayudar a los demás a prepararlo todo.

—A buenas horas —se quejó Pol cuando entramos en la casa.

—Nos hemos enterado de la vida de medio pueblo, no podía dejar pasar la oportunidad de recibir información tan valiosa —contestó Samu—. ¿Sabías que la mujer de Juan Bosch tuvo un amante durante cinco años, y dicen que su hijo, el pequeño, no es suyo?

—Ni me acordaba de la existencia de Juan Bosch —contestó Pol—, pero supongo que está bien saber estas cosas.

—Por el morbo, ni que sea —añadió Jan.

—Qué mala gente somos. —Samu negó con la cabeza, fingiendo estar indignado, pero terminó echándose a reír.

No esperaba encontrarme a Berta ahí, porque era la eterna desaparecida, pero la vi cruzar el pasillo en dirección al salón con dos cajas de bebida, una encima de la otra, en sus manos.

Nos pusimos a trabajar, moviendo muebles, cambiando la barra de sitio varias veces y colocando botellas en las estanterías para conseguir tenerlo todo ordenado dejando el máximo espacio posible para que la gente bailara.

Jan, Samu y yo nos fuimos a comer a casa en cuanto estuvo todo preparado. El primer turno era a las seis, pero ni Jan ni yo teníamos que ir a esa hora, solo Samu, así que aproveché para echarme una siesta.

Cuando me levanté, ni Samu ni Jan estaban. Había pensado que mi hermano estaría durmiendo, teniendo en cuenta que tenía que atender la barra a partir de las dos de la mañana, pero al parecer tenía incluso más energía de la que pensaba. Eran las siete menos cuarto, así que me di una ducha para terminar de despertarme, y aproveché para escribir un rato.

Hasta que acabe el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora