Capítulo 3

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Algo que has perdido pronto aparecerá, aunque, a veces, es mejor no encontrar algunas cosas extraviadas.








21 de septiembre

La tienda de Sophie estaba ubicada en un pequeño espacio en Commerce Avenue, marcado con un cartel elegante, lustrado, de color níquel, que sobresalía en forma horizontal del edificio que estaba justo sobre la entrada. Las letras en relieve hechas con láser decían CHOCOLAT´ DE SOPH, seguidas por un subtítulo mucho más pequeño: CONFECCIONES DEL CORAZÓN.

El interior de la tienda era muy opulento. Colgaban de las paredes varias pinturas postmodernas de gran tamaño, con coloridas figuras que aportaban suficiente interés como para evitar que la decoración sobria y contemporánea luciera antigua. Cuatro platos austríacos de cristal para muestras gratis de dulces se encontraban encima de una vitrina de vidrio grabado. Unas mesas de granito al tono estaban ubicadas en los extremos opuestos cerca de las ventanas panorámicas y proveían de espacio a los clientes que deseaban sentarse y disfrutar de una bebida caliente mientras mordisqueaban las creaciones del rico chocolate de Sophie.

Las horas de la mañana pasaron como siempre, con Sophie apresurada y en silencio de una tarea a  la otra. Había nueces que picar, moldes que llenar, mantequilla que derretir, cremas que batir y otras mil tareas que completar antes de que las puertas se abrieran a las 10:00. Además, Sophie tenía que asegurarse de que Evalynn se mantuviera alejada de las bolas de crema de cacahuate del refrigerador hasta que estuvieran lo suficientemente firmes como para bañarlas.

Evalynn, por su parte, ofrecía una ayuda apenas notoria. A Sophie no le importaba. Aunque hubiera preferido estar sola con sus pensamientos, apreciaba el gesto de su amiga; la presencia de Evi había ayudado a alivianar su pesada carga emocional.

Con casi todo listo, Sophie tomó un bolígrafo y un puñado de papelitos angostos de su pequeña oficina y se sentó para completar sus preparaciones matutinas. Escribir aquellos singulares papelitos de la fortuna se había convertido en su parte favorita del trabajo y era, probablemente, la razón principal por la cual su negocio se había mantenido a flote en una economía lenta.

-Algún tema específico hoy? – preguntó Evalynn.

-Nop – Sophie dio golpecitos con el bolígrafo mientras pensaba qué escribir.

-Te espera una pequeña desilusión o un corazón completamente roto?

-¡Shhh! Ninguno. La meta es la realidad, nada más.

-Puedo ayudarte a escribirlos?

-Nop.

-Bueno, entonces, puedo por lo menos comer una trufa? – preguntó con esperanza.

Con una especie de gruñido, Sophie contestó:

-¡Quedate callada! No puedo pensar. Solo cierra tu boca por unos pocos minutos. ¡Por favor!

-Tomare eso como un si – susurró Evalynn al mismo tiempo que salía hacia el otro cuarto, donde había una bandeja de trufas frescas a la vista.

Quince minutos más tarde, satisfecha de tener suficientes papelitos llenos como para cumplir con la demanda del día, los juntó y se reunió con Evalynn en la entrada de la tienda.

-Cómo te fue? – preguntó Evi.

Sophie le entregó el pequeño montoncito de papelitos.

-Compruébalo tú misma. Y cuando hayas terminado, te importaría meterlos en las galletas de la fortuna? Tengo que limpiar la parte de atrás antes de abrir.

Las ventas de la mañana pueden ser muy escasas, incluso para los mejores fabricantes de chocolates, por lo tanto, no le sorprendió que no hubiera nadie golpeando a la puerta cuando encendió la señal de neón que decía ABIERTO, la cual colgaba de la ventana. Chocolat´ de Soph abrió puntualmente a las diez, pero los primeros clientes no llegaron hasta la diez y media.

Poco después de las once, comenzó el gran movimiento del almuerzo y las ventas empezaron a subir. Como siempre, la gran atracción para los clientes eran las Galletas de la Mala Fortuna de Sophie, cada una de las cuales incluía uno de sus excepcionales pronósticos pesimistas escritos a mano. Deliberadamente, las Galletas de la Mala Fortuna no eran el dulce de mejor sabor de la tienda. Después de doblar y hornear las galletas en la forma de las tradicionales galletas de la fortuna, las bañaba en chocolate sin endulzar. El sabor resultante causaba sorpresa e impresión en las bocas desprevenidas. Cuando invento las extrañas galletas once meses atrás, ella pensó que sería una atracción que duraría poco tiempo. Pero para su gran sorpresa, los amargos bocaditos habían ganado suficiente fama local como para que siguieran arrebatándolos del estante.

Justo antes de las dos de la tarde, mientras Sophie recibía el pago de un matrimonio que parecía muy sorprendido por oír tantos comentarios acerca de las Galletas de la Mala Fortuna, Evi dio un golpecito en su reloj y dijo articulando para que le leyera los labios:

-¡Ya casi es la hora!

Sophie frunció la frente con energía cuando recordó los planes de los que su amiga había hablado antes. Le dio el vuelto a la pareja y espero a que se fueran para dirigirse a ella.

-Bueno, Ev. Desembucha. Cuál es tu gran sorpresa?

-Ya te lo dije, mis labios están sellados – respondió Evalynn.

-Dime cuándo, entonces. Más vale que no sea hasta más tarde.

Evalynn miró más allá de Sophie, hacia la puerta, luego comenzó a andar en puntas de pie hacia la cocina.

-¡Eh!, creo que justo… - se agachó fuera de la vista mientras gritaba sobre su hombro - ¡Ahora!

Giró de mala gana. Antes de que se diera vuelta por completo, cerró los ojos en un último intento por demorar lo inevitable. Después de algunas respiraciones cortas, Sophie se obligó a levantar un párpado, solo un poco. Entonces, se quedó sin aliento y abrió los ojos.

-Qué? – su rostro se sonrojó instantáneamente. Intentó recomponerse antes de-: ¡Ay, mierda! – no era con exactitud lo que quería decir, pero pronuncio las palabras con tanta gracia y elegancia como se podía esperar, luego con elocuencia prosiguió – Me siento mal.

-MAL? Quizá deberías ver a un doctor – él sostenía una docena de rosas de tallo largo entremezcladas con lirios frescos. Medía quince centímetros más que Sophie, era bien proporcionado, tenía una mandíbula fuerte y una boca perfecta. Todo acerca de él, el grueso cabello oscuro, los hoyuelos, el timbre de voz era tal como lo recordaba.

Dulce Mala Fortuna (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora