Capítulo 9

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Acepta algo que no puedes cambiar.

Cómo te ves, por ejemplo.









Octubre de 2014

La oficina donde estaba la casilla de correo de Sophie quedaba a cinco cuadras colina arriba de Chocola't de Soph, lo sufientemente cerca como para poder caminar hasta allí, pero muy incomodo como para molestarse en ir más de una vez por semana. Habían pasado unos veinte días desde que Harry había puesto el aviso en el Seattle Times y, tal como esperaba, no había encontrado respuestas en los dos viajes anteriores.

Había apenas un puñado de sobres en la casilla cuando Sophie la abrió. Pero para su sorpresa, a diferencia del habitual correo descartable, tres de las cartas estaban manuscritas en el frente. Abrió una y se quedo helada al ver que era una contestación al aviso del pedido de felicidad. Con premura, rasgó las otras dos cartas, que también eran cartas de felicidad.

Mientras caminaba con lentitud colina abajo hacia su tienda, Sophie leyó las breves notas, todavía sorprendida de que alguien respondiera al aviso. Ya en el negocio, guardó las cartas en el cajón superior de su escritorio y luego relevó a Randy de la caja registradora.

No mucho después, sonó el telefono.

-Chocola't de Soph-dijo Sophie al levantar el auricular-Puedo ayudarlo?

-Hola, Sophie. Cómo estás?-saludó Harry.

-Estaba bien hasta hace unos segundos- respondió.

-Ay, vamos, arriba el ánimo! Solo estoy controlando como va mi aviso. Algún interesado hasta ahora?

-Suscitó una respuesta o dos, pero nada digno de mencionar.

-En serio?-Harry sonada muy entusiasmado- Así que en verdad hay gente feliz oculta allá afuera. Fue una sola respuesta o fueron dos?

Sophie se aclaró la garganta.

-Tres, en realidad. Acaban de llegar hoy.

-Tres! Eso es genial.

-Hurra- dijo ella con fingido entusiasmo- Recuerda que porque hayan llegado tres cartas no significa que cuenten para las cien. Tienen que ser ejemplos de felicidad bien pensados y duraderos. Como soy la jueza, probablemente no lo sean.

Hubo un momento de silencio.

-Así que aunque consiga cien respuestas valederas, tú vas a rechazarlas todas.

Ella se rió.

-No todas. No sería justo. Pero sí las suficientes como para seguir aplazando la cita conmigo.

-En ese caso-respondió él- creo que es lógico que yo pueda leer las respuestas también. Si voy a poner el dinero para esto, necesito saber que les estás dando una oportunidad justa.

Ahora fue el turno de Sophie de estar callada.

-En serio vas a seguir poniendo el aviso?-preguntó al final.

-Oye, tu estableciste las reglas, Soph. Yo solo juego de acuerdo con ellas. Pero de un modo u otro, necesito sentarme contigo y explicarte por qué hice lo que hice y si esto es lo que se necesita, que así sea.

Soohie suspiró. Sabía que estaba siendo terca, pero ¿acaso el dolor que él le había causado no justificaba alargar la espera?

-Es tu dinero- dijo ella por último.

-Estaré allí en un rato para leer las primeras tres cartas. Nos vemos, Soph!-colgó antes de que ella pudiera objetar.

Fiel a su palabra, diez minutos después, Harry apareció en Chocola't de Soph llevando un uniforme de color azul y una gran sonrisa. Sophie estaba en la trastienda reuniendo sus cosas, esperando salir por la puerta trasera antes de que él llegara. Harry entró por el frente, saludó alegre a Randy y se dirigió hacia la oficina de Sophie.

-Te vas tan pronto?- le preguntó mientras asomaba la cabeza en el cuarto.

-Sí- le respondió, recogiendo su paraguas- pero por lo visto no tan pronto.

Harry siguió sonriendo igual.

-Bueno, no te apresures todavía. Quiero ver las cartas que resibiste hoy.

Sophie colocó el paraguas en el piso y abrió el cajón del escritorio.

-Está bien. Aquí tienes, diviértete- le entregó los tres sobres.

Tomando asiento en el borde del escritorio de Sophie, Harry comenzó a leerlas. Una incluía un dibujo hecho a mano, otra tenía una foto de cuatro por seis, y la tercera era una simple carta. Ninguna de ellas era muy larga, pero pasaron varios minutos de que él terminara.

-Bueno-dijo él- dos de tres no está mal, no crees?

Sophie dejó escapar una risa burlona.

-Dos? No pensaba contar ninguna de ellas para las cien.

Riendose entre dientes, Harry arrojó una de las cartas al escritorio.

-Supe enseguida que no contarías esa. No creo que matar a otros seres vivos por deporte califique como felicidad duradera.

-No. Y casi me dan arcadas la primera vez que vi la imagen de ese hombre junto su alce muerto.

-Así que estamos de acuerdo en esa-dijo él entre risas. Entonces sostuvo en alto los otros dos sobres- Pero, por qué rechazas estas?

Ella se cruzó de brazos y se puso de pie, separada de él pir el escritorio.

-La carta de la mujer es demasiado genérica. Todo lo que dice es que la felicidad es ver crecer a los hijos, lo cual no es cierto.

Él inclinó la cabeza hacia un lado.

-Por qué no?

-Pues, en primer lugar, qué pasa con la gente que no puede tenerlos? Esa clase de felicidad los excluiría. Y los hijos pueden morir jovenes, por muy triste que suene. Si ellos no llegan a la edad adulta, entonces los has visto irse antes que tú. Es eso felicidad?

-Eres difícil- se quejó en voz baja- Qué hay de la tercera?

-Ay, Dios!-exclamó- El dibujo de un gato hecho con crayones?

-Pues para una niña pequeña, una mascota puede brindar felicidad.

-Es un gato, Harry. Un animal que te hace pedazos los muebles y escupe pelo. Eso te suena a felicidad?

Harry dejó ver un gesto de suficiencia.

-Entonces es un no definitivo?

Sophie asintió.

-Hay algo más que pueda hacer por ti? En verdad, quiero alcanzar el proximo autobús para Gig Harbor.

-No- dijo él, sonriendo mientras se daba la vuelta para salir- Ve a tomar tu autobús- hizo una pausa y preguntó- Cuando vas a chequear de nuevo tu casilla de correo?

Ella ladeó la cabeza.

-El próximo lunes. Por qué?

Con una sonrisa triunfal, Harry giró sobre sus talones y susurró:

-Perfecto. Te veré entonces- salió apresuradamente por la puerta de la oficina antes de que ella pudiera armar un alboroto.

Dulce Mala Fortuna (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora