Lover

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Shoto

Durante años una parte de el había creído que estaría solo por siempre. Que jamás podría ser amado o amar, por que estaba roto, por que era un muñeco de porcelana que no podía sentir, solo actuar. Solo seguir órdenes y esperar que las personas a su alrededor le dijeran lo que él valía en base a cosas que hacía. El valor que tenia como persona.

En el ballet siempre había sido excelente. Un bailarín dedicado y comprometido al baile que estaba dispuesto a hacer todo para avanzar un escalón arriba. A ganarse cada cosa que tenía. Porque el ballet era su vida, el ballet era todo lo que conocía, y el quería poder dar lo mejor en algo que amaba, o que creía amar. Porque era una relacion complicada. Amaba lo que le hacia sentir pero odiaba lo que tenia que hacer para conseguirlo. 

En la escuela era un buen estudiante. Que cumplía con sus horarios y sacaba buenas calificaciones en sus exámenes, aunque quizá no tanto en sus materias. Que jamás causó problemas o disturbios, ese era el. El alumno de atrás que no hablaba demasiado pero tenía opiniones fijas acerca de temas que conocía. Podía contarte acerca de un tema que dominaba con demasiada facilidad. Y es que prefería no hablar si no sabia, era mejor aprender que errar en un tema delicado.

Y a pesar de que se desempeñaba en esos campos, el territorio que empezaba a tocar la palabra familia era totalmente distinto, era algo que no estaba en su control. Porque la familia jamás fue su dominio, y no tuvo padres que le enseñaran lo que era una familia amorosa.

El nunca fue el hijo amoroso y perfecto. Nunca fue el hijo de las excelentes calificaciones o alguien del cual estar orgulloso. No era como Fuyumi; bondadosa y amable, que te horneaba pequeños cupcakes o galletas para alegrarte el día, porque no sabia expresarse muy bien, pero encontraba una manera de reconfortarte.

No era como Touya; valiente y solidario; alguien que siempre estaría para ti sin importar que. Que se quedo en casa mas de lo necesario solo para proteger a los demás, que inclusive estaba dispuesto a tomar su custodia si eso lo hacia mas sencillo. El hermano que acogió a Fuyumi cuando no tenia donde vivir.

 No era Natsuo; el hermano listo que se fue a Francia a estudiar medicina, el que iba  a salvar el mundo de la mano de su hermosa y querida Mary, una maravillosa mujer, que ahora tenía un lindo hijo con el pelo rizado que reía demasiad, quizá mucho para tener solo 4 meses.

El más bien era el hermano que todos querían proteger. El que se quedó, el que siempre decepcionó a su padre por una u otra razón. El hijo que sobraba, y el lo sabía. Porque no fue capaz de irse hasta mucho después.

Pero entonces conoció a la familia de Hanta, su novio. Pará empezar lo conoció a él. A el y sus camisas estampadas de colores ridículos.

El creía que el amor era de una manera en especifico. Que él amor tenía que ser blanco o negro  rojo quizá, por la pasión que ese color representa, el creía que el amor era intenso, que  así debía sentirlo a pesar de que era  incompetente en ese aspecto. Era algo que el no sabía sentir. Sabia que los hombres le gustaban, pero no sabia como amarlos.

Hasta que conoció a Hanta. Y vio que el amor podía ser amarillo. Brillante y divertido, lleno de risas y momentos graciosos que guardara por siempre en su corazón. O rosa; suave y amable, como lo era con los niños pequeños, porque Hanta no podía evitar sonreírle a un niño pequeño en la calle. 

También podía ser rojo, apasionado, como ese montón de noches de besos bajo la luna, o esa vez en el baño de una fiesta, aun no entendía porque su mejor amigo prefería pasar su tiempo ahí en una fiesta, era tan estrecho e incomodo.

ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora