24. Caceria de Brujas

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Ashley se despertó de un sueño inquietante con la mejilla derecha presionada contra la piedra fría. En el sueño, un aquelarre de brujas veladas la rodeaba, con una hechicera bastante cruel que definitivamente decía que quería "deshacerse" de los nuevos amigos de Ashley.

Como alguien que nunca había tenido un amigo antes, no podía permitir que esto sucediera. Tenía que ayudar a sus amigos a escapar. Pero, ¿cómo podría ella, una princesa ordinaria y sin poder, evadir a las brujas todopoderosas que las habían secuestrado y llevado a su fortaleza ineludible?

Afortunadamente, esto fue solo un sueño y de ninguna manera real.

—Creo que está despierta —dijo una voz suave.

Ashley abrió su ojo izquierdo y se encontró tendida en el frío suelo de piedra dentro de la fortaleza con un grupo de brujas veladas paradas sobre ella. Eran como novias de la muerte con sus túnicas y velos negros.

A pesar de los múltiples fuegos que crepitaban en la habitación, Ashley se estremeció. El áspero humo le secó las fosas nasales. —Todavía estoy durmiendo —dijo Ashley.

—No, estás despierta —dijo la bruja con la voz susurrante.

—Estoy bastante segura de que eso no es cierto —dijo Ashley, levantando la cabeza—. Estoy segura porque todos ustedes todavía están aquí, en mi sueño.

—¿Estás segura de que es ella, Suma Sacerdotisa? —vino una voz apagada desde detrás de un velo.

—Sí —suspiró ella—. Lo sé, se ve bastante decepcionante.

—Lo siento, soy una gran decepción. Pero si eres real, te agradecería que me dejaras ir a mí y a mis amigos. Tenemos algunas actividades de venganza importantes de las que ocuparnos y una revolución que aplacar.

—Oh, princesa Ashley, eres divertida —se rió la suma sacerdotisa. Sonaba como dos pedazos de pergamino seco deslizándose uno contra el otro.

Ashley logró ponerse de pie de nuevo, sacudiéndose los pantalones. Mientras se cepillaba el cabello hacia atrás, notó que sus mejillas tenían la impresión de un piso de piedra. Su cabeza todavía se sentía mareada, así que abrió los brazos para mantener el equilibrio. No quería parecer débil frente a las brujas. —Ya veo lo que pasa aquí —dijo Ashley—. Un simple caso de identidad equivocada. Honestamente, no hay problema. Nos pasa a todos.

La Suma Sacerdotisa agarró los espinosos brazos negros de su trono con sus dedos rematados en garras y se inclinó hacia delante. Los dedos de los pies de Ashley se descongelaron y se enroscaron dentro de sus botas, esperando que las espinas le sacaran sangre. No pasó nada. Aparentemente, las brujas no sangraban. Probablemente tenían magia corriendo por sus venas, lo cual, si lo pensabas, sería mucho mejor. La magia no dejaba manchas rebeldes en la ropa como la sangre.

—De todos modos —continuó Ashley—, mi nombre es... eh... Asher, y soy un mozo en el séquito del Príncipe. Si no me devuelves de inmediato, estoy seguro de que te sucederán cosas malas. El Príncipe se enfadara contigo por secuestrar a su... er... mozo favorita. Pero si me dejas ir a mí y a mis amigos, oye, no diré nada. Será como si nunca hubiera sucedido. ¿Dónde están ellos de todos modos?

—¿Te perdiste la parte en la que te dijimos que somos plenamente conscientes de quién eres? —dijo la sacerdotisa, en un tono tan frío que se formaron carámbanos en su trono—. ¿Que somos brujas poderosas que ejercen su voluntad sobre la magia y dan forma al mundo a nuestro antojo?

Ashley tragó saliva. —No, escuché esa parte, pero...

—Puedes engañar al príncipe, pero no nos engañas a nosotras, princesa. —Hizo un gesto con la mano y reemplazó el disfraz de Ashley con uno de los vestidos negros de luto que usaban las brujas pero sin el práctico velo de novia. Podría haberlo usado ahora mismo para ocultar su expresión de miedo. Tal vez debería haber renunciado a la artimaña hace unos tres párrafos.

EL PRÍNCIPE AZUL DEBE MORIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora