27; McLaren

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El sábado había sido incómodo durante las tantas horas que habían pasado ambos chicos en casa de los Byers.

Ver películas con la familia y ellos dos había sido lo más incómodo que había hecho hasta ahora.

Hoy era lunes, el domingo había sido muy relajado y ninguno se apareció por la casa. Grace había podido descansar ese día.

Y le sorprendía que ya casi acababa el turno y ninguno se había aparecido por la cafetería, había sido un día muy tranquilo en el trabajo y desearía que así durara un tiempo.

—Ahora no vinieron tus amigos, eh—bromeó Gustav, sentado en la barra y admirando su negocio

—No los invoque, Gustav—siguió con la broma, mientras limpiaba una mesa

Pero hablaron demasiado rápido, justo en ese momento, Billy entró al lugar, haciendo sonar la campana y llamando la atención de los otros dos.

Grace miró a Gustav y ambos sonrieron como confidentes, y algo de burla, justo hablaban de él.

—Señor McLaren-—llegó con él, saludandolo, sabiendo que probablemente Grace no lo iba a atender, de nuevo.—¿Cómo estuvo el fin de semana?

—Muy bien, muchacho—respondió, empezaba a sonar un poco más amable con el de cabello dorado.—La cafetería sigue abierta esos días también, no sólo cuando trabaja Byers.

Billy soltó una risa, mientras que a cualquier otro le daría pena el comentario del señor McLaren, a Billy sólo lo hizo reír y sonreír arrogante

—Lo sé, pero me gusta venir cuando está ella—alzó los hombros. Era por su personalidad, era muy directo y muy coqueto que cosas como esas no le importaban.

—Creo que ya te puede atender, ¿no es así, Grace?—cuestionó mirándola, y ambos sabían que la castaña no podía negarse sí se lo pedía su jefe. Sólo asintió en respuesta.

Gustav sonrió orgulloso de sí mismo y Billy en forma de agradecimiento, palmeó la barra y se dirigió a una mesa, a esperar pacientemente a que Grace se acercara

—¿Que vas a querer?—inquirió de mala gana, mirándolo inexpresiva, con una mirada fría, cualquiera podía pensar que lo odiaba

—Un café, y ¿quieres una malteada?—inquirió con una sonrisa leve, buscando hacer contacto visual

—¿La vas a pagar tú?—cuestionó de vuelta. Billy asintió. Y aunque para Grace eran gratis, se sentía bien hacer que pagara por algo que ella podía obtener gratis, era como un castigo-beneficio. Castigo para Hargrove, beneficio para la cafetería y los Señores McLaren.—Entonces sí. De oreo.

Billy amplió la sonrisa;—Sabía que te gustaba la de oreo

De la bolsa trasera del pantalón, sacó un par de billetes y se los tendió en la mano. Grace los tomó y los contó, era el doble de lo que iba a pagar. Le regresó lo que le sobraba

—No, es propina—la miró a los ojos—Por el excelente trato con el que me pediste la orden

Grace soltó una risita que no pudo evitar. Billy sabía hacerla reír y sabía bromear con ella, ¿era justo doblegarse ahora?

—Gracias, Billy.

El nombrado sólo alzo los hombros, la castaña se quedó unos segundos y después se dirigió hacia la cocina. No mucho después regresó con el café y la malteada

—Esta bien, no tienes que estar aquí si no quieres—comentó Billy mirando su café

—¿Tú me quieres aquí?—inquirió aún sabiendo la respuesta, necesitaba escucharla.

Grace Byers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora