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-¡Feliz cumpleaños, Sophie!

Sobresaltada por la interrupción verbal, Sophie dio un grito ahogado antes de que la conocida voz femenina se registrara en su mente.

-¡Santo cielo, Evi! ¿Estas tratando de que me dé un ataque?¿qué estás haciendo aquí? – Sophie ignoró conscientemente las miradas de un puñado de pasajeros que habían estirado sus cuellos para ver que sucedía.

-¡se me ocurrio sorprenderte! Parece que funcionó – Evi sonrió lo más que pudo y agregó un guiño mientras despatarraba en el asiento vacío en una fila más adelante.

Sophie le devolvió la mirada con desprecio burlón.

-Brillante – dijo sin expresión – Tengo una sola amiga en todo el mundo y ¿Cómo me demuestra que le importo? Se aparece de repente, me hace una escena y me recuerda qué día es.

Evi todavía tenía una sonrisa radiante.

-Como si necesitaras algún recordatorio – se burló – Y que conste: no aparecí de repente. Me subí al autobús dos paradas antes que tú, pero estabas tan ensimismada cuando te subiste que pasaste a mi lado sin verme. ¡Hasta estaba saludando! – Se detuvo para parpadear – Pero olvídalo. Es tu cumpleaños, así que te perdono.

-Sí, mi cumpleaños, el peor día imaginable.

-Ay, cállate – contestó Evi alegremente – Ambas sabemos que el peor día fue hace una eternidad.

Evi era una morena baja con sonrisa contagiosa, de risa fácil, y su piel era de un hermoso color bronce. Su cabello y su sonrisa eran de parte de su madre; su color de piel, de su padre latino, a quien nunca había conocido; y su risa era el resultado de cómo había aprendido a sortear las complejidades de la vida. También era una de las pocas personas en el mundo en quien Sophie confiaba plenamente. Para disgusto de Sophie, el nombre de su amiga, Evalynn Marion Mason, se había extendido hacia seis meses a Evalynn Marion Mason-Mack, con el guion por haberse casado con Justin Mack, un amigo de ellas de la universidad. Sophie estaba contenta por sus amigos, pero su unión la había hecho preocuparse acerca de que su propia vida estuviera pasando rápidamente, un sentimiento que aumentó cuando Evalynn anunció dos meses más tarde que estaba embarazada.

Con relación a lo físico, Evi y Sophie eran tan diferentes como el dia y la noche. Evi era baja y Sophie alta. El cabello de Evi era lacio, castaño y corto, mientras que el de Sophie tenía rulos dorados que flotaban con elegancia por debajo de sus hombros. Y Evi era sociable, en tanto Sophie era más reservada. Todos suponían que su amistad se basaba solo en principio de que los opuestos se atraen, pero era mucho más que eso. Parecían más hermanas que amigas y dependía una de la otra de tal modo que otras personas en las mismas circunstancias no entenderían. A pesar de lo diferentes que podrían parecer, su amistad tenía, por lo menos, dos cosas que la mantenían unida como un acolchado patchwork: la tragedia y su mamá adoptiva afroamericana.

Sophie exhaló con lentitud.

-Tú sabes que odio mi cumpleaños.

-Sip.

-Deberías haberte quedado en la cama con tu esposo esta mañana y haberme dejado sola para enfurruñarme.

Evalynn trató de imitar la burla desenfadada de la conductora del autobús para aliviar la situación.

-Chica, ¿qué pasa contigo? ¡Tú sabes que no voy a dejarte sola el día que cumples veinticinco! ¡Basta!

-¡Basta! ¡Te estás avergonzando a ti misma!

Una única risita se escapó de la enorme sonrisa de Evi.

-No, te estoy avergonzando a ti. Es lo que mejor hago – le dio unsuave codazo en las costillas – Ay, vamos. ¡Sonríe, Soph! No quiero pasar todo el día contigo si vas a ser una gruñona.

Sophie levantó las cejas de manera inquisidora.

-¿Todo el día?

-Me tomé el día libre y voy a ayudarte a hacer los chocolates. No quiero que estés sola hoy.

-Espera. ¿Vienes para ayudar a hacer o a comer los chocolates? La última vez que “ayudaste”, según recuerdo, era difícil decir cuál era tu intención.

Evalynn le dio una palmada en el hombro.

-Tú sabes que amo esas trufas de crema de cacahuate. Tan solo ponme a trabajar en otro sitio y estaré bien. De todos modos, tengo diferentes ideas también, que no incluyen llenar moldes ni bañar cerezas. Hice algunos planes especiales para esta tarde que creo que pueden ayudarte a olvidar que es tu cumpleaños.

-¿Planes? No me gusta cómo suena eso. ¿Qué clase de planes, Ev?

Evalynn guiño el ojo.

-Lo siento, es una sorpresa. Mis labios están totalmente sellados. Tendrás que esperar hasta más tarde.

La siguiente parada del autobús era la estación de Kimball Drive, donde subió casi una docena de pasajeros. Entre ellos, había un hombre alto que llevaba una chaqueta azul y un pantalón caqui. Su cabello castaño y ondulado se rizaba juguetonamente, y sus ojos azules brillaban. Si aún no se hubiera dado por vencida con los hombres, quizá, Sophie se habría inclinado a lanzarle algo más que una única mirada casual. Pero no se permitía pensar semejantes cosas.

La mayoría de los nuevos pasajeros tomaron el primer asiento libre que había, pero el hombre desconocido echó un vistazo al interior del autobús y busco el lugar justo. Fingió no notar que Sophie lo miraba. Con un estuche de computadora en una mano y un mapa de autobuses en la otra, se abrió camino por el pasillo hacia la parte de atrás, periódicamente cambiaba su peso de un pie al otro para adaptarse a las inclinaciones y a los vaivenes del autobús en movimiento.

Sophie giró la cabeza noventa grados y se quedó mirando hacia afuera por la ventanilla, fingiendo estar interesada en el paisaje que pasaba.

-¿Puedo sentarme aquí? – preguntó cortésmente unos segundos después, mientras señalaba la mitad vacía del asiento elevado de atrás.

Sophie continuó mirando hacia afuera por la ventanilla.

-Es un autobús público- dijo con frialdad-¿Pero qué tienen de malo los asientos vacíos de allí? – señalando los que habían quedado libres.

El hombre sonrió con amabilidad, se sentó, apoyó su estuche de computadora sobre el regazo y desdobló el mapa.

-La vista desde aquí arriba es infinitivamente mejor – miró fijo a Sophie mientras hablaba.

Dulce Mala Fortuna (Harry Styles)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora