29; Fiesta

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El martes saliendo del trabajo, Jonathan la esperaba afuera junto a su novia, los tres irían a esa tonta fiesta con tal de hacer algo que no fuera la rutina, aunque sabían que se arrepentirán por la mañana, cuando tuvieran que ir a trabajar.

—¿Me veo bien?—preguntó Grace mostrando el único cambio que había llevado al trabajo. No podía irse con el uniforme.

—Sí, sube ya—murmuró Jonathan con voz calmada y firme, realmente era el que menos quería ir a una fiesta y mucho menos entre semana. Pero Nancy y Grace necesitaban hacer algo que las hiciera salir de la rutina y sentirse vivas a veces, por eso a la mayor de los Wheeler le gustaban las armas.

Después de quince minutos de Jonathan manejando y quejándose, llegaron a la casa de Sam, la castaña dueña de la gran fiesta. La gente ya estaba presente, había música a un volumen muy alto, bocinas grandes y barriles de alcohol. Una gran sonrisa se asomó en el rostro de Grace, no lo podía evitar, sus ojos brillaron y claro que los otros dos conocían esa sonrisa; estaba lista para ser el alma de la fiesta y beber hasta que se quedara dormida en algún lugar de la casa.

—Grace... con cuidado, ¿okay?

La nombrada observo a su hermano y su mirada nerviosa y preocupada, y sonrió aún más

—Tranquilo, hay que divertirnos hoy—levantó las cejas y empezó a caminar hacía la multitud de personas bailando. Saludó a un par que la saludaron de vuelta y luego llegó a su meta; los ponches.

El primer vaso se lo tomó de tres largos tragos, y les sirvió uno a cada uno de sus acompañantes y se los dio en las manos.

—Vamos, vinimos a divertirnos, Jonathan. Sólo hoy—ambas chicas le sonrieron. En la mirada de Grace podías ver como parecía que algo se apoderaba de ella, era una malicia que siempre tenía, y sólo la veías un par de veces, cuando estaba muy enojada, cuando iba a defender a alguien y cuando ella la dejaba salir, como en ese momento. Quería dejarse llevar y no pensar en nada que no fuera divertirse.

Jonathan suspiró y le dio un gran trago a su vaso.

Había más momentos en los que la había visto así, en los que había visto ese brillo y esa sonrisa, pero decidió que no iba a decir nada, ella sabía controlarse y sabía que hacer, era su vida y ella era así. Tenía más de su padre de lo que le gustaría admitir.

—Diviértanse, voy a ir por allá, en un rato los busco—dijo antes de volver a llenar su vaso e irse a bailar entre toda la multitud.

Miró a su novia tomándose el vaso de ponche tan rápido como podía

—Vamos a divertirnos, Jonathan.—la sonrisa coqueta que le dio hizo que el Byers olvidara por completo a su hermana, se fueron a otro lado de la fiesta, con otra gente y bailaron juntos, y aunque Jonathan no hacía mucho, Nancy sí.

Grace bailaba sola, ignorando a todos a su alrededor, incluso a los dos chicos que ya le habían preguntado que sí iba sola, hasta que vio entrar por la puerta al chico que estaba esperando desde antes de llegar; el chico de cabello dorado.

Sonrió feliz mirando como él volteaba a los lados, buscándola. Grace caminó hasta él y se paró en frente, sonriente

—Hola—lo saludó—¿Quieres un vaso?

—Esta bien—contestó, mirándola de arriba a abajo, con esa mirada lasciva que Grace ya había visto un par de veces.—Te ves bien

—Gracias. Tú también—contestó mirando su chaqueta de cuero—Ven

Lo tomó de la mano y lo llevó hasta la cocina, para servirle el ponche. Billy estaba recargado en la pared, mirándola por detrás, observando como ese pantalón se ajustaba en su trasero y luego seguía recto por sus piernas, se lamió los labios. Había evitado tener relaciones con Grace porque quería hacer las cosas bien, ir lento con ella, y sorprendentemente le bastaba con besarla y tenerla cerca, aunque sabía que le encantaría tocarla en dónde nadie más lo hace, y que sólo podía hacerlo él, era una condición y una advertencia.

