26; Señora Byers

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Amaba los sábados y domingos, amaba el poder levantarse a las doce del mediodía después de descansar todo lo que no había descansado en la semana.

Pero odiaba quedarse a cuidar a sus hermanos cuando sólo quería estar tirada en la cama todo el día. Ni siquiera había tenido tiempo para poder procesar lo que había pasado entre Billy, Steve, y ella la semana pasada, el trabajo la consumía y sólo quería pasar ese fin de semana triste en la cama.

Pero al parecer eso iba a ser imposible.

Abrió los ojos después de un tiempo de tratar de volver a dormirse, miró el reloj en un buro a lado de su cama; once y media.

Ni siquiera eran las malditas doce, suspiró y se tapó la cara con la almohada. Aún así, seguía escuchando la canción favorita de Will sonando por la casa. No podía molestarse con su hermano menor, a ella también le gustaba la canción aunque le trajera recuerdos de Hargrove. Sólo quería dormir un poco más y el ruido no la dejaba.

Podía escuchar a Eleven, Dustin y Will riendo, cantando y sabía que estaban bailando en la sala, junto a la bocina de Jonathan.

Probablemente no iba a tener oportunidad de volver a dormir.

El resto del día estuvo bastante bien, comparado con lo de la mañana y su insuficiente descanso. Los niños no habían parado de hablar durante todo el día y aunque una parte de ella quería callarlos y sacarlos de la casa, otra parte estaba extremadamente feliz por ellos, porque ellos lo estaban, y estaban disfrutando el tiempo juntos. Y no era culpa de nadie que ella estuviera malhumorada y triste.

Un par de golpes en la puerta se hicieron presentes, interrumpiendo a los otros tres que escuchaban música, le bajaron de inmediato al volumen

—¿Abro?—preguntó Will. A veces le daban pequeños ataques de desconfianza hasta a la cosa más pequeña y más normal, pero nadie lo culpaba. Grace asintió en su dirección, haciendo que su hermano tomara la manija con la mano un poco temblorosa, y tratando de controlar su respiración para no llegar a sufrir un ataque de pánico por nada

—Tranquilo, Will.—lo calmó con voz suave, desde el sofá, con las rodillas en el pecho—Esta bien, yo estoy aquí y yo te voy a cuidar

Will respiró hondo por última vez, logrando concentrarse en lo que había dicho su hermana y convenciendose de que era cierto y todo estaba bien. Se calmó.

Abrió la puerta casi de golpe, dejando que los otros tres vieran a la persona responsable, o mejor dicho los responsables.

—Hola—murmuró la pelirroja con una sonrisa tímida, para después entrar a la casa y abrazar a su mejor amiga y después a Dustin.

Grace y Will tenían la mirada fija en otro punto. Alguien seguía sin entrar a la casa, con la mirada intensa recorriendo cada parte de la Byers mayor y su pijama

Will lo miraba inexpresivo, sabía que algo raro había pasado entre su hermana y él, era muy obvio. Ella había dejado de sonreír como antes, desde hace días, y claro que Will conocía su sonrisa, ver a su hermana feliz era algo que lo ayudaba un poco.

—Billy, ¿que haces aquí?—habló en voz baja, dudoso. No sabía que hacer o decir, Billy estaba ahí, sin despegarle la vista a su hermana y su pijama de fin de semana, y Grace estaba paralizada, no hacía nada más que mirarlo fijamente a los ojos, parecía una estatua. No quería hacer enojar a Billy, sabía que era violento y aunque según las personas a su alrededor él ya había cambiado en ese aspecto, no se fiaba sólo con escucharlo

—Uhm—salió de su trance, dejándo de ver a Grace y dirigiéndose al menor aún sosteniendo la puerta—Vine a traer a Max

—¿Estás aquí para lo que dijo Grace, no?—habló Eleven, llegando al frente de Billy y sin pensar antes de hablar. Ella no había visto mucho lo que pasaba entre Hargrove y Grace, y por supuesto que no sabía ni del porqué todo era incómodo ahora mismo para su hermana.

Grace Byers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora