21; Dustin

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Jonathan había llevado a Grace al trabajo, de nuevo. Le había contado lo sucedido a Nancy y ésta decidió que podía irse al trabajo en el auto de su madre. Algo por lo que Jonathan estaba agradecido, no quería dejar a Grace sola ahora, la había escuchado despierta a las cuatro de la madrugada, cuando él paso al baño

—Aquí te espero en la salida—había dicho Jonathan cuando ella se bajo del auto, sólo recibiendo un asentimiento leve con la cabeza.

Grace tenía las ojeras más marcadas y se miraba notablemente más cansada. No brillaba como otros días

—Hola, niña—la saludó Gustav con una sonrisa, que borró cuando la vio bien, y en su cara se formo un gesto de preocupación. La conocía bien y sabía que no estaba bien—¿Quieres hablar?

Grace negó solamente y él asintió. Lo entendía y sabía que definitivamente estaba algo mal, ella siempre hablaba.

—¿Quieres un café?—volvió a preguntar. Esta vez, la castaña asintió.—El primero es de cortesía, el segundo te lo cobro

Grace no pudo evitar sonreír divertida, haciendo que el señor Gustav también lo hiciera. Le había parecido gracioso porque lo que ella comiera o tomara ahí, siempre era gratis.

—¿Qué pasó, niña?—dijo cuando la tenía sentada en el taburete a un lado suyo, tomando el café con leche que le había preparado.

—Tenías razón, Gustav.—murmuró, sin decir más. Un cliente llegó, de los que siempre iban a desayunar, en traje y los zapatos completamente limpios y brillosos, además de ser muy amable. Entró con una sonrisa y saludandolos a todos, incluso a la señora Lucy que estaba en la cocina y no la podía ver.

—Tengo una nueva boina, mira—trataba de animarla el señor de avanzada edad, a quién Grace consideraba un amigo y padre al mismo tiempo. Regreso de la cocina con una boina negra en la cabeza, que le tapaba los pedazos donde empezaba a quedarse sin cabello—¿No es maravillosa?

Y de la boca de Grace se asomó una sonrisa, a la vez que le asentía con las cejas alzadas

—Lo es, te tapa toda la calva, Gustav.

—¡Lo sé!, me tendré que comprar más y de diferentes colores, tal vez una azul marino y una café—decía emocionado, Grace empezó a atender a los demás clientes que iban llegando.

El día terminó sin ningún rastro de Billy, ni de Steve, que ni siquiera había ido a trabajar por lo adolorido que estaba.

Jonathan llegó dos minutos antes de la salida de su hermana, sólo para asegurarse que Billy no la iba a estar esperando afuera de su trabajo, o Steve, en su defecto.

Grace le había platicado todo a su hermano mayor. Casi cada palabra de lo que habían dicho, o al menos la esencia de todo. Y Jonathan se había dado cuenta de que Steve siempre quiso acabar echo mierda en el piso con Grace preocupada por él. Sabía que Billy sólo había perdido el control por enojo, y no lo culpaba; él mismo lo había hecho una vez, y también había golpeado a Harrington frente a Nancy, aunque había sido diferente. Steve había hablado sólo para dejar mal a Billy frente a su hermana, porque sabía de sus problemas con las personas violentas.

Pero de cualquier forma, no era fan de que su hermana estuviera con el hermano de Max, pero ahora tampoco creía que Harrington fuera mejor opción, inclusive había decidido que era peor, porque Billy no conocía esa parte de ella

—Hola—murmuró Grace con la voz débil y dulce, y abrazó a su hermano un segundo, después corrió a su asiento habitual; el copiloto

—¿No vinieron?—preguntó Jonathan en cuánto se trepó al auto. Todo el día había estado preocupado sobre si alguno de los dos se aparecía por la cafetería, había estado desconcentrado en el trabajo por esa razón

Grace Byers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora