13. ¿Quién ha Estado Durmiendo con mi Príncipe?

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Al final de una larga mañana y tarde, las damas de honor de Ashley la ayudaron a quitarse el vestido, luego la pincharon, cloquearon, ahuecaron y la metieron en la suave y fresca cama real, dejándola con estrictas instrucciones de descansar. Pero, ¿cómo podría descansar cuando recibe a un grupo de miembros de la realeza cuya felicidad podría afectar todo su futuro como princesa, esposa y, con suerte, madre?

Al final, sus heridas la alcanzaron y, a pesar de toda la preocupación, los ojos de Ashley se volvieron pesados.

La última imagen que invadió sus pensamientos cuando se cerraron fue la de Gerald detrás de ella sobre la espalda de Louis, sus brazos abrazándola con fuerza contra su cuerpo, su cálido aliento en su cuello. Trató de reemplazar a Gerald con Azul pero no pudo luchar. El sueño la arrastró.

Se estaba poniendo interesante cuando se despertó con un bang, bang, bang.

—Vete a la chinga —ordenó Ashley medio dormida. Se cubrió la cabeza con una almohada, ansiosa por volver con el Gerald papucho de sus sueños. Pero era como aferrarse al aire. El sueño retrocedió a su subconsciente, donde había nacido.

Bang, bang, bang.

—Princesa Ashley. Por favor —llamó una voz quejumbrosa. Una de sus damas—. Es un desastre. La necesitamos.

Gimiendo, arrojó a un lado la almohada y se sentó. Una capa de sudor se adhería a su piel, su cabello pegado a la nuca. Se sentía como si hubiera estado fregando los pisos de su hermanastro mientras dormía.

Bang, bang, bang.

—¿Su Alteza?

—Sí —dijo Ashley, bajándose la camisa y alisándose el cabello—. Entra.

Valeria entró de puntillas en la recámara, haciendo una reverencia mientras se acercaba al pie de la cama. Olía a rosas recién cortadas. —Lamento interrumpir su sueño, pero estamos teniendo un pequeño problema en la antecámara y nos preguntamos si podría ayudarnos.

—¿Ha regresado Scarletta?

—No —dijo Valeria, mordiéndose el labio y asintiendo hacia la puerta de manera significativa—. Son los miembros de la realeza —susurró.

—¿Qué hora es? —Ashley dijo.

—Pasadas las once, Su Alteza.

Ashley saltó de la cama, un movimiento que a su tobillo no le gustó exactamente. —¿Dormí durante la cena? ¿Por qué nadie me despertó? —Faltar a la cena era un desastre en el protocolo.

—Pensamos que necesitaba descansar después de lo que pasó. Ya sabeo. Con la caída del cielo y la parte del choque. Sobre todo el choque.

Valeria tenía razón. —Estaré ahí en un segundo.

Ashley agarró su bata de terciopelo dorado y entró cojeando en la antecámara.

Se tapó los oídos; el estruendo de los seis miembros de la realeza en disputa era tan intenso. Estaban tan concentrados en su discusión; nadie se dio cuenta de que había entrado en la cámara. Ella captó fragmentos de su discusión...

—... no he pegado ojo —se quejó Sadira—, el agua no dejaba de correr...

—Tuve que dejar correr el agua para tratar de lavarlo —lloró Tressa—. Estaba etiquetado como champú de lavanda. Pero mira. Mi cabello es azul. ¡Azul! —De hecho, su cabello brillaba color indigo.

—... tazón de manzanas en la mesita de noche —se quejó Blanche—. Es un ultraje. Y no había suficiente espacio para mi espejo mágico...

Layyin sacudió un frasco de guisantes. —¡Mira esto! —ella gruñó—. Estaré cubierta de moretones.

EL PRÍNCIPE AZUL DEBE MORIRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora