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-Bueno, desde que Evalynn se casó, me dice todo el tiempo que necesito encontrar a un hombre para que podamos lamentarnos juntas. La semana pasada hasta intentó que yo pusiera un aviso personal en el periódico.

Harry lanzó una risita.

-Como “Mujer soltera busca…”.

-“Busca cualquier cosa menos un podólogo”. Sí, algo por el estilo. De todos modos, siempre he pensado que esas personas solo buscan un romance pasajero. No están buscando realmente una felicidad duradera. Pero ya que trajiste a colación la felicidad y estas tan seguro de que existe, ¿Qué tal si tratas de encontrarla para mí?

La frente de Harry se angostó.

-Cómo?

La amplia sonrisa de Sophie se expandió.

-¡El periódico! Hay avisos para todo lo demás allí. Por qué no para la felicidad?

-No lo entiendo. Quieres que ponga un aviso personal para ti?

-No. Un aviso de pedido. Algo simple, como “Se busca felicidad”. Si pones eso en el Seattle Times y puedes conseguir que, digamos, cien personas respondan con algo inteligente, entonces aceptaré una cita.

Harry la estudió. Sabía que las probabilidades de que alguien respondiera un aviso como ese eran, a lo sumo escasas.

-Realmente quieres oír lo que tengo que decir, no?

-Hace once meses, sí. Ahora? No tanto. Pero, oye, al menos te estoy dando una oportunidad de luchar, no crees?

Él frunció el ceño, luciendo un poco abatido.

-Seguro. Hay otras cláusulas para este trato que deba tener en cuenta?

Sophie golpeteó con sus dedos otra vez en el vidrio mientras pensaba.

-Mmm… sí. No puedes reclutar a ninguno de tus amigos ni pacientes ni ninguna otra persona para enviar respuestas. Y todo tiene que ir a la casilla de correo que tengo para las cosas del negocio. No quiero que ningún loco aparezca en mi casa o aquí, en la tienda, esperando hacerme feliz.

Mantuvo su mirada fija en ella.

-Y cuál sería una “respuesta inteligente”?

Sophie rio.

-Lo que yo decida cuando la lea. Obviamente, solo quiero afirmaciones racionales y amables de felicidad. Nada que de miedo. Y lo más importante, nada que sea efímero.

Harry dio un pequeño resoplido.

-Tengo que conseguir cien respuestas y ninguna de esas cosas cuenta?

-Esas son las reglas si quieres una cita.

Sophie estaba complacida con su nueva idea, y su amplia sonrisa lo demostraba.

Por otra parte, Harry se sentía, por supuesto, frustrado. Había tardado once meses en reunir el coraje para compartir su secreto con Sophie, y ahora ella se negaba a escuchar. Se dio la vuelta y caminó hacia la puerta, con los hombros caídos. Se detuvo y dudó si le contaba todo lo que quería decir en ese momento. Pero le pareció muy complicado, y continúo la marcha. En la puerta, miró sobre su hombro.

-Adiós, Sophie.

Parte de Sophie deseaba no haber sido tan dura con él. Después de todo, no era que no deseara ser todavía suya. Pero se rehusaba a dejar que su corazón fuera herido de nuevo.

-Adiós, Harry.

Los ojos de él recorrieron a Sophie de la cabeza a los pies, asimilando cada detalle.

-Me aseguraré de pasar periódicamente para ver cómo van las respuestas. Pero si nunca llegamos a las cien – agregó en voz baja – debes saber que siempre te amé, Soph. Incluso si fui un cobarde y un imbécil, mis sentimientos por ti nunca cambiaron.

Sophie no se permitió llorar hasta después de que él se fue.

-Yo también – susurró una vez que la puerta se cerró.

Dulce Mala Fortuna (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora