24; Robin

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Tres horas antes de cerrar, Steve llegó al restaurante, pidiendo un montón de cosas sólo para poder pasarse las tres horas faltantes ahí y poder llevar a Grace a casa. Odiaba comer tantos azúcares, no quería subir de peso, era Steve Harrington.
Por eso había llevado a Robin, para que ella comiera todo el azúcar que quisiera 

—Aquí tienes tu malteada de oreo—la puso en la mesa—Y tu pedazo de pastel. Disfrútalo, Robin. Cualquier cosa, me avisas.

—Sí, gracias, ¿sabes?, me encanta venir aquí. Tu uniforme es... muy, muy bonito—empezó a balbucear. Robin entendía perfectamente porque Steve venía a gastar dinero aquí sólo para ver a Grace. Ella también lo haría, definitivamente.

—Gracias, Robin. Eres muy dulce—sonrió con dulzura por primera vez en días, Robin asintió repetidamente y se dedicó a darle un largo sorbo a la malteada para quedarse callada

Grace regresó a la barra, de lejos podía verlos hablando y riendo. Robin era muy bonita y muy dulce, no estaba segura de que fuera verdad que a Steve no le gustara ella.

La campana de la puerta la distrajo de sus pensamientos y miró directamente a esta, topándose con los ojos azules que había estado soñando estos días.

—Señor McLaren—se acercó, le sonrió y alzó las cejas, causando que Gustav también lo hiciera, realmente no iba a hacer más.—¿puede tomar mi orden usted?

Gustav miró a Grace rápidamente, quién evitaba ver a Billy. La verdad quería mirarlo, tenerlo tan cerca y sintiendo su mirada, pudiendo escucharlo sonreír hacia que dejara de sentir el vacío, y el corazón se le aceleraba. Quería mirarlo completamente, cada detalle, quería ver si seguía teniendo un moretón, sí estaba bien, sí alguien lo había limpiado de las heridas. Quería besarlo.

—Claro, muchacho.—contestó—¿Qué quieres?

Grace no pudo evitar que una pequeña sonrisa saliera de sus labios, le había parecido gracioso el cambio de voz que tuvo Gustav, y sabía que no lo iba a tratar de maravilla.

—Un café, con una de azúcar. Y una malteada de...—se quedó pensando en el cartel que había visto afuera—Oreo, para Grace.

—Okay—sonrió—A Grace sí le gusta el de oreo. ¿Sabes qué no le gusta?

¿Lo estaba interrogando ahora?

—La fresa. Nada con fresa le gusta—contestó orgulloso. Gustav asintió

—Creo que eso lo sabe todo Hawkins.—dijo antes de irse a la cocina. Haciendo que Billy dejará de alzarse y suspirara. La sonrisa orgullosa se había ido. Miró a Grace y ésta empezó a mirarse los tenis, el uniforme, las uñas. Lo que fuera, excepto a él.

—Ten—le dejó el café en la barra del lado contrario del que estaba Grace, y también algo lejos.

—Gracias, señor McLaren—le sonrió amable. Por dentro lo había insultado, pero no iba a decir nada. Pensó que ya sabía todo y por eso lo trataba así. En realidad, Gustav lo trataba así porque era el papá protectivo de Grace, trataba así a cualquiera que tuviera intenciones románticas con la castaña. Necesitaba saber que eran buenos chicos

—Aquí esta tu malteada, Grace—se la dejó a un costado—Y será mejor que te la tomes porque no se va a desperdiciar, niña.

—No se va a desperdiciar.—Se dirigió a la mesa de Steve.—Robin, es regalo de la casa. Oreo.

Billy suspiró molestó. No le molestaba pagarla, le molestaba que la fue a dejar a la mesa dónde estaba Harrington.

—Ella es bastante difícil, muchacho—Gustav lo miró y alzó los hombros—Lo importante es que tan rápido te rindes

—No lo voy a hacer, señor McLaren.—dijo confiado

Gustav soltó un "já", sarcástico

—Veremos.—camino a la entrada de la cocina y se giró a verlo—Por cierto, que haya regalado la malteada, no significa que no la vayas a pagar.

