capitulo veinticuatro: impulsivo

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 Franco abrió la puerta de su habitación, y le echó una mirada rápida a Sarita para asegurarse de no despertarla antes de salir y cerrar la puerta tras él con cuidado. Franco Reyes no solia levantarse temprano, de hecho, lo detestaba, desde pequeño siempre había odiado tener que madrugar, pero esta vez, se había despertado dos horas antes de su alarma habitual.

Había querido darle unas horas de descanso extra a Sara, quien había estado extremadamente cansada toda la semana, hoy tenían un dia largo por delante, asi que Franco despertó media hora antes de que sonase la alarma de su mujer, y la desactivó, esperando que eso la ayudara a dormir al menos un par de horas más.

El podía hacerse cargo solo del desastre que eran sus hijos por la mañana, o al menos, eso esperaba.

Bajó a la cocina, rogando encontrarla vacia, y al ver que Irene no había comenzado aun a hacer el desayuno, sonrió y se dispuso a prepararlo el mismo. No sabia que encontraría en la nevera, pero la noche anterior había tenido la idea de prepararle el desayuno a Gaby por su cumpleaños, Óscar le había contado que era algo que él solia hacer, y le parecio buena idea intentarlo, pero ya era demasiado tarde como para ir al supermercado, asi que tendría que improvisar con lo que hubiera allí.

Le parecia increible que su niña cumpliese quince años, aunque no recordase los primeros catorce años de vida de su hija menor, las ultimas semanas se le habían pasado volando, y tanto Gaby como Andrés estaban creciendo demasiado rápido para su gusto, en especial Gaby, quien a pesar de haber ingresado en la adolescencia hace un par de años atrás, sin duda seguia siendo la niña pequeña de mamá y papá.

Hurgó en la nevera buscando los ingredientes que necesitaba, y por suerte, encontró casi todo. Fue colocando uno por uno cada alimento sobre la encimera, y comenzó a hurgar en los muebles hasta dar con los recipientes necesarios.

—Ahora, ¿Donde guardará Irene la batidora? —susurró mientras analizaba donde podría estar aquel electrodoméstico—

—En la alacena encima de la nevera —Respondió una voz detrás de él–

Franco pegó un pequeño salto del susto que le causó aquello, y al darse la vuelta, se encontró con Gaby, aun con su pijama puesto y sus pantuflas de peluche color rosa, mirandolo con una sonrisa.

—¿Tu que haces despierta? —Quiso saber—

—Siempre soy la primera en despertar en mi cumpleaños —respondió como si fuese algo obvio. Claramente, Óscar había olvidado mencionar ese pequeño detalle—

—¿Es decir que hacerte una sorpresa es imposible?—

Gaby asintió mientras se sentaba encima de la encimera, tomó una de las fresas que su padre había sacado de la nevera y se la llevó a la boca.

—¿Acaso arruiné alguno de tus planes? —Preguntó con una sonrisa, sabiendo perfectamente que había dañado el plan de su padre, como sucedía cada año—

Franco se acercó a su hija y plantó un beso en su frente antes de mirarla a los ojos.

—Feliz cumpleaños, princesa

Gaby sonrió y alzó sus brazos como un bebé, Franco entendió de inmediato el mensaje y la levantó en brazos, dandole varios besos en la mejilla mientras su hija se aferraba a él con fuerza.

Habían sido dos cumpleaños sin tenerlo, dos cumpleaños en los cuales la tristeza la había invadido completamente al no tener a su persona favorita a su lado. Sus cumpleaños sin su padre habían sido los más tristes de su vida, aunque su mamá había hecho hasta lo imposible por sacarle una sonrisa, simplemente no era lo mismo. Gaby había agradecido los esfuerzos de su mamá, pero Sara jamás seria Franco, y había algo en el sentido del humor y el don para hacer bromas y sorpresas de su papá, que era imposible de reemplazar.

El corazón no olvida (Sarita y Franco)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora