-No quiero que lo veas.
-Bueno – replicó con indiferencia- Está bien. Así que, te divertiste en el restaurante?
-Si – hizo una pausa- Cocinan en la mesa. El cocinero hizo un volcán en llamas de cebollas. Esa fue mi parte favorita.
-¡Guau!, Sophie. Eso suena muy bien. Y luego de la cena, que paso?
-Papá dijo que teníamos que irnos, porque mañana hay escuela.
“¡Maldición! Debía de ser su padre el que está debajo de la sábana”
-Solo tú, tu mamá y tu papá?
-Y la abuela. Ella vive con nosotros desde que murió el abuelo.
“¡Su abuela también!”, siguió pensando Ellen.
-Ya veo. Así que todos se dirigieron a casa juntos?
-Si – Sophie apretó su mano más fuerte.
-Y entonces…pararon en algún otro lugar?
Sophie levanto la mirada hacia la calle.
-Yo quería. Pero papá… él estaba apurado por llegar a casa, supongo. Le dije que el deseo de mi corazón era comer un chocolate en esa tienda de dulces de allí – señalo- Tienen el mejor chocolate de la ciudad. Por lo menos mamá así lo dice.
-Me asegurare de probarlo alguna vez. Que paso entonces?
-Papá dijo que no habría chocolate esta noche, porque ya habíamos comido postre en el restaurante. Pero yo le dije que era el deseo de mi corazón.
Ella levanto sus cejas cuando noto el uso de esa frase otra vez.
-Qué quieres decir?
-Bueno, el deseo de mi corazón era comer algo de chocolate. Le mostré – Sophie levanto su mano con los nudillos blancos- Le mostré para que se detuviera.
-Le mostraste tu mano?
Sophie sacudió la cabeza.
-Le mostré lo que está en mi mano. Me dijo en el restaurante que se haría realidad. Y entonces… él se dio vuelta para mirarlo. Entonces sonó una bocina. Él no tuvo tiempo de volverse – las últimas palabras fueron apenas audibles. La cabeza de Sophie se hundió entre sus hombros – Todo es culpa mía.
Justo en ese momento volvió el otro oficial.
-Están en camino – habló en voz baja con la intención de no molestar.
-Gracias, Pete.
Ellen le froto el hombro y el brazo un poco más fuerte.
-Todo va a estar bien, Sophie Jones. Te lo prometo. De una forma u otra, va a estar bien. Y no es culpa tuya.
Sophie se envolvió con la manta un poco más y miro abajo otra vez su puño cerrado.
-Puedes mostrarme ahora lo que estas escondiendo en la mano?
Al asentir, Sophie abrió uno por uno sus dedos lentamente. Dentro de su mano estaba el papelito arrugado de una galleta de la fortuna. Ellen se inclinó más cerca para poder leer el mensaje, y entonces comprendió.
La felicidad es un regalo que brilla dentro de ti.
El deseo de tu corazón pronto se hará realidad.
-No es verdad, o sí? – Pregunto Sophie – Nada de eso. Las galletas de la fortuna no son reales, verdad? Mi papá mintió.
Ellen no sabía que decir para no lastimar más a la pequeña.
-Pues, si se hacen realidad – mintió – En ocasiones.
Los ojos de Sophie se abrieron un poco más, pero su expresión era de duda.
-De veras?
-Seguro – Ellen se encogió de hombros – Tu papá no te mentiría, no es cierto? Y yo tampoco. Se hará realidad.
Sophie se tomó un momento para sopesar las palabras de Ellen.
-Bueno. Entonces el nuevo deseo de mi corazón es tener a mi familia de nuevo. ¡Ese es mi deseo!
Ellen sintió como si le estuvieran arrancando el corazón del pecho. Por primera vez desde que estaba en el trabajo, permitió que su emociones se manifestaran en forma de lágrimas.
-Ay, cielo, lo siento mucho – lloro – Sé que ese es tu deseo. Es mi deseo también. Pero…pero…
-Pero no puedo tener ese deseo o sí?
Ellen lanzo un suspiro largo y doloroso, luego se seco las lágrimas y acomodo un mechón de pelo detrás de la oreja de la niña.
-Me temo que no, corazón.
Sophie hizo bolita el papel y lo arrojó al suelo. Aterrizo en una corriente de agua que corría por la alcantarilla. Lo miro mientras se alejaba flotando y se llevaba con él todas sus esperanzas y sueños. Parte de ella quería perseguirlo, levantarlo, secarlo y hacer de cuenta que todo estaba bien. Pero no estaría bien, y se negaba a engañarse a sí misma. Sus padres ya no estaban, sus abuelos ya no estaban, y no quedaba nadie en el mundo para amarla. Su mente volvió a la escena del choque: el conductor del camión de UPS, los autos volcados, el hombre al que le faltaban los dedos, los cuerpos sin vida de sus padres.
-Es culpa mía – se susurró a sí misma una vez más – Todo culpa mía.

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Dulce Mala Fortuna (Harry Styles)
Fiksyen PeminatExiste el amor verdadero? Podemos alcanzar la felicidad? Sophie y Harry se reencuentran para cambiar su suerte.