—Toma—le extendió el vaso, y se acabó el suyo de un último trago para volverlo a llenar. Tenía un buen aguante para el alcohol.—¿Tienes cigarros?

Billy sonrió divertido y sacó la caja de la chaqueta, abriendola y extendiendosela. La castaña tomó uno y después el encendedor que le extendió. Lo encendió y le dio una calada, hizo la cabeza para atrás y miró el techo, soltando el humo. Tal vez estaba tomando demasiado rápido y debía hacerlo más lento, o no tardaría en ponerse borracha.

Miro al ojiazul mirándola, con una leve sonrisa y un extraño brillo en los ojos, no era su mirada usual, era esa mirada que le dio cuando estaban en el arroyo, era una mirada diferente, especial, y bonita.

—¿Qué?—preguntó sin dejar de sonreír

—Nada. Creo que me gustas más cuando estás fumando—murmuró. Le dio un poco de pena y vergüenza admitir que le gustaba en voz alta, pero también era alguien directo que no tenía problemas con decir las cosas.

—¿Te gusto?—preguntó con sarcasmo, sabiendo ya la respuesta, acercándose a su rostro. Billy agrandó la sonrisa, conocía la versión buena de Grace, la versión sumisa que solía tener casi todo el tiempo, pero al parecer con un trago de alcohol se volvía bastante dominante, y esa versión también le gustaba. Grace le dio una calada al cigarro, muy cerca del rostro de Billy, y después de dejar salir todo el humo, sintió los labios de Hargrove sobre los de ella, podía sentir la mano derecha en su cintura, apretándola contra él y la mano izquierda en su mejilla.

Se separaron un poco, y ninguno pudo evitar salir la sonrisa.

—Lo siento, Billy—el mencionado pudo sentir la sangre bajar hasta sus pies, sin saber a que se refería—No dejé ni que te explicaras sobre lo que pasó. Me cegue en lo que vi y no lo reflexione hasta mucho después...—

—Esta bien, Grace—murmuró, tomándola del rostro con ambas manos,—Yo no sabía sobre tus problemas y se supone que yo estaba cambiando. Lo estoy, de verdad.

Grace sonrió y se acercó a su rostro, para besarlo por unos segundos, y después lo abrazó

—Creo que te quiero, Billy—murmuró, hundida en su cuello y hombro. Amaba el cuello de este hombre, era grande y lo hacía ver más imponente y fuerte, siempre olía muy rico, muy varonil pero parecía que ahora era su nuevo olor favorito. Lo tomó de la mano y antes de que Billy pudiera responder a lo que recién acababa de decir, le dijo;—Ven, vamos a bailar.

Se lo llevó entre la multitud y bailaron uno cerca del otro, con Billy apenas moviéndose, -porque su papá le había dejado claro que los hombres no bailaban, pero era parte de cambiar y de mejorar, de no ser como su padre-, y Grace siendo la que mejor bailaba en la sala.

Se habían visto un par de horas antes, en la cafetería, cuando el fue por su café, como todos los días, y Grace, después de atenderlo y sin decir nada más, le dio la hoja con la invitación a la fiesta, y una sonrisa. Billy rezaba por haber entendido las cosas bien y que ella quería que fuera a la fiesta, y no que haya sido algún acertijo o un reclamo por su parte. Sin embargo, en ese momento, los dos estaban juntos, estaban bien de nuevo. Billy sí había entendido todo y Grace se había disculpado por no haber validado los sentimientos y todo lo que estaba pasando Billy en ese entonces, que era algo que su madre siempre les había enseñado; válidar los sentimientos ajenos.

Ambos estaban bien, Billy seguía mejorando cada día y la única que podía darse cuenta era Max y ahora también Grace, y realmente eran las únicas dos personas que le importaban y por las que estaba cambiando, además de por él mismo.

Grace Byers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora