Capítulo 34

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¿Quién podría afirmar que una eternidad de dicha puede compensar un instante de dolor humano? Albert Camus.

Los dedos de mi mano izquierda se sienten demasiados fríos y entumecidos, Resisto como puedo para no hacer una mueca de ninguna emoción a nadie, jalo con fuerza la jaula asfixiante de su mano pero lo único que consigo es que aumente la presión, Gimo adolorida pero no me suelta por nada del mundo.

Lo intento otra vez pero con el doble de fuerza, Veo estrellas de felicidad al lograrlo, La sangre tarda bastante tiempo en regresa a mi mano lastimada, estuvimos en este tira y afloja el tiempo suficiente como para saber que minimo me dejo unas marcas. Sobo un poco mis dedos pero el dolor me hace dejar de hacerlo al instante, al verlo concentrado hablando con otro hombre decido que lo mejor es alejarme de el, caminó entre la gente que baila, bebe y disfruta antes de llegar a una ancha mesa llena de aperitvos y diferentes bebidas.

Con la mano derecha recogo una copa de vino, bebo todo el contenido en tres tragos largos mirando a la nada, La novia no puede beber en su boda, o por lo menos no lo suficiente como para nublar el juicio de ella, pero es imposible que dure está noche sobria.

Los pies literalmente me están matando, Creo que en toda la noche no he podido sentarme ni un solo segundo, Y valla que nos falta hacer cosas, No hemos bailado mucho menos brindado pero supongo que el animo mio y de el no nos deja hacer muchas cosas.

- "Que feliz boda la mía" - Murmuró para misma.

De repente siento un dolor en la espalda, Confundida y bastante irritada giro a ver el causante del tal acción, Aunque en el fondo sospeche del individuo. - ¿Qué puedo hacer por ti querido Lorenzo? - En su mejilla veo unos rastros de un dulce, Agarro un mantel y lo limpio eliminando cualquier suciedad.

Obviamente ni se inmuta, Eso sería ridículo porque hemos pasado cosas más vergonzosas que esta, Burlonamente le hablo - Si vas a comer algo asegúrate que no te ensucies niño.

Hace un puchero que me encargo de borrar apretando su mejilla con fuerza - No me regañes mama. - se burla de mi y no tengo de otra que rodar los ojos.

Quita mi mano de su mejilla apretandola en el proceso, Gracias a dios que fue la mano derecha y no la izquierda, porque en ese caso estaria chillando de dolor. - ¿Esa es la cara de una recién casada? yo creo que no. - Tomo otro trago evitando su pregunta.

Veo a los invitados quienes con comida y vino olvidaron el verdadero asunto aquí, Gruñó en advertencia para que quite su mano de mi oreja, Por supuesto él es Lorenzo y no me hizo caso mientras sigue tirando de mi oreja.

Ríe por mi reacción - Contesta maleducada ¿Así tratas a un amigo? - su pregunta me hace reir.

Nunca imaginé que hablar con el disminuiría mi dolor de cabeza, Normalmente es al revés - Me enternece tu inocencia, ¿Desde cuándo te consideras mi amigo?

No me gustó el brillo que veo en sus ojos, Mucho menos cuando se acerca a mí - Desde el día que por accidente te vi desnuda Elizabeth - Mis pulmones cierran cualquier tipo de oxígeno y mis mejillas se ponen calientes por sus comentarios indecorosos. - Pensé que eso me colocaba en otra categoría que no sea desconocido.

Carraspeo incómoda y hablo aclarando mi punto de vista. - Creía que ya lo habías olvidado, Es más... Recordó claramente cómo te ordene que lo olvidarás.

- Lamento decirte que no todos siguen sus órdenes su alteza.

- Insolente... - Ríe entre dientes, Iba a tomar un sorbo de mi copa pero obviamente el me quito la copa antes de que siquiera pudiera poner la boca en la copa.

Frustrada suspiro, No me agrada que me esté quitando la única fuente de alivio en todo esto, Junto las manos disimulando un poco el balanceo de mis piernas, Entre todas la voces y bullicio puedo escuchar unos tacones detrás mío, No le di importancia y no gire pensado que no tenía que ver conmigo pero cuando escuche su voz no dude en enfrentarla, he estado toda la noche esperandola.

The ascent to the stars|FRANCIS VALOISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora