capitulo uno : despertar.

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Franco Reyes abrió los ojos, inmediatamente tuvo que cerrarlos al cegarse con la luz blanca del lugar. Volvió a abrirlos lentamente, parpadeando hasta que sus ojos lograron acostumbrarse a la luminosidad del lugar. Aun con los ojos un poco entrecerrados, escaneó la habitación mientras se sentaba en la cama. Un par de segundos después reconoció el sitio donde estaba.

Un cuarto de hospital.

El color blanco predominaba en la habitación, en las paredes, el edredón que lo cubría, y también los pocos armarios que había en el lugar.. El sonido de un monitor cardiaco llamó su atención, se volteó a verlo, y al realizar ese movimiento, sintió un tirón en el brazo, y noto el catéter en este, subió la mirada, siguiendo el camino de la manguera transparente hasta la bolsa que tenía un líquido que goteaba y bajaba por aquella manguera, a pesar de sus nulos conocimientos médicos, pudo identificar aquello como suero.

No tenía idea de que hacía allí, ni qué había pasado, todos sus recuerdos eran borrosos.

—Oh, está despierto -Habló una voz femenina-

Volvió a voltearse, esta vez hacia la puerta, aun sintiendo ese pequeño tirón al realizar un movimiento. Se encontró con una mujer que no debía superar los veinticinco años, sonriéndole desde la puerta con un folder en la mano, pudo identificarla como una enfermera gracias a su uniforme color celeste, ella se llevó un mechón de pelo castaño detrás de la oreja, y lo miró esperando alguna respuesta, Franco, como pudo, esbozó una débil sonrisa.

—¿Se encuentra bien? -Preguntó la mujer acercándose a él-

—¿Do-donde estoy? -Preguntó Franco con la voz ronca-

—En el Centro Medico Santa Elena

La mujer comenzó a examinar el aparato por el cual le suministraban suero, revisando tanto el nivel de la bolsa como el regulador de flujo, asegurándose que estuviera aplicando la dosis correcta.

—Con suerte, en pocas horas podremos quitarle esto -le sonrió-

—¿Se puede saber qué hago aquí? -Preguntó Franco, igual de confundido que cuando despertó- No... no entiendo.

-¿No recuerda nada de lo que sucedió?

—No, nada.

—¿Qué es lo último que recuerda?

Franco pensó, pero todos sus recuerdos seguían borrosos, recordaba algunos rostros, el nombre de Juan, Libia y Oscar venían a su cabeza, aquellos tres eran sus hermanos, eso podía asegurarlo, pero al pensar en lo último que había hecho, nada se le venía a la cabeza.

—No... no recuerdo, todo es muy confuso

El rostro de la mujer cambió de repente, aquella sonrisa cálida desapareció para darle la bienvenida a una expresión preocupada, dejó el folder en la mesilla junto a la cama, y salió rápidamente de la habitación, en cuanto cerró la puerta, Franco escuchó como esta gritaba "¡Doctor Hutton!"

Franco se quedó allí, confundido, no sabía qué demonios estaba pasando. ¿Qué hacía allí? ¿Y por qué sus hermanos no estaban junto a él?

Un par de minutos después, la misma muchacha entró a su habitación, acercándose preocupada a él, detrás de ella ingresó un hombre de unos cincuenta años, un poco rellenito y bastante canoso, pudo identificarlo como médico gracias a la bata blanca que llevaba puesta.

—Buenos días, soy el doctor Adrian Hutton, voy a realizarle un chequeo de rutina. Ha dormido bastante -Soltó una pequeña risa- tenemos que revisar que todo esté en orden.

—¿Dormido? no... no entiendo nada. ¿Qué hago aquí? ¿Dónde está mi familia?

—Ya han llamado a su hermano, estará aquí en pocos minutos, señor Duarte -Habló la enfermera-

El corazón no olvida (Sarita y Franco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora