Casi no lograba reconocer a la persona que el espejo le mostraba. Luego de prácticamente rogarles, Albin y el doctor Hutton le habían entregado a Franco Reyes un espejo.
Se podría decir que era la primera vez que se miraba en diecinueve años... el niñato que recordaba ser, definitivamente había desaparecido. Ahora, lucía como todo un hombre. El tiempo no le había tratado mal, eso seguro. Seguía siendo guapo, su barba finalmente había dejado de parecer de adolescente, ahora estaba más tupida. Su rostro completo se veía mucho más serio de lo que recordaba, y sus ojos tenían una expresión más dura, pero podía ver en ellos la dulzura de ese jovencito que alguna vez había sido.
—¿Y? ¿Cómo te ves? -Inquirió el doctor Hutton-
—Es... raro verse luego de tanto tiempo, más cuando ya no te pareces en nada a como te recordabas -Admitió mientras se acariciaba la barba-
—Tampoco te quejes eh, que todo el mundo querría verse asi a tu edad
-Bromeó Albin-
Franco río y volvió a prestarle atención a su reflejo. No sabia que le había sucedido a ese jovencito que recordaba en los últimos diecinueve años, no tenía idea de las cosas que había tenido que padecer, o de las alegrías que pudo haber tenido a lo largo de los años.
Pero estaba listo para averiguarlo.
Franco dedicó las siguientes semanas completamente a su recuperación. Las ganas que tenía de regresar a casa lo ayudaron a recuperar la movilidad en sus piernas rápidamente. Albin había seguido insistiendo en buscar a su familia para saber a que se enfrentarian al regresar, pero Franco seguía negandose.
Por las mañanas, Franco dedicaba varias horas a atormentarse pensando en todas las cosas que no recordaba. Trataba de recordar al menos algo, pero le era imposible. Al medio dia, Albin iba a buscarlo para almorzar, no era buena idea que estuviera todo el día encerrado en un cuarto de hospital, y a pesar de las negativas de Franco, el caballista siempre encontraba la manera de sacarlo de la habitación.
Franco dedicaba cada segundo de la tarde a su rehabilitación, a pesar de que el doctor Hutton y las enfermeras insistian en que no hiciera tantos ejercicios de golpe, Franco solo quería reponerse para regresar a San Marcos.
—Buenos días, ¿listo?
Albin ingresó a la habitación de Franco con un par de bolsas de alguna tienda de modas. Las dejó sobre la cama y Franco hurgó dentro de estas para encontrar varias prendas, entre las cuales elegió un nuevo par de jeans color negro y una camisa simple en color caqui, unos zapatos igualmente negros, y se sorprendió al ver un sombrero vaquero dentro de la ultima.
—¿Sombrero? -preguntó poniéndose de pie con las prendas que había escogido-
—Vas a pasar dos días en mi hacienda, Franco y allí son indispensables.
Él asintió y se dirigió al baño para cambiarse, una vez listo, tomó las bolsas que seguían encima de la cama y se despidió de las enfermeras que con tanta dedicación lo habían cuidado, al igual que del doctor Hutton.
Albin lo guió a su camioneta y partieron camino a la Hacienda Duarte. Albin puso la radio, cambió estaciones hasta llegar a una donde estuvieran pasando música. El caballista subió el volumen a pesar de no reconocer la banda, a diferencia de Franco, a quien por algún motivo, aquella melodía le parecía conocida.
—¿Sabes quienes son? -preguntó Franco mirando a Albin-
—Ni la más mínima idea, pero en esta estación suelen pasar artistas amateur o que recién están forjándose en el mundo de la música, no creo que los conozcas.
"¡YY eso fue Como Duele Olvidarte, de la banda Colombiana Merak!" Dijo uno de los presentadores
"Se lanzaron al mercado hace muy poco tiempo, pero Son un fuego en cada feria de San Marcos hace varios años, estamos seguros de que esta banda de cuatro jovencitos llegará muy lejos" Terminó de decir el otro presentador antes de poner otra canción
—¿San Marcos? -preguntó en voz baja Franco-
—Son de tu mismo pueblo, tal vez por eso se te hace conocido
—Si... si debe ser eso.
En el resto del viaje, Franco no pudo quitar de su cabeza aquella melodía. La voz del cantante se le hacía tan conocida...
.........
Albin bajó la última maleta del taxi, pagó y el auto partió alejándose de ellos.
—Aquí estamos, Franco, San Marcos -Dijo con una sonrisa-
Franco asintió, sin poder despegar la mirada del paisaje que se le presentaba. Habían viajado ligero, así que Albin tomó la manija de las dos pequeñas maletas y dejó a Franco recorrer el lugar a gusto. No sabían donde quedaba exactamente el hogar de Franco, por lo que decidieron pedirle al taxi que los dejara en el lugar más concurrido de aquel pueblucho.
Franco caminaba lentamente observando cada árbol, cada baldosa, cada casa que lograba ver a lo lejos.Aquellos caminos deberían resultarle familiares, Sin embargo nada de lo que veía se la hacía familiar, todo lucía más cuidado, el pueblo en sí, tenía más color, más luz de lo que recordaba, aquel no parecía para nada el barrio de mala muerte en el que él y sus hermanos habían terminado.
¿El taxista se habría equivocado de sitio? ¿O tal vez esta era otra parte de San Marcos que él y sus hermanos aún no conocían? ¿Cuánto más debería viajar para llegar a casa con sus hermanos y hermana?
Franco observó a un policía caminando cerca de él, y comenzó a acercarse al oficial rápidamente
—Albin-Llamó la atención del caballista mientras caminaba hacia el policía- ¡Hey, Oficial!
El policía volteó a verlo, sorprendiendose al reconocerlo de inmediato
—¿Franco Reyes? ¿Es usted?
—¿Nos conocemos? -preguntó Franco confundido-
—Claro que sí, ¿No me recuerda? soy el oficial Matias
—¿Puede contactar a mis hermanos? en el camino le cuento todo, pero necesito que me ayude a regresar a casa.
—Buen dia, mi nombre es Albin Duarte -Saludó el caballista al llegar junto a ellos-
—Buenos días, siganme, señores
Diez minutos después, Franco y Albin tomaban asiento en el escritorio del oficial Matias, mientras este les servía una taza de café antes de sentarse frente al computador.
—Entonces, déjeme ver si entendí bien, Franco ¿Usted no recuerda quién es?
—No... no del todo, es decir, sé cual es mi nombre, sé quienes son mis hermanos y hermana, pero no sé mucho más
—¿Hermana? Franco, usted no tiene hermanas
—Claro que si, Libia Reyes Guerrero, la menor de los cuatro
El oficial abrió los ojos, sorprendido, pero no dijo más, se volteó para tomar el teléfono y rápidamente marcó el número de Juan Reyes, este respondió de inmediato
—Oficial, ¿Para qué soy bueno?
—Buenos días, señor Reyes, tengo una noticia para usted.
—Dígame, oficial.
—Hemos encontrado a su hermano, Franco.
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El corazón no olvida (Sarita y Franco)
Hayran Kurgu¿Como reaccionarias si el amor de tu vida regresa a casa, pero sin recordar nada de lo que han vivido juntos?