Billy sonrió irritado y asintió

—Lo sé, iba a pagarla aunque me la tirara encima.

—Entonces lo entiendes bien.

Dos minutos antes de cerrar, Steve, Robin y Billy salieron del lugar. Y no tenían que ser genios para saber que iban a quedarse los tres afuera, esperándola para llevarla a casa.

Un minuto antes, Jonathan llegó y la esperó apoyado en el auto. Normalmente no salía a esperarla, pero al ver que Steve estaba apoyado en un costado de su auto, y Billy al frente del suyo, decidió hacerlo también. Robin estaba sentada dentro del auto de Harrington, jugando con la música.

Grace salió después de despedirse de los señores McLaren, que ya lucían cansados.

Y se quedó perpleja al ver a los tres chicos apoyados en sus propios autos, le había parecido incómodo y cómico. Se veían como unos idiotas los tres, como animales tratando de marcar territorio.

—¡Adiós, Robin!—sacudió la mano en su dirección y recibió lo mismo, con una grande sonrisa

—Grace...—habló Steve, haciendo que ella lo mirara.—Te llevo a tu casa

Billy rió burlonamente. Él no iba a decir nada, ya había llegado Jonathan y sabía que sólo iba a irse con él. Encendió un cigarro para no verse tan tonto parado ahí

—Lo siento, me voy con Jonathan.

Camino hasta su hermano, quién se despidió con la mano de los otros dos, con una gran sonrisa burlona. Steve bufó mirando al otro lado, y Billy sólo levantó la mano, despidiéndose de quién casi llegaba a ser su cuñado.

—¿Qué hacían esos dos ahí afuera?—cuestionó Jonathan, aún con esa pizca de burla en su voz

—Estuvieron como dos horas en la cafetería—Jonathan rió—Billy ordenó con el señor McLaren, me compró una malteada, que no pedí. Y se la regalé a Robin

Jonathan soltó una carcajada

—¿Y la pagó?

—Tuvo qué.

—¿Pasamos por unas pizzas?—preguntó Jonathan y Grace asintió

—¿Sabes si la señora Henderson llamó a la casa?—indagó Grace, algo preocupada por eso.

—No—contestó—pero no creo que lo haya hecho.

—Sí, yo tampoco.

—Trajimos...—hizo redoble de tambores en la pared—¡Pizza!

Grace apareció después de la "señal" de Jonathan, con tres cajas de pizzas en los brazos, que casi no la dejaban pasar por la puerta.

—¡Por Dios!, ¡Quiero vivir aquí por siempre!—gritó eufórico Dustin.

Grace dejó las cajas en la mesa y todos tomaron un pedazo de la primera.

—Esta muy rica—comentó Eleven y ambos mayores le sonrieron dulcemente, sabían que seguía sufriendo el cambio de casa, de familia, la pérdida de Hopper, de sus poderes y que era difícil

—Creímos que se la merecían. Se portaron bien—entrecerro los ojos y los miró-¿o no?

—Déjame comer, Jonathan—contestó Dustin y le dio un mordisco a la pizza. Todos se rieron, excepto Dustin porque estaba comiendo, y Jonathan.

—El lunes volvemos a clases—les mencionó Will a sus hermanos—Debemos organizarnos con los horarios

—Y lo haremos. Ahora come y no digas nada de la escuela—dijo Grace concentrada en su trozo de pizza. Organizarse en los horarios era lo peor, era estresante, cansado, fastidioso. Lo odiaba. Se sentía en una constante presión por cumplir los horarios.

Esa noche, Jonathan y Grace se quedaron despiertos hasta muy tarde, esperando a que Joyce llegara.

Le habían llamado al trabajo pero simplemente dijo que se quedaría un par de horas extras. Estaba preocupada porque el dinero no fuera suficiente.

Los Byers más grandes no supieron cuando ni como pero amanecieron uno en cada sillón, con los pies de fuera porque no cabían y un dolor gigante en la espalda.
Cansados y desvelados, se pusieron en marcha para el trabajo.

Grace Byers